Japón recuerda su derrota y rendición
Publicado 2005/08/14 23:00:00
- BOGOTÃ
La rendición acortó la guerra en varios meses y evitó al menos 450,000 bajas de Estados Unidos.
JAPÓN recuerda hoy su rendición en la Segunda Guerra Mundial, que anunció 60 años atrás el entonces emperador y "dios viviente", Hirohito, a una nación confusa por su derrota y aterrorizada por la destrucción nuclear de Hiroshima y Nagasaki.
En un mensaje oficial difundido por el Gobierno nipón hizo un llamamiento a todos los japoneses para que hoy "oren en silencio" por los millones de personas que murieron en la tormenta de sangre y fuego desatada en la Segunda Guerra Mundial.
En el mensaje, del ministro portavoz, Hiroyuki Hosoda, se indicó que el Gobierno y los emperadores, Akihito y Michiko, participarán en la ceremonia que recordará a los tres millones de japoneses muertos en la contienda y reclamará una "paz perdurable" que permita dejar atrás los horrores del pasado.
El 15 de agosto de 1945, cuando no se había repuesto del espanto causado por la destrucción de Hiroshima y Nagasaki con sendas bombas atómicas estadounidenses, Japón asistía consternado al discurso de rendición de Hirohito, padre del actual emperador y entonces auténtico "dios viviente" para millones de nipones.
"He ordenado al Gobierno que comunique a los Gobiernos de EU, Gran Bretaña, China y la Unión Soviética que nuestro Imperio acepta lo estipulado en su Declaración Conjunta" (dictaminada en Postdam, el 26 de julio), dijo Hirohito en el mismo mensaje radiado en el que negaba su divinidad.
Cuando escucharon este mensaje, muchos japoneses decidieron quitarse la vida, algunos de ellos enfrente del propio Palacio Imperial, en el centro de un Tokio que había sido arrasado hasta sus cimientos por las bombas estadounidenses.
Sin embargo, fue esa lealtad de todo un pueblo a su emperador y la transmisión de sus palabras lo que finalmente posibilitaría la ocupación de Japón sin graves incidentes y en medio de la sorpresa de los aliados, a quienes las tropas niponas habían combatido en el Pacífico con una ferocidad desconocida en otros frentes. Ya el 12 de agosto, conocedor del alcance de las masacres atómicas de Hiroshima (el 6 de agosto) y Nagasaki (el día 9), Hirohito había comunicado ante el Consejo Superior de Guerra su intención de aceptar la rendición incondicional de Japón y que anunciaría tal mensaje por radio.
En la noche del 14 al 15 de agosto de 1945, un millar de soldados rebeldes ocupó el Palacio Imperial durante seis horas para intentar apoderarse de la grabación de rendición que debía ser transmitidas a toda la nación a las doce de la mañana del día 15.
El emperador había grabado su mensaje a las 11: 30 del día 14 y el chambelán imperial había guardado las grabaciones en una pequeña caja fuerte de los aposentos de la emperatriz, que a su vez ocultó bajo una pila de papeles.
En un mensaje oficial difundido por el Gobierno nipón hizo un llamamiento a todos los japoneses para que hoy "oren en silencio" por los millones de personas que murieron en la tormenta de sangre y fuego desatada en la Segunda Guerra Mundial.
En el mensaje, del ministro portavoz, Hiroyuki Hosoda, se indicó que el Gobierno y los emperadores, Akihito y Michiko, participarán en la ceremonia que recordará a los tres millones de japoneses muertos en la contienda y reclamará una "paz perdurable" que permita dejar atrás los horrores del pasado.
El 15 de agosto de 1945, cuando no se había repuesto del espanto causado por la destrucción de Hiroshima y Nagasaki con sendas bombas atómicas estadounidenses, Japón asistía consternado al discurso de rendición de Hirohito, padre del actual emperador y entonces auténtico "dios viviente" para millones de nipones.
"He ordenado al Gobierno que comunique a los Gobiernos de EU, Gran Bretaña, China y la Unión Soviética que nuestro Imperio acepta lo estipulado en su Declaración Conjunta" (dictaminada en Postdam, el 26 de julio), dijo Hirohito en el mismo mensaje radiado en el que negaba su divinidad.
Cuando escucharon este mensaje, muchos japoneses decidieron quitarse la vida, algunos de ellos enfrente del propio Palacio Imperial, en el centro de un Tokio que había sido arrasado hasta sus cimientos por las bombas estadounidenses.
Sin embargo, fue esa lealtad de todo un pueblo a su emperador y la transmisión de sus palabras lo que finalmente posibilitaría la ocupación de Japón sin graves incidentes y en medio de la sorpresa de los aliados, a quienes las tropas niponas habían combatido en el Pacífico con una ferocidad desconocida en otros frentes. Ya el 12 de agosto, conocedor del alcance de las masacres atómicas de Hiroshima (el 6 de agosto) y Nagasaki (el día 9), Hirohito había comunicado ante el Consejo Superior de Guerra su intención de aceptar la rendición incondicional de Japón y que anunciaría tal mensaje por radio.
En la noche del 14 al 15 de agosto de 1945, un millar de soldados rebeldes ocupó el Palacio Imperial durante seis horas para intentar apoderarse de la grabación de rendición que debía ser transmitidas a toda la nación a las doce de la mañana del día 15.
El emperador había grabado su mensaje a las 11: 30 del día 14 y el chambelán imperial había guardado las grabaciones en una pequeña caja fuerte de los aposentos de la emperatriz, que a su vez ocultó bajo una pila de papeles.
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