Desde niñas se ganan la vida a cambio de sexo
Publicado 2000/05/16 23:00:00
- Carlos Acebedo
Son jovencitas que pudieran tener un mundo de oportunidades por delante, pero su futuro fue truncado desde el mismo momento en que fueron concebidas por padres sumidos en los vicios de la droga y el alcohol.
Unas lo niegan, otras lo aceptan hasta con desfachatez, pero todas coinciden en que hacen cualquier cosa por conseguir dinero. Aunque algunas sostienen que se acuestan con hombres para tener con qué darles de comer a sus hijos sin padres, están convencidas de que no se prostituyen. Al menos, su concepto sobre la prostitución no se ajusta a los términos literales de la lengua española.
Ninguna pasa de los 18 años. De las seis, únicamente dos dicen haber cumplido la mayoría de edad, pero la cédula "se perdió".
Allá, en un pequeño apartamento de renovación urbana, propiedad de un familiar de una de ellas, ubicado en uno de los barrios más pobres de Panamá, entrevistamos a estas jovencitas. La estrechez del lugar, con pequeñas ventanas adornadas con cortinas rojas, contrastaba con los muebles de buena calidad y los modernos electrodomésticos.
Más que nerviosas ante la entrevista, parecían niñas que harían algo que despertaba su curiosidad.
Unicamente se preocuparon porque sus rostros no aparecieran en el periódico porque "¿qué dirán mis amistades?", según decían entre risas socarronas.
Sus relatos no pueden ser reproducidos textualmente porque el lenguaje utilizado no es el más adecuado, sin embargo, aquí plasmaremos una verdad que deben enfrentar cotidianamente cientos de niñas y jóvenes de Curundú.
YESIBETH
Cumplió 18 años en agosto pasado, según informó, pero ya sabe lo que es "cortar" a la hermana por meterse en su vida y lanzar aceite hirviente al cuerpo de su padre drogadicto por molestarla.
"Mi papá consume mucha droga, mucha piedra", dice, mientras informa que tiene un hermano preso en la cárcel La Joyita.
Comenzó su vida sexual e incluso a prostituirse a los 14 años. Tiene un niño, cuyo padre también está preso, consume droga y pertenece a una banda de delincuentes del sector.
¿Cómo consigue dinero para vivir?, se le pregunta. Su respuesta la dio en medio de risas y con mirada de reto, mientras movía manos y hombros.
"Yo ando con los hombres que me dan plata. Mi papá no me da comida y yo tengo que batallar sola con la vida", dice esta muchacha delgada, con rostro curtido por la mala vida y una dentadura dañada prematuramente.
Reconoce que se prostituye y que fuma marihuana, pero aunque afirma conocer muchos vicios, "no me da por consumir pichi".
Señala que la primera vez que se prostituyó estaba en compañía de una amiga que se veía con los "gringos". Salió con uno de ellos y un homosexual. El gringo le dio 40 balboas tan sólo por ver lo que hacía con el homosexual, "pero no hizo nada conmigo".
Sale con hombres cada dos días y cobra entre 10 y 20 balboas. Usa condón porque quiere protegerse, aunque critica a los hombres "de hoy en día" porque no quieren proteger su vida usando preservativo.
Belinda tiene 17 años y un hijo de uno. Vive con su abuela que además cría a otros nietos.
Su madre murió y su padre... "como si no existiera". Estudió hasta segundo año de escuela secundaria. No trabaja y el papá de su hijo está preso.
Asegura que "anda" con muchachos a quienes les roba dinero antes de consumar el acto sexual y luego éstos la andan buscando porque "se ponen bravos", según sus propias palabras.
Ha tenido propuestas, responde, cuando se le pregunta si alguien la induce a prostituirse para lucrar de ella, pero no las ha aceptado. Conviene, no obstante, en afirmar que sale con hombres para obtener dinero, pero por su cuenta.
Hace poco hizo una casita de madera, de esas que no reúnen las mínimas condiciones para vivir decorosamente, y recibe ayuda de un tío y de la abuela.
Busca, de acuerdo con su testimonio, a alguien que la mantenga o un trabajo. DIVA cumplió 18 años el pasado mes de noviembre. Vive con la mamá, un tío y una hermana. Tiene un hijo de dos años a quien dio a luz cuando ella tenía 15.
"He andado con muchachos que me dan plata y también les quito", dice. Vivió con un muchacho que hoy está preso.
Comenzó a tener relaciones sexuales a los 14 años e informó que "hay gente" que se dedica a reclutar muchachas y les hacen ofertas. Una de ellas es que si van a la cama con un hombre, al cobrar la tarifa, la mitad es para ella y la otra mitad para el que las recluta.
