Identidad. La Tulivieja, la Silampa y otros seres de nuestra oscuridad.
Cuentos de terror ‘made in Panama’
Publicado 2012/11/12 10:16:00
Panamá tiene sus mitos y lo que nos asusta acá no asusta a los de allá, así que el miedo también es parte de la identidad. Los gringos le temen como a la peste al viernes 13, mientras que nosotros, y por acá en España igual, le huimos al martes 13.
*Pedro Crenes Castro / [email protected]
Lo encontré en la bajada de Salsipuedes hace años. Allí estaba, entre los libros de a un dólar: “Mitología panameña” de Roberto de la Guardia y publicado por el INAC en el año 1976, cuando Jaime Ingram era el director del máximo organismo cultural patrio. El título me hizo gracia porque no sabía yo que tuviéramos una mitología y menos que alguien se hubiera tomado la molestia de rastrearla en un serio trabajo de campo y ponerla por escrito. Y así, en medio de un olor a cuero de cutarras e incienso de pretendidas brujas, me fui con mi libro hasta el Viejo Mundo.
En estos días lo estuve releyendo (tiene la portada amarillenta de años y sobada de tanta curiosidad lectora) y repasando nuestras más vernáculas pesadillas, terror “made in Panama”, desde el corazón del universo hasta su pesadilla más horrible.
¿Quién no recuerda a la Tulivieja o a los duendes? Es más, todo el mundo tiene su versión de la célebre señora que llora por las noches porque perdió a su niño. Recuerdo una noche, allí en Calle S en la Cuchilla de Calidonia, que nos dijeron unos pelaos de la gallada que habían estado correteando a un enano rubio y que al doblar la esquina del chino José se había esfumado. Nos quedamos atónitos, claro, los duendes, en la capital, y perseguidos por estos dos valientes, tenía que ser verdad: lo decían muy convencidos y tratando de recuperar el aliento después de la carrera. Pero me parece que la memoria, que se complementa con una pizca de razón, ha hecho que se me caiga el mito del duende perseguido de mi infancia.
La Tulivieja sí que daba miedo (en mi calle, la gallada decía vacilando a los más feos que no los quería ni la Tulivieja). Si cerraba los ojos, me la podía imaginar y describirla, mil veces más aterradora de lo que era. Me daba miedo, como en el célebre cuento de Lucas Bárcenas que leí con fruición. En él, un joven, José Hilario, vive aterrado por los cuentos que un tío suyo le contaba sobre la Silampa, la Tulivieja y otros seres de la oscuridad panameña empeñados en aterrarnos. Una noche, andando con el susto en el cuerpo camino de casa de su tía (noche de luna llena), un fantasma comenzó a perseguirle, él corrió, tropezó con una piedra y… busquen “Narraciones panameñas” de Berta María Cabezas (también en Salsipuedes) y lean este prodigioso cuento a ver qué pasa al final.
Panamá tiene sus mitos y lo que nos asusta acá no asusta a los de allá, así que el miedo también es parte de la identidad. Los gringos le temen como a la peste al viernes 13 mientras que nosotros, y por acá en España igual, le huimos al martes 13. Cosas del miedo y de las identidades. Porque tememos a determinadas cosas y no a otras, somos quienes somos. Los miedos como lo que amamos nos determina, nos comunica una sensación de comunidad.
Pero “Mitología panameña” es uno de los tesoros favoritos de mi biblioteca porque además de tener una excelente bibliografía sobre el tema de lo sobrenatural (Julio Caro-Baroja, Malinowsky, Jung, Mircea Eliade), tiene un sabroso glosario de panameñismos que, de cuando en cuando, me leo para paladear como decimos las cosas allá (vidajena, manduco, penca, canilla) lo que me regresa por la vieja ruta de la memoria a los días soleados de la infancia y la juventud.
A lo que definitivamente le tenemos que tener miedo es a la ignorancia y al olvido, y ambos problemas encuentran su solución, su conjuro, en los libros esos de Salsipuedes allá en Panamá o los de la cuesta de Moyano acá en Madrid, donde se pueden encontrar baratos para no tener excusas. Lean sin miedo, lo más que les puede pasar es que recuerden y aprendan algo nuevo y eso es signo de libertad.
