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Historias para un martes 13
Aleida Samaniego - Publicado:
Si a alguien tiene la fórmula secreta para ser joven por siempre es esa dama a la que dicen se le extravío su hijo en un río.Nos lo contaron nuestros padres y a ellos los suyos y así se ha transmitido de generación en generación a lo panameño.Se trata del cuento de "La Tulivieja" o "la Tepesa".Historias como ésta son tan comunes que se dicen sin importar hora, tiempo y espacio.Pero, qué decir en la víspera de un martes 13.El Castillo de Hato Montaña en Arraiján es otra de las versiones que logran poner "los pelos de punta", sobre todo si se cuentan a la media noche en medio de un paraje desolado en el interior del país.Allí, aseguran los lugareños, se escuchan ruidos, gemidos, silbidos y por supuesto, aparecen fantasmas.Estas narraciones terroríficas hablan también de un día de boda.Resulta que en esta lujosa mansión mataron a los novios y al sacerdote.Siendo así, el castillo ha tenido varios dueños."Los fenómenos sobrenaturales han hecho que pase de mano en mano", opinan los vecinos.Son leyendas escalofriantes, más aún si se menciona a figuras que la propia historia de la nación cita.El médico Hugo Spadafora, por ejemplo.Se dice que su cabeza fue encontrada con formalina en la casa del general Manuel Antonio Noriega.¿Cierto o falso?, sólo "Dios sabe" o quizás el "hombre fuerte" lo sepa y prefiera guardarlo como otro secreto más que se llevará a la tumba.Le siguen el desaparecido sacerdote Héctor Gallego.Mientras su hermana Edilma hace ingentes esfuerzos por recuperarlo y la Comisión de la Verdad ha invertido años en su búsqueda, algunos se inclinan por la adrenalina que inyectan las leyendas urbanas."El padre Gallego está vivo en Darién".Esos mismos panameños manejan otro supuesto singular: "el General Torrijos se encontró encarcelado en la Antigua Cárcel Modelo".Una buena historia de terror, a lo panameño, no podría obviar al popular Chivato, que consistía en una encarnación del diablo.Aquel adagio de "cada maestrillo con su librillo" tiene sentido en las diversas narraciones de regiones como la ciudad de Colón con sus propios cuentos de horror.Sucede que existió alguna vez una enfermera que murió cuando intentaba cruzar la calle a la altura de lo que es hoy la Caja de Seguro Social, a pocos metros de Cuatro Altos.Hoy, aquellos que transitan por allí solos, a altas horas de la noche, experimentan la horrible sensación de llevar un pasajero al que no alcanzan a ver.Otros, los menos afortunados, la ven y aún más, la convierten en una pasajera más luego que ella les pide un "aventón".Así las define el sociológico Raúl Leis, aunque señala que la diferencia es que las historias del interior son contrarias a las urbanas."En la ciudad nadie va creer en monstruos, fantasmas y en leyendas como la Tulivieja, la Silampa, Hombre sin Cabeza".Leis aprovechó para contar entonces una historia con toque capitalino."El violador del petate", ese hombre que andaba con un petate en donde violaba a las jóvenes.A su juicio, "los personajes del campo son producto de la fantasía y las de la ciudad son de situaciones que pudiesen ser reales, es decir, de un hecho ocurrido".Es como decir que las brujas no existen, pero de que las hay, las hay.Desde el punto de vista psicológico los efectos de las leyendas van más allá."Afectan a los niños porque causan temor y ansiedad que se manifiestan con síntomas como falta de apetito, preocupación y bajo rendimiento académico, indicó Geraldine Emiliani.Son los gestos y palabras lo que las hacen tan creíbles.Fechas como el martes 13 que se han convertido en días de temor y espanto.