¿A qué hora es que atracan en Medellín?
Publicado 2002/10/02 23:00:00
Haciendo eco a Ernesto MacCausland, periodista colombiano, experto en el desarrollo de la crónica periodística (porque él inventó que es así), yo me preguntaba durante una visita de cinco días a Medellín: ¿A qué hora es que atracan, tiran bombas y secuestran en esta ciudad? Y la verdad es que no pude comprobarlo. Por el contrario, los cinco días de visita me permitieron comprobar y disfrutar de la cordialidad, hospitalidad, amabilidad y solidaridad de los “paisas” con los que más de un centenar de periodistas de turismo de toda América, pudimos compartir durante el XXV Congreso Interamericano de Prensa Turística y la Primera Conferencia de Prensa Económica realizada en Medellín entre el 25 y el 27 de septiembre de 2002.
Un voto de confianza y un llamado de auxilio. Tengo que reconocer que inicialmente, cuando supe que el Congreso se realizaría en Medellín sentí miedo. Ni qué decir de la reacción de mi familia, a coro me dijeron “Estás metiendo la cara donde están repartiendo cachetadas”. Así y todo decidí hacer el viaje, no perdí el miedo completamente, pero me pregunté si por un par de cachetadas me iba a perder de conocer una nueva ciudad, gente que no conocía y participar por vez primera en un congreso de la Confederación Latinoamericana de Prensa Turística (CLAPTUR).
Y por supuesto que teniendo la responsabilidad, como integrante de la Asociación Panameña de Prensa Turística (APPTUR), que preside el veterano periodista Euclides Corro, de la organización del XXVI congreso aquí en Panamá en septiembre de 2003, en el marco del Centenario de la República, no me lo podía perder.
Al igual que yo, periodistas de Argentina, Perú, Ecuador, Chile, Venezuela, Puerto Rico, Panamá y del resto de Colombia, le dimos un voto de confianza a la ciudad de Medellín y a su maravillosa gente, para visitarlos pese al temor que nos embargaba.
Allí pudimos escuchar de las diferentes autoridades que nos brindaron su hospitalidad, empresarios, periodistas y a la gente real, lo que yo considero un llamado de auxilio para ayudar a cambiar la percepción del mundo sobre de Colombia. “No es posible, decía el Viceministro de Comercio Industria y Turismo, que un puñado de colombianos suma en la zozobra a todo un país”.
El empresario Oscar Rueda García, por su parte, nos daba una calurosa bienvenida afirmando que “En un país donde sólo llegan corresponsales de guerra, es alentador que estén presentes los corresponsales de paz, quienes nos ayudarán a cambiar la imagen de Medellín”.
Pese a todo la vida sigue. En el contacto extra-congreso con la gente, pude comprobar que el deseo de seguir viviendo, trabajando, creciendo y amando pese a todo es enorme. Fabio, un joven estudiante de Comunicación Social, nos decía que “se aprende a convivir con el miedo, pero hay que seguir estudiando, hay que seguir viviendo”. Amable y Nery, dos bellas damas de la tercera edad, piensan que “los colombianos son muy ingratos con su propia tierra que tanto tiene para darles y tan mal que la tratan” y que pese al estado de guerra de ciertas zonas del país, en el área rural “los campesinos siguen produciendo y no falta el alimento en las ciudades”.
La vida sigue, en los barrios la gente al atardecer saca sus sillas a los portales para compartir un tinto, venden empanadas de papa en las veredas, los muchachos juegan al fútbol, la vida nocturna es intensa y los centros comerciales están llenos.
“El temor es a la delincuencia común” dice Gisela, una joven terapeuta de la respiración, “aquí en la ciudad no hay guerra”. Octavio, taxista hace 10 años, por su parte, añora las épocas en que podía salir al campo a pasar el día con la familia, ahora non se atreve por temor a perder lo poco que tiene: su taxi, pero asegura que en la ciudad se trabaja y se gana lo necesario.
Así, pese al temor y pese a las dificultades los aproximadamente 3 millones de habitantes de la ciudad de Medellín, al igual que los del resto de Colombia, con su afabilidad y el corazón en la mano esperan por los visitantes, esperan por ese voto de confianza que les dimos los periodistas de turismo en el XXV Congreso Interamericano de Prensa Turística.
*Vicepresidenta de la Asociación Panameña de Periodistas de Turismo (APPTUR).
Un voto de confianza y un llamado de auxilio. Tengo que reconocer que inicialmente, cuando supe que el Congreso se realizaría en Medellín sentí miedo. Ni qué decir de la reacción de mi familia, a coro me dijeron “Estás metiendo la cara donde están repartiendo cachetadas”. Así y todo decidí hacer el viaje, no perdí el miedo completamente, pero me pregunté si por un par de cachetadas me iba a perder de conocer una nueva ciudad, gente que no conocía y participar por vez primera en un congreso de la Confederación Latinoamericana de Prensa Turística (CLAPTUR).
Y por supuesto que teniendo la responsabilidad, como integrante de la Asociación Panameña de Prensa Turística (APPTUR), que preside el veterano periodista Euclides Corro, de la organización del XXVI congreso aquí en Panamá en septiembre de 2003, en el marco del Centenario de la República, no me lo podía perder.
Al igual que yo, periodistas de Argentina, Perú, Ecuador, Chile, Venezuela, Puerto Rico, Panamá y del resto de Colombia, le dimos un voto de confianza a la ciudad de Medellín y a su maravillosa gente, para visitarlos pese al temor que nos embargaba.
Allí pudimos escuchar de las diferentes autoridades que nos brindaron su hospitalidad, empresarios, periodistas y a la gente real, lo que yo considero un llamado de auxilio para ayudar a cambiar la percepción del mundo sobre de Colombia. “No es posible, decía el Viceministro de Comercio Industria y Turismo, que un puñado de colombianos suma en la zozobra a todo un país”.
El empresario Oscar Rueda García, por su parte, nos daba una calurosa bienvenida afirmando que “En un país donde sólo llegan corresponsales de guerra, es alentador que estén presentes los corresponsales de paz, quienes nos ayudarán a cambiar la imagen de Medellín”.
Pese a todo la vida sigue. En el contacto extra-congreso con la gente, pude comprobar que el deseo de seguir viviendo, trabajando, creciendo y amando pese a todo es enorme. Fabio, un joven estudiante de Comunicación Social, nos decía que “se aprende a convivir con el miedo, pero hay que seguir estudiando, hay que seguir viviendo”. Amable y Nery, dos bellas damas de la tercera edad, piensan que “los colombianos son muy ingratos con su propia tierra que tanto tiene para darles y tan mal que la tratan” y que pese al estado de guerra de ciertas zonas del país, en el área rural “los campesinos siguen produciendo y no falta el alimento en las ciudades”.
La vida sigue, en los barrios la gente al atardecer saca sus sillas a los portales para compartir un tinto, venden empanadas de papa en las veredas, los muchachos juegan al fútbol, la vida nocturna es intensa y los centros comerciales están llenos.
“El temor es a la delincuencia común” dice Gisela, una joven terapeuta de la respiración, “aquí en la ciudad no hay guerra”. Octavio, taxista hace 10 años, por su parte, añora las épocas en que podía salir al campo a pasar el día con la familia, ahora non se atreve por temor a perder lo poco que tiene: su taxi, pero asegura que en la ciudad se trabaja y se gana lo necesario.
Así, pese al temor y pese a las dificultades los aproximadamente 3 millones de habitantes de la ciudad de Medellín, al igual que los del resto de Colombia, con su afabilidad y el corazón en la mano esperan por los visitantes, esperan por ese voto de confianza que les dimos los periodistas de turismo en el XXV Congreso Interamericano de Prensa Turística.
*Vicepresidenta de la Asociación Panameña de Periodistas de Turismo (APPTUR).
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