Dice saber esta información, pero que ella no lo "hace" así. CLARISSA tiene 17 años. Su hijo 2 y medio. El padre de su bebé murió cuando ella estaba embarazada.
Asegura que los hombres la buscan y ella les roba o pide "emprestado" porque tiene que mantener a su hijo.
"Es más fácil conseguir dinero a cambio de sexo", manifiesta con una pasmosidad que aterra, si se tiene en cuenta que es menor de edad.
"Yo salgo a pasear a la calle, los muchachos me invitan y yo les digo que se pongan condón", informa, al tiempo que da a conocer que su tarifa oscila entre los 30 y 40 balboas.
Trabaja por sí misma y no acepta ofertas de proxenetas. Obviamente no utilizó este término.
Ha trabajado también en casas de familia. Su mamá murió y vive con una hermana y con su papá, que es alcohólico y drogadicto.
MIRIAM
De 15 años, ella en ningún momento aceptó que se prostituye. Es más, recalcó que los hombres por ahí le dicen: "oye, mami, estás buena, te voy a dar 20 dólares", a lo que ella siempre responde no.
En honor a la verdad, su carita parece muy inocente y su mirada denota confianza y a la vez esperanza de una vida mejor. Sin embargo, esta entrevista era para niñas prostitutas y ella aceptó darla. Después dijo que pensaba que era para muchachas que han pasado trabajo.
Y como quien siente el peso de su cruz desde muy temprana edad, Miriam suspira y dice "la vida es dura".
Ella vive con siete hermanas y varios sobrinos. Su casa se quemó en el último fuego de Curundú y su mamá consume piedra.
Tampoco Leydis, una jovencita de 17 años reconoció estar sumida en la prostitución. En cambio, sí afirmó que le han propuesto prostituirse, a lo que se ha negado porque los hombres no se quieren proteger y ella no desea arriesgar su vida.
Informó que no trabaja, pero que tomó cursos de belleza en Casa Esperanza y a veces se gana la vida pintando uñas.
Su mamá trabaja barriendo calles. Estas seis niñas-mujeres panameñas presentan características similares: pobreza extrema, hacinamiento en sus hogares, padres y madres drogadictos, maridos delincuentes y viciosos (en cuatro de los casos), entorno plagado de vicios y suciedad, carencia de afecto, alimentación insuficiente, educación mínima y, por si fuera poco, hijos que se sumarán a los eslabones de miseria que ha constituido la cadena que mantiene amarrados a sus padres a ese estilo de vida.
Esta es la cara de la pobreza de la urbe citadina. Una pobreza que se extiende a lo moral, más que a lo económico.
Y eso que no hemos abordado el caso de niñas de nueve años que, en los semáforos, piden a los conductores que las "toquen" a cambio de una moneda de 25 centésimos.
Tampoco el de aquéllas que pululan por el mercado público de San Felipe, las calles aledañas a la Lotería Nacional o en la Frangipani, vendiendo su cuerpo al mejor postor.
No obstante damos a conocer el testimonio corto y preciso de un camionero, ahora taxista, escandalizado por lo que le tocó vivir una noche: Estaba sentado al volante de su camión y, de repente, cerca del estadio Juan Demóstenes Arosemena, una niña de 11 años se le acercó y le pidió "un cuara". El le dijo que no y que debía irse a su casa. Ella insistió y al ver que no obtendría su moneda por las buenas, ofreció levantarse su vestido, si el camionero accedía a darle los 25 centésimos.
El se mantuvo firme y volvió a decir no. Ella, molesta por la negativa, lo amenazó diciéndole que si no le daba "el cuara", gritaría a todo pulmón que él la había tocado y, como ella era menor de edad, todos le creerían. El conductor prefirió transar y darle su moneda para no verse envuelto en un problema de mayor magnitud. Así están las calles de Panamá.
HAY PROGRAMAS, PERO NO DE PREVENCION
Maribel López de Lobo, directora nacional de la Niñez, del Ministerio de la Juventud, la Mujer, la Niñez y la Familia, se refirió a este problema latente de la sociedad panameña y dio a conocer que aún no existen programas para las niñas que se dedican a la prostitución, aunque sí los hay para prevenir este flagelo a través de instituciones de protección a la niñez.
No existen cifras oficiales sobre la cantidad de casos en Panamá, sin embargo, en comparación con países de Centro y Suramérica, donde el tráfico de niños para la prostitución es frecuente, Panamá no presenta aún situaciones alarmantes, si bien sí existen casos de prostitución infantil.
En aquellos países, la actividad turística es determinante para sus economías, por tanto, ésta incluye el tráfico de niños y niñas para mantener actividades sexuales con turistas que piensan que porque son muy pequeños, no tienen tantos compañeros sexuales y, por consiguiente, hay menos riesgo de contraer el SIDA.
En Panamá, el turismo no es la principal fuente de ingresos, por tanto, la prostitución infantil es una actividad tan clandestina y oculta en el país, que recabar datos conllevaría extensas investigaciones, según la doctora Lobo. Lo que sí se conoce es que el perfil de una niña que se prostituye, generalmente incluye a padres drogadictos, que incluso las utilizan como fuente de dinero para sus hogares.
El estudio más reciente data de 1994, cuando se hizo uno en el Mercado Público, donde se detectaron 34 casos de prostitución infantil en niñas cuyas edades oscilan entre los nueve y 17 años.
El 30% de éstas era de nacionalidad dominicana, el 50% del interior y el resto de la capital. La mitad tenían hijos.
Generalmente, la prostitución infantil es consecuencia de la violencia intrafamiliar, tanto física, como emocional y sexual. Esta última es la de mayor incidencia en este renglón, debido a que casi siempre las niñas son abusadas por parientes cercanos como tíos, padrastros y primos, lo que las obliga a salir del hogar.
Otro de los factores asociados a esta problemática es la pobreza. La prostitución es una actividad bien remunerada y por tanto, una manera fácil de conseguir dinero.
De hecho, una niña que se prostituye gana más en un día que lo que gana una planchadora en una semana, destacó la directora de la Niñez.
De igual forma, la drogadicción es otro factor que influye para que una niña se dedique a esta actividad. Cuando ella se inicia en la prostitución, sabe que está haciendo algo incorrecto. En consecuencia, su autoestima baja, no tiene amigas verdaderas y es presa fácil de la droga como medio de inspiración para seguir haciendo lo que sabe que está mal.
Próximamente, el ministerio realizará un estudio en el distrito de Barú (Puerto Armuelles), pues en esa área existe prostitución infantil por su posición cercana a la frontera tico-panameña.
La doctora Lobo recomienda a la ciudadanía que si sabe de un caso de prostitución infantil, lo denuncie a la línea caliente 260-1388 o personalmente en la Dirección de la Niñez del Ministerio de la Juventud, la Mujer, la Niñez y la Familia, ubicado en la Plaza Edison (vía Ricardo J. Alfaro), cuarto piso.
Unas lo niegan, otras lo aceptan hasta con desfachatez, pero todas coinciden en que hacen cualquier cosa por conseguir dinero. Aunque algunas sostienen que se acuestan con hombres para tener con qué darles de comer a sus hijos sin padres, están convencidas de que no se prostituyen. Al menos, su concepto sobre la prostitución no se ajusta a los términos literales de la lengua española.
Ninguna pasa de los 18 años. De las seis, únicamente dos dicen haber cumplido la mayoría de edad, pero la cédula "se perdió".
Allá, en un pequeño apartamento de renovación urbana, propiedad de un familiar de una de ellas, ubicado en uno de los barrios más pobres de Panamá, entrevistamos a estas jovencitas. La estrechez del lugar, con pequeñas ventanas adornadas con cortinas rojas, contrastaba con los muebles de buena calidad y los modernos electrodomésticos.
Más que nerviosas ante la entrevista, parecían niñas que harían algo que despertaba su curiosidad.
Unicamente se preocuparon porque sus rostros no aparecieran en el periódico porque "¿qué dirán mis amistades?", según decían entre risas socarronas.
Sus relatos no pueden ser reproducidos textualmente porque el lenguaje utilizado no es el más adecuado, sin embargo, aquí plasmaremos una verdad que deben enfrentar cotidianamente cientos de niñas y jóvenes de Curundú.
YESIBETH
Cumplió 18 años en agosto pasado, según informó, pero ya sabe lo que es "cortar" a la hermana por meterse en su vida y lanzar aceite hirviente al cuerpo de su padre drogadicto por molestarla.
"Mi papá consume mucha droga, mucha piedra", dice, mientras informa que tiene un hermano preso en la cárcel La Joyita.
Comenzó su vida sexual e incluso a prostituirse a los 14 años. Tiene un niño, cuyo padre también está preso, consume droga y pertenece a una banda de delincuentes del sector.
¿Cómo consigue dinero para vivir?, se le pregunta. Su respuesta la dio en medio de risas y con mirada de reto, mientras movía manos y hombros.
"Yo ando con los hombres que me dan plata. Mi papá no me da comida y yo tengo que batallar sola con la vida", dice esta muchacha delgada, con rostro curtido por la mala vida y una dentadura dañada prematuramente.
Reconoce que se prostituye y que fuma marihuana, pero aunque afirma conocer muchos vicios, "no me da por consumir pichi".
Señala que la primera vez que se prostituyó estaba en compañía de una amiga que se veía con los "gringos". Salió con uno de ellos y un homosexual. El gringo le dio 40 balboas tan sólo por ver lo que hacía con el homosexual, "pero no hizo nada conmigo".
Sale con hombres cada dos días y cobra entre 10 y 20 balboas. Usa condón porque quiere protegerse, aunque critica a los hombres "de hoy en día" porque no quieren proteger su vida usando preservativo.
Belinda tiene 17 años y un hijo de uno. Vive con su abuela que además cría a otros nietos.
Su madre murió y su padre... "como si no existiera". Estudió hasta segundo año de escuela secundaria. No trabaja y el papá de su hijo está preso.
Asegura que "anda" con muchachos a quienes les roba dinero antes de consumar el acto sexual y luego éstos la andan buscando porque "se ponen bravos", según sus propias palabras.
Ha tenido propuestas, responde, cuando se le pregunta si alguien la induce a prostituirse para lucrar de ella, pero no las ha aceptado. Conviene, no obstante, en afirmar que sale con hombres para obtener dinero, pero por su cuenta.
Hace poco hizo una casita de madera, de esas que no reúnen las mínimas condiciones para vivir decorosamente, y recibe ayuda de un tío y de la abuela.
Busca, de acuerdo con su testimonio, a alguien que la mantenga o un trabajo. DIVA cumplió 18 años el pasado mes de noviembre. Vive con la mamá, un tío y una hermana. Tiene un hijo de dos años a quien dio a luz cuando ella tenía 15.
"He andado con muchachos que me dan plata y también les quito", dice. Vivió con un muchacho que hoy está preso.
Comenzó a tener relaciones sexuales a los 14 años e informó que "hay gente" que se dedica a reclutar muchachas y les hacen ofertas. Una de ellas es que si van a la cama con un hombre, al cobrar la tarifa, la mitad es para ella y la otra mitad para el que las recluta.
Dice saber esta información, pero que ella no lo "hace" así. CLARISSA tiene 17 años. Su hijo 2 y medio. El padre de su bebé murió cuando ella estaba embarazada.
Asegura que los hombres la buscan y ella les roba o pide "emprestado" porque tiene que mantener a su hijo.
"Es más fácil conseguir dinero a cambio de sexo", manifiesta con una pasmosidad que aterra, si se tiene en cuenta que es menor de edad.
"Yo salgo a pasear a la calle, los muchachos me invitan y yo les digo que se pongan condón", informa, al tiempo que da a conocer que su tarifa oscila entre los 30 y 40 balboas.
Trabaja por sí misma y no acepta ofertas de proxenetas. Obviamente no utilizó este término.
Ha trabajado también en casas de familia. Su mamá murió y vive con una hermana y con su papá, que es alcohólico y drogadicto.
MIRIAM
De 15 años, ella en ningún momento aceptó que se prostituye. Es más, recalcó que los hombres por ahí le dicen: "oye, mami, estás buena, te voy a dar 20 dólares", a lo que ella siempre responde no.
En honor a la verdad, su carita parece muy inocente y su mirada denota confianza y a la vez esperanza de una vida mejor. Sin embargo, esta entrevista era para niñas prostitutas y ella aceptó darla. Después dijo que pensaba que era para muchachas que han pasado trabajo.
Y como quien siente el peso de su cruz desde muy temprana edad, Miriam suspira y dice "la vida es dura".
Ella vive con siete hermanas y varios sobrinos. Su casa se quemó en el último fuego de Curundú y su mamá consume piedra.
Tampoco Leydis, una jovencita de 17 años reconoció estar sumida en la prostitución. En cambio, sí afirmó que le han propuesto prostituirse, a lo que se ha negado porque los hombres no se quieren proteger y ella no desea arriesgar su vida.
Informó que no trabaja, pero que tomó cursos de belleza en Casa Esperanza y a veces se gana la vida pintando uñas.
Su mamá trabaja barriendo calles. Estas seis niñas-mujeres panameñas presentan características similares: pobreza extrema, hacinamiento en sus hogares, padres y madres drogadictos, maridos delincuentes y viciosos (en cuatro de los casos), entorno plagado de vicios y suciedad, carencia de afecto, alimentación insuficiente, educación mínima y, por si fuera poco, hijos que se sumarán a los eslabones de miseria que ha constituido la cadena que mantiene amarrados a sus padres a ese estilo de vida.
Esta es la cara de la pobreza de la urbe citadina. Una pobreza que se extiende a lo moral, más que a lo económico.
Y eso que no hemos abordado el caso de niñas de nueve años que, en los semáforos, piden a los conductores que las "toquen" a cambio de una moneda de 25 centésimos.
Tampoco el de aquéllas que pululan por el mercado público de San Felipe, las calles aledañas a la Lotería Nacional o en la Frangipani, vendiendo su cuerpo al mejor postor.
No obstante damos a conocer el testimonio corto y preciso de un camionero, ahora taxista, escandalizado por lo que le tocó vivir una noche: Estaba sentado al volante de su camión y, de repente, cerca del estadio Juan Demóstenes Arosemena, una niña de 11 años se le acercó y le pidió "un cuara". El le dijo que no y que debía irse a su casa. Ella insistió y al ver que no obtendría su moneda por las buenas, ofreció levantarse su vestido, si el camionero accedía a darle los 25 centésimos.
El se mantuvo firme y volvió a decir no. Ella, molesta por la negativa, lo amenazó diciéndole que si no le daba "el cuara", gritaría a todo pulmón que él la había tocado y, como ella era menor de edad, todos le creerían. El conductor prefirió transar y darle su moneda para no verse envuelto en un problema de mayor magnitud. Así están las calles de Panamá.
HAY PROGRAMAS, PERO NO DE PREVENCION
Maribel López de Lobo, directora nacional de la Niñez, del Ministerio de la Juventud, la Mujer, la Niñez y la Familia, se refirió a este problema latente de la sociedad panameña y dio a conocer que aún no existen programas para las niñas que se dedican a la prostitución, aunque sí los hay para prevenir este flagelo a través de instituciones de protección a la niñez.
No existen cifras oficiales sobre la cantidad de casos en Panamá, sin embargo, en comparación con países de Centro y Suramérica, donde el tráfico de niños para la prostitución es frecuente, Panamá no presenta aún situaciones alarmantes, si bien sí existen casos de prostitución infantil.
En aquellos países, la actividad turística es determinante para sus economías, por tanto, ésta incluye el tráfico de niños y niñas para mantener actividades sexuales con turistas que piensan que porque son muy pequeños, no tienen tantos compañeros sexuales y, por consiguiente, hay menos riesgo de contraer el SIDA.
En Panamá, el turismo no es la principal fuente de ingresos, por tanto, la prostitución infantil es una actividad tan clandestina y oculta en el país, que recabar datos conllevaría extensas investigaciones, según la doctora Lobo. Lo que sí se conoce es que el perfil de una niña que se prostituye, generalmente incluye a padres drogadictos, que incluso las utilizan como fuente de dinero para sus hogares.
El estudio más reciente data de 1994, cuando se hizo uno en el Mercado Público, donde se detectaron 34 casos de prostitución infantil en niñas cuyas edades oscilan entre los nueve y 17 años.
El 30% de éstas era de nacionalidad dominicana, el 50% del interior y el resto de la capital. La mitad tenían hijos.
Generalmente, la prostitución infantil es consecuencia de la violencia intrafamiliar, tanto física, como emocional y sexual. Esta última es la de mayor incidencia en este renglón, debido a que casi siempre las niñas son abusadas por parientes cercanos como tíos, padrastros y primos, lo que las obliga a salir del hogar.
Otro de los factores asociados a esta problemática es la pobreza. La prostitución es una actividad bien remunerada y por tanto, una manera fácil de conseguir dinero.
De hecho, una niña que se prostituye gana más en un día que lo que gana una planchadora en una semana, destacó la directora de la Niñez.
De igual forma, la drogadicción es otro factor que influye para que una niña se dedique a esta actividad. Cuando ella se inicia en la prostitución, sabe que está haciendo algo incorrecto. En consecuencia, su autoestima baja, no tiene amigas verdaderas y es presa fácil de la droga como medio de inspiración para seguir haciendo lo que sabe que está mal.
Próximamente, el ministerio realizará un estudio en el distrito de Barú (Puerto Armuelles), pues en esa área existe prostitución infantil por su posición cercana a la frontera tico-panameña.
La doctora Lobo recomienda a la ciudadanía que si sabe de un caso de prostitución infantil, lo denuncie a la línea caliente 260-1388 o personalmente en la Dirección de la Niñez del Ministerio de la Juventud, la Mujer, la Niñez y la Familia, ubicado en la Plaza Edison (vía Ricardo J. Alfaro), cuarto piso.
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