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Nación / Amor de una nieta en medio de tragedia

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Amor de una nieta en medio de tragedia

Publicado 2002/08/30 23:00:00
  • Sant Joan Despí
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Las llamas del voraz incendio, que ayer consumió en su totalidad las barracas conocidas como GoodYear en Santa Ana, se conjugaron trágicamente con la penumbra de la madrugada, para cobrar la vida de dos personas, entre ellas una niña que hasta el último instante rechazó abandonar a su abuela enferma.
El siniestro, que precisó la participación de 250 camisas rojas y 11 carros bomba, lanzó a la intemperie a 84 humildes familias que habitaban el caserón de madera, ubicado en calle Jerónimo de la Ossa y la venida Ancón. Yaribeth Domínguez, de 13 años y Elba Rosa Pomares de Fernández, de 60 años, nieta y abuela, respectivamente, no tuvieron la misma suerte que el resto de sus vecinos que, en medio de una oscuridad que sólo era iluminada por las llamas, lograron salir de las barracas y poner a salvo sus vidas, mientras veían incrédulos cómo lo perdían todo.
El hecho, cuyas razones no han sido esclarecidas aún, también dejó una docena de heridos por caídas, contusiones y quemaduras de primer y segundo grado, además de unos 300 damnificados, en su mayoría niños menores de 10 años.
Según los ocupantes del inmueble, el reloj ya había marcado las cinco de la mañana y la oscuridad imperaba aún, cuando se dio un primer grito de alerta, carente de la misma celeridad que las llamas, las cuales se extendieron con tal rapidez que provocó el bloqueo de las tres entradas de las barracas A y B. El siniestro, que se inició en uno de los cuartos frontales de la barraca, hizo más traumática la evacuación y provocó que en muchas personas tuvieran que saltar por los balcones, algunas llevando en sus brazos a sus hijos de pocos días de nacidos.
Algunos residentes de la parte posterior de las barracas pudieron sacar sus enseres, los que fueron colocados en un lote baldío y lograron salvarse de la destrucción de las llamas. Otros, obnubilados aún por el sueño, salieron de sus cuartos sólo con batas o pantaloncillos, llevando en sus brazos a sus bienes más preciados, sus hijos.
"Yo estaba durmiendo con mis cuatro niños cuando una vecina gritó ¡humo! Y luego me desperté y al salir observé que el fuego estaba en mi puerta. Fue allí cuando corrí con mis hijos, pero al mirar atrás noté que me faltaba la más grande. Volví al cuarto y ella apenas se estaba levantando de la cama y salimos todos", relató Edia Marín, una joven madre.
Según Marín, el siniestro tomó dormidos a casi todos los residentes, algunos de los cuales llegaron a salir en ropa interior.
Cynthia Córdoba es otra de las damnificadas, quien junto a su hija de un año salió de la casa a las 5:00 de la mañana únicamente con la ropa que usaban para dormir. Además de los insumos básicos para dar un buen cuidado a su hija, Córdoba carece ahora de un techo.
Pero al igual que Edia y Cynthia que perdieron sus enseres, otros residentes de la barraca "Good Year", como Rosa Argüelles, Mercedes Ríos y Loreta Gordon McFarlane, hicieron un llamado urgente a las autoridades y a la ciudadanía para que los ayuden a rehacer sus vidas, luego del traumático acontecimiento.
Lo ocurrido en las barracas A y B de la Good Year fue la crónica de un incendio anunciado, relató a El Panamá América una de las entrevistadas, quien no descartó que los responsables hayan sido unos inquilinos del cubículo No. 19 de la barraca A, conocido como "el cuarto de los piedreros" y donde supuestamente se inició el fuego.
"Ya en otras ocasiones se habían dado pequeños fuegos en ese cuarto, pero se habían logrado apagar. Lo que pasa es que ellos utilizaban una estufa eléctrica para hacer sus drogas y sus cosas y eso pudo provocar el corto circuito que produjo el fuego", dijo la entrevistada adelantándose al reporte de la Oficina de Seguridad del Cuerpo de Bomberos.
Mientras tanto, las autoridades de la Junta Comunal de Santa Ana y del Ministerio de Vivienda (MIVI), anunciaron que las 84 familias serían ubicadas momentáneamente en diferentes pensiones del corregimiento y en las instalaciones de la propia junta comunal.
Al margen de las causas que pudieron provocar el incendio, las vidas de los inquilinos de la "Good Year" no será la misma, ya que aún cuando regresen al sitio donde vivían (según lo han prometido las autoridades), no estarán junto a ellos la señora Elba Rosa y su nieta Yaribeth, vecinas muy queridas y comprometidas con la fe evangélica.
Elba Rosa Pomares además de diabética sufría del corazón. Según los vecinos, quizás al momento del incendio, que se inició en el cuarto inferior al suyo, la hoy occisa haya sufrido un síncope. Yaribeth, mejor conocida como Yari por sus vecinos, intentó pedir ayuda, pero el cuarto estaba cerrado por dentro.
Todos los residentes coinciden en que Yari gritaba desde el balcón pidiendo ayuda para su abuela, mientras abajo le gritaban que saltara, pero el ruego era ignorado por la niña. "Abajo le decían ¡salta Yari salta!, Pero ella no quería tirarse como lo habían hecho muchos y decía que no dejaría sola a su abuela", narró su vecina Edia Marín. "Los que estabamos abajo la vimos entrar al cuarto por última vez y escuchamos su grito desgarrador. Supongo que fue cuando la agarraron las llamas", explicó.
Otros vecinos consultados recuerdan que el día anterior Yari había estado muy alegre cantando alabanzas a toda voz desde su cuarto. Pero aunque muchos no encuentran consuelo ni entienden lo que le ocurrió a sus vecinas, alabaron el inmenso amor que hasta el último momento de su vida demostró Yari por su abuela enferma.
La vida le ha jugado la más cruel de las pasadas a Emma Paz, hija de Elba Rosa y madre de Yaribeth. Emma también vivía en la "Good Year", pero en un cuarto diferente al de su madre e hija. En medio de un llanto desgarrador contó a El Panamá América que la noche del jueves se disponía a salir, cuando su hija le preguntó si pensaba ir a la calle sin peinarse. "Entonces ella comenzó a peinarme y al final me dio un beso y me dijo que estaba muy bonita", relató Emma.
Cuestionando por qué había ocurrido la desgracia, narró que mientras conversaba con su hija, ésta le decía que sabía que moriría joven y que no llegaría lejos. "Ella me decía: Mamá el mundo se está acabando, mira las cosas que pasan, yo me voy a morir joven. Pero yo siempre la regañaba porque decía eso".
"Ella se levantaba alabando a Dios y se acostaba alabándolo también. Le gustaba cantarle a Dios y siempre sintonizaba radio Hossanna. Dios mío no entiendo esto", replicó Emma Paz, quien en adelante y luego de perder a su madre y a su hija precisará de toda la fe y el consuelo que inspiraron a los vecinos de la "Good Year", la joven Yari y su abuela Elba Rosa.
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