Uday Hussein, hijo mayor de Sadam es un playboy
Publicado 2003/04/15 23:00:00
No es fácil ser el emancipado, muy sexual y sobre-admirado vástago de un dictador iraquí. Pensemos en Uday Hussein, de 39 años, quien en 1990 le escribió a un tío: "Es difícil pertenecer a la familia de Hussein. La gente nos quiere matar".
Sin embargo, dejaron documentos que, según pude observar durante mi recorrido por el edificio a finales de la semana pasada, pintaban un colorido retrato del desdichado hijo mayor de Sadam, a quien no se ha visto desde que supuestamente entró en el restaurante arrasado por bombas de los Estados Unidos, en la vecindad de al-Mansur.
El palacio, localizado en el elegante suburbio Karada, de Bagdad, no era la residencia principal de Uday, sino más bien una casa segura en la cual Uday se podría esconder, como también, según un vecino, podría ser un "nido de amor", al cual él podía llevar a sus muchas novias.
Sus costosos gustos no se limitaban a automóviles y bebidas. Esa riqueza y poder hacían de Uday un buen partido, a juzgar por las cartas de amor que guardaba de sus muchas novias, una de ellas cubierta con un beso impreso con lápiz labial. "Acuérdate de mí cuando escuches de Beethoven, que oí por vez primera contigo", dice una de las cartas.
Pero era otra fuerza, su relación con su padre, lo que perturbaba a Uday. Sadam había escogido para ser su sucesor a Qusay, su hijo menor y menos cabeza-caliente.
"Mi padre quiere descender en la historia", escribió Uday. "No hay ningún sentimiento en mi corazón para con mi padre, ni amor ni bondad. Al final le pedí a Dios que mantuviera a salvo esta casa".
Sin embargo, dejaron documentos que, según pude observar durante mi recorrido por el edificio a finales de la semana pasada, pintaban un colorido retrato del desdichado hijo mayor de Sadam, a quien no se ha visto desde que supuestamente entró en el restaurante arrasado por bombas de los Estados Unidos, en la vecindad de al-Mansur.
El palacio, localizado en el elegante suburbio Karada, de Bagdad, no era la residencia principal de Uday, sino más bien una casa segura en la cual Uday se podría esconder, como también, según un vecino, podría ser un "nido de amor", al cual él podía llevar a sus muchas novias.
Sus costosos gustos no se limitaban a automóviles y bebidas. Esa riqueza y poder hacían de Uday un buen partido, a juzgar por las cartas de amor que guardaba de sus muchas novias, una de ellas cubierta con un beso impreso con lápiz labial. "Acuérdate de mí cuando escuches de Beethoven, que oí por vez primera contigo", dice una de las cartas.
Pero era otra fuerza, su relación con su padre, lo que perturbaba a Uday. Sadam había escogido para ser su sucesor a Qusay, su hijo menor y menos cabeza-caliente.
"Mi padre quiere descender en la historia", escribió Uday. "No hay ningún sentimiento en mi corazón para con mi padre, ni amor ni bondad. Al final le pedí a Dios que mantuviera a salvo esta casa".
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