Ricardo Gago, el donante del museo del Canal de Panamá
Aunque la cita fue coordinada para realizarse en su despacho, la agenda del empresario panameño Ricardo Gago contribuyó para que el encuentro finalmente se diera en el Museo del Canal Interoceánico de Panamá.
Ricardo Gago, el donante del museo del Canal de Panamá
Aunque la cita fue coordinada para realizarse en su despacho, la agenda del empresario panameño Ricardo Gago contribuyó para que el encuentro finalmente se diera en el Museo del Canal Interoceánico de Panamá.
El sitio resulta inmejorable para una charla con quien es considerado una autoridad en reliquias de Panamá, y -de hecho- uno de los mayores coleccionistas de objetos del Canal de Panamá en todo el mundo.
Es también un gran filántropo de estos codiciados objetos, testigos mudos de historias centenarias.
En medio del museo, Ricardo Gago habla de lo que más le apasiona.
¿Por qué su interés por objetos del Canal?
Me interesa todo lo que guarda relación con Panamá, por supuesto incluyendo a su Canal. Y cada día me convenzo más de que es por agradecimiento. Soy panameño, pero mis padres fueron emigrantes españoles, y este país les dio todo. Es una forma de retribuir eso.
¿Por qué este museo?
La relación se inició desde que abrió sus puertas, en 1997. Antes, un amigo que se jubiló en el Canal me regaló un juego de tazas conmemorativas, y esa fue la mechita que encendió mi interés en el tema. Cuando el museo abrió, ya tenía una colección importante, y pude cederle una parte
¿Como obsequio?
Al inicio era préstamo. Conocía de pérdidas de objetos que eran donados a otros museos. Pero el museo del Canal me demostró mucha responsabilidad en los préstamos. Las piezas eran bien cuidadas y exhibidas, así que decidí darlas como obsequio.
¿Cuántas piezas van?
En 15 años, ya he podido donarle más de 5,000.
¿Con qué periodicidad?
Al inicio era algo espontáneo, pero en 2005 participé de un evento acá y ese día hice una promesa: cada vez que viniera de visita al museo del Canal, le entregaría por lo menos una pieza.
¿Y ha cumplido?
Sí, hoy -por ejemplo- vine a un evento por invitación de History Channel, pero traje cuatro postales visuales. Y la semana pasada que estuve por acá, entregué 300 piezas más. Me siento contento de seguir cumpliendo la promesa y de traer siempre un regalo al museo.
¿Cuántas tiene?
Algunas más (sonrisa). Pero me siguen llegando objetos alusivos, y también participo en subastas.
¿Se le ha escapado alguna en particular?
Lamentablemente sí. Y cuando eso ocurre da mucho dolor. A veces se debe a los altos precios. Al ser piezas que cumplen 100 años (después de 50 se cotizan como antigüedades), los precios han subido mucho. En algunos casos me toca desistir por lo elevado de la oferta. Pero hay otras ocasiones en las que pierdo por descuido. En las subastas por internet hay que estar literalmente pegado a la computadora en los últimos 10 minutos. Hace poco, justo en ese momento, me sonó el teléfono. Era mi mamá... ¡cómo no contestarle a mi mamá! Y mientras hablaba con ella, se me fue la pieza.
¿Y los horarios?
Ese aspecto también es un desafío. En ocasiones he tenido que despertarme a las 2:00 o 3:00 de la madrugada, porque a esa hora se vence la subasta, y uno no sabe qué otra persona en el mundo está pujando por adquirir la pieza.
¿Le han vendido objetos falsos?
Claro que sí. Una vez pagué a un vecino $50 por una hermosa lámpara, toda una antigüedad. La mostraba con mucho orgullo a las amistades que me visitaban. Pero una noche, en El Valle de Antón, se fue la luz, y tuve que ir a un comercio de asiático a comprar velas. Al entrar a la tienda me encontré con decenas de la misma lámpara esa, a $7 cada una.
Y de objetos del Canal, cuando estaban los gringos compré unos supuestos panfletos históricos con explicación en varios idiomas de las Esclusas de Miraflores. Al cabo del tiempo, fue a Miraflores, y al entrar me encontré con un “stand informativo” con esos mismos panfletitos que yo había comprado; y eran gratis.
¿Cómo verifica los objetos que dona?
Me apoyo en libros, documentos y en expertos en temas puntuales. Pero además me gusta que el museo del Canal es muy celoso en este tema. Acá se verifica la autenticidad de cada pieza. Y no se exhibe hasta que se encuentre documentación que valide su originalidad.
¿Le costó desprenderse de alguna?
Amo con loca pasión al museo de Canal, pero una de las piezas que más me “dolió donar” (por decirlo de alguna forma), fue la que usé de portada en mi primer libro. Es un pedazo de cuarzo sacado de la entraña del corte culebra, sujetado por una garra de un águila (ave nacional de EE.UU.), y abajo la firma del ingeniero George W. Goethals.
¿Es negocio invertir para luego regalar?
Para mí sí. Creo que al nacer, Dios nos da una misión. Y esto hace parte de mi misión de vida. Ya está estipulado que cuando muera, mi colección del Canal vendrá a este museo.