Aguila Arpía: tesoro nacional
Publicado 2004/01/31 00:00:00
Hidalga, se yergue saliendo detrás de nuestro blasón como recién llegada de un vuelo con sus alas desplegadas y alumbrada por un arco iris de nueve estrellas que representan las provincias, y con una cinta plateada sostenida con su pico mirando hacia la derecha, que hace recordar a todas las naciones del orbe que somos puente del mundo, y corazón del Universo.
Cuando Nicanor Villalaz ideó el Escudo Nacional y colocó su heráldica figura en la parte superior y central del mismo, fue sabio al elegir a este animal de nuestra fauna silvestre y situarlo en un lugar notable de este símbolo patrio, que fuera aprobada mediante la Ley No. 64 de 4 de junio de 1904, y adoptada finalmente mediante la Ley No. 34 de 1949; debió haber pensado en su omnipresente existencia como especie natural en nuestro territorio, pero hoy en día, la realidad es otra.
Considerada el ave y símbolo de nuestra soberanía nacional, se encuentra en peligro de desaparecer si no se toman los correctivos a tiempo. Cazadores furtivos que pululan en nuestros bosques y parques nacionales que cazan sin ningún escrúpulo, así como la tala y quema indiscriminada, producto de tradiciones en la agricultura que aún subsisten, han hecho reducir en gran medida y puesto en peligro el hábitat natural de estas águilas, principalmente en la provincia del Darién