*Escritor panameño residente en Madrid.
Lo encontré en la bajada de Salsipuedes hace años. Allí estaba, entre los libros de a un dólar: “Mitología panameña” de Roberto de la Guardia y publicado por el INAC en el año 1976, cuando Jaime Ingram era el director del máximo organismo cultural patrio. El título me hizo gracia porque no sabía yo que tuviéramos una mitología y menos que alguien se hubiera tomado la molestia de rastrearla en un serio trabajo de campo y ponerla por escrito. Y así, en medio de un olor a cuero de cutarras e incienso de pretendidas brujas, me fui con mi libro hasta el Viejo Mundo.
En estos días lo estuve releyendo (tiene la portada amarillenta de años y sobada de tanta curiosidad lectora) y repasando nuestras más vernáculas pesadillas, terror “made in Panama”, desde el corazón del universo hasta su pesadilla más horrible.
¿Quién no recuerda a la Tulivieja o a los duendes? Es más, todo el mundo tiene su versión de la célebre señora que llora por las noches porque perdió a su niño. Recuerdo una noche, allí en Calle S en la Cuchilla de Calidonia, que nos dijeron unos pelaos de la gallada que habían estado correteando a un enano rubio y que al doblar la esquina del chino José se había esfumado. Nos quedamos atónitos, claro, los duendes, en la capital, y perseguidos por estos dos valientes, tenía que ser verdad: lo decían muy convencidos y tratando de recuperar el aliento después de la carrera. Pero me parece que la memoria, que se complementa con una pizca de razón, ha hecho que se me caiga el mito del duende perseguido de mi infancia.
La Tulivieja sí que daba miedo (en mi calle, la gallada decía vacilando a los más feos que no los quería ni la Tulivieja). Si cerraba los ojos, me la podía imaginar y describirla, mil veces más aterradora de lo que era. Me daba miedo, como en el célebre cuento de Lucas Bárcenas que leí con fruición. En él, un joven, José Hilario, vive aterrado por los cuentos que un tío suyo le contaba sobre la Silampa, la Tulivieja y otros seres de la oscuridad panameña empeñados en aterrarnos. Una noche, andando con el susto en el cuerpo camino de casa de su tía (noche de luna llena), un fantasma comenzó a perseguirle, él corrió, tropezó con una piedra y… busquen “Narraciones panameñas” de Berta María Cabezas (también en Salsipuedes) y lean este prodigioso cuento a ver qué pasa al final.
Panamá tiene sus mitos y lo que nos asusta acá no asusta a los de allá, así que el miedo también es parte de la identidad. Los gringos le temen como a la peste al viernes 13 mientras que nosotros, y por acá en España igual, le huimos al martes 13. Cosas del miedo y de las identidades. Porque tememos a determinadas cosas y no a otras, somos quienes somos. Los miedos como lo que amamos nos determina, nos comunica una sensación de comunidad.
Pero “Mitología panameña” es uno de los tesoros favoritos de mi biblioteca porque además de tener una excelente bibliografía sobre el tema de lo sobrenatural (Julio Caro-Baroja, Malinowsky, Jung, Mircea Eliade), tiene un sabroso glosario de panameñismos que, de cuando en cuando, me leo para paladear como decimos las cosas allá (vidajena, manduco, penca, canilla) lo que me regresa por la vieja ruta de la memoria a los días soleados de la infancia y la juventud.
A lo que definitivamente le tenemos que tener miedo es a la ignorancia y al olvido, y ambos problemas encuentran su solución, su conjuro, en los libros esos de Salsipuedes allá en Panamá o los de la cuesta de Moyano acá en Madrid, donde se pueden encontrar baratos para no tener excusas. Lean sin miedo, lo más que les puede pasar es que recuerden y aprendan algo nuevo y eso es signo de libertad.
*Escritor panameño residente en Madrid.
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