Panameño narra el horror del terrorismo
- Italia/
- - Publicado: 10/9/2002 - 11:00 pm
Pánico y extrema desesperación. Así define el panameño Alberto Wilson lo que sintió mientras trabajaba en el Pentágono el día en que el terrorismo hizo temblar al mundo.
Radicado en Estados Unidos desde hace más de 12 años, Wilson, un administrador de redes de computadoras del Departamento de Estado, vio su vida conmocionarse aquella mañana del 11 de septiembre de 2001, cuando un avión de línea comercial secuestrado por terroristas de la Osama bin Laden destruyó parte de las instalaciones donde laboraba, matando a varios de sus compañeros.
"Sentimos algo portentoso e inexplicable, acompañado de un viento fuerte que corrió por todo el cielo raso hasta descomponer las láminas y provocando que los presentes en la oficina se levantaran pensando que se trataba de la explosión de los aires acondicionados", narró Wilson a El Panamá América, en una entrevista telefónica.
Pero su desconcierto y el de sus compañeros fue esclarecido inmediatamente por los gritos y la histeria de las más de 20 mil almas que se encontraban laborando en cada uno de los cinco anillos concéntricos que conforman el Pentágono.
"Recuerdo el rostro de una mujer, una mayor del ejército, su expresión de terror que nunca olvidaré al igual que la frase ¡Salgan de aquí rápido!", relató Alberto, quien aquella fatídica mañana escapó al destino que le tocó vivir a varios de sus compañeros de trabajo.
"Nunca había visto tanta gente junta corriendo desesperadamente y con ese terror en sus rostros. Imagínate eso, personas saliendo por todas partes del edificio y sin saber por qué o a dónde", comentó.
El surrealismo que había vivido unos minutos antes no había concluido. Ya que al salir del edificio y ver la gravedad de los daños pudo comprobar que lo ocurrido era una obra terrorista como había pensado.
Una vez fuera del edificio y sin saber a dónde correr, intentó de manera infructuosa hacer algunas llamadas telefónicas. Miró a todos lados y al escuchar a la gente comentar lo ocurrido en las Torres Gemelas de Nueva York sintió temor que lo ocurrido en el edificio externo del Pentágono fuera una secuela de lo anterior.
Sin poder creer lo que escuchaba sobre el desplome de las Torres de Nueva York, fue traído nuevamente a la realidad por un carro patrulla que anunciaba por un megáfono que otro avión se aproximaba para impactar por segunda ocasión el Pentágono.
"Sentí un temor horrible, una de las desesperaciones más grandes de mi vida. Recuerdo que estaba junto a un compañero de la oficina y empezamos a correr sin saber hacia dónde, porque el Pentágono está sobre una explanada que no ofrece ningún tipo de refugio en el área externa", detalló el panameño Alberto Wilson .
La única alternativa para Wilson y su compañero parecieron ser las aguas del río Potomac, colindante con el Pentágono y, según el panameño, el único sitio que serviría de refugio en el caso de un nuevo ataque.
"Esa fue otras de las situaciones más angustiantes, el estar desprotegidos y no saber si venían otros aviones o qué desataría lo que había ocurrido", dijo.
Afortunadamente para ellos, el anunciado avión nunca llegó, lo que le permitió a los miles de histéricos trabajadores del Pentágono recobrar la tranquilidad.
Fue luego de la interminable zozobra que Wilson pudo ubicar a su madre y hermanos residentes en el estado de Boston para informarles que estaba bien.
Los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 son, según el panameño, hechos que quedarán grabados en su mente para siempre. Los que se dieron los días subsiguientes, también.
El mismo 12 de septiembre, según contó, gran parte de los trabajadores del Pentágono fueron a trabajar. "Era una obligación moral y patriótica", explica. Agrega, que no obstante, las condiciones en que había quedado el ala destruida del edificio y el penetrante olor a gasolina impidió que la faena se desarrollara de manera normal.
Fue en ese instante que Alberto Wilson reflexionó sobre la muerte de dos secretarias compañeras suyas, que aunque no compartían la misma oficina sí mantenían un intercambio constante por la labor que desarrolla en su trabajo.
Recordó que el día anterior al atentado estuvo en la oficina donde impactó la nariz del avión. "Estuve revisando un equipo computacional y conversé con algunos de ellos", acotó al tiempo que hablaba de aquellos que no murieron durante la explosión, pero que sí sufrieron quemaduras de diversos grados.
"No faltó quienes se fueran de aquí, porque no aguantaron la presión y sienten temor que algo como lo del 11 de septiembre vuelva a ocurrir. Te puedo hablar del caso de un amigo que se fue a trabajar al Capitolio huyendo por lo ocurrido y allá se encontró luego con los del ántrax", comentó entre risas.
Un año después de todo aquello, Alberto Wilson, el panameño egresado del colegio San Agustín y de la Universidad Santa María la Antigua (USMA), piensa que de todo lo ocurrido hay algo bueno que aprender, "porque antes se vivía de forma libertina pensando que los actos de terrorismo son exclusivos de algunas latitudes, pero no es así, está aquí y es real".
Destacó que así como las instalaciones del Pentágono fueron reconstruidas en tan sólo un año, así todos deben reconstruir sus vidas, sin que ello signifique que se olviden las actuaciones irracionales que cambiaron la vida del pueblo estadounidense y del mundo.
Radicado en Estados Unidos desde hace más de 12 años, Wilson, un administrador de redes de computadoras del Departamento de Estado, vio su vida conmocionarse aquella mañana del 11 de septiembre de 2001, cuando un avión de línea comercial secuestrado por terroristas de la Osama bin Laden destruyó parte de las instalaciones donde laboraba, matando a varios de sus compañeros.
"Sentimos algo portentoso e inexplicable, acompañado de un viento fuerte que corrió por todo el cielo raso hasta descomponer las láminas y provocando que los presentes en la oficina se levantaran pensando que se trataba de la explosión de los aires acondicionados", narró Wilson a El Panamá América, en una entrevista telefónica.
Pero su desconcierto y el de sus compañeros fue esclarecido inmediatamente por los gritos y la histeria de las más de 20 mil almas que se encontraban laborando en cada uno de los cinco anillos concéntricos que conforman el Pentágono.
"Recuerdo el rostro de una mujer, una mayor del ejército, su expresión de terror que nunca olvidaré al igual que la frase ¡Salgan de aquí rápido!", relató Alberto, quien aquella fatídica mañana escapó al destino que le tocó vivir a varios de sus compañeros de trabajo.
"Nunca había visto tanta gente junta corriendo desesperadamente y con ese terror en sus rostros. Imagínate eso, personas saliendo por todas partes del edificio y sin saber por qué o a dónde", comentó.
El surrealismo que había vivido unos minutos antes no había concluido. Ya que al salir del edificio y ver la gravedad de los daños pudo comprobar que lo ocurrido era una obra terrorista como había pensado.
Una vez fuera del edificio y sin saber a dónde correr, intentó de manera infructuosa hacer algunas llamadas telefónicas. Miró a todos lados y al escuchar a la gente comentar lo ocurrido en las Torres Gemelas de Nueva York sintió temor que lo ocurrido en el edificio externo del Pentágono fuera una secuela de lo anterior.
Sin poder creer lo que escuchaba sobre el desplome de las Torres de Nueva York, fue traído nuevamente a la realidad por un carro patrulla que anunciaba por un megáfono que otro avión se aproximaba para impactar por segunda ocasión el Pentágono.
"Sentí un temor horrible, una de las desesperaciones más grandes de mi vida. Recuerdo que estaba junto a un compañero de la oficina y empezamos a correr sin saber hacia dónde, porque el Pentágono está sobre una explanada que no ofrece ningún tipo de refugio en el área externa", detalló el panameño Alberto Wilson .
La única alternativa para Wilson y su compañero parecieron ser las aguas del río Potomac, colindante con el Pentágono y, según el panameño, el único sitio que serviría de refugio en el caso de un nuevo ataque.
"Esa fue otras de las situaciones más angustiantes, el estar desprotegidos y no saber si venían otros aviones o qué desataría lo que había ocurrido", dijo.
Afortunadamente para ellos, el anunciado avión nunca llegó, lo que le permitió a los miles de histéricos trabajadores del Pentágono recobrar la tranquilidad.
Fue luego de la interminable zozobra que Wilson pudo ubicar a su madre y hermanos residentes en el estado de Boston para informarles que estaba bien.
Los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 son, según el panameño, hechos que quedarán grabados en su mente para siempre. Los que se dieron los días subsiguientes, también.
El mismo 12 de septiembre, según contó, gran parte de los trabajadores del Pentágono fueron a trabajar. "Era una obligación moral y patriótica", explica. Agrega, que no obstante, las condiciones en que había quedado el ala destruida del edificio y el penetrante olor a gasolina impidió que la faena se desarrollara de manera normal.
Fue en ese instante que Alberto Wilson reflexionó sobre la muerte de dos secretarias compañeras suyas, que aunque no compartían la misma oficina sí mantenían un intercambio constante por la labor que desarrolla en su trabajo.
Recordó que el día anterior al atentado estuvo en la oficina donde impactó la nariz del avión. "Estuve revisando un equipo computacional y conversé con algunos de ellos", acotó al tiempo que hablaba de aquellos que no murieron durante la explosión, pero que sí sufrieron quemaduras de diversos grados.
"No faltó quienes se fueran de aquí, porque no aguantaron la presión y sienten temor que algo como lo del 11 de septiembre vuelva a ocurrir. Te puedo hablar del caso de un amigo que se fue a trabajar al Capitolio huyendo por lo ocurrido y allá se encontró luego con los del ántrax", comentó entre risas.
Un año después de todo aquello, Alberto Wilson, el panameño egresado del colegio San Agustín y de la Universidad Santa María la Antigua (USMA), piensa que de todo lo ocurrido hay algo bueno que aprender, "porque antes se vivía de forma libertina pensando que los actos de terrorismo son exclusivos de algunas latitudes, pero no es así, está aquí y es real".
Destacó que así como las instalaciones del Pentágono fueron reconstruidas en tan sólo un año, así todos deben reconstruir sus vidas, sin que ello signifique que se olviden las actuaciones irracionales que cambiaron la vida del pueblo estadounidense y del mundo.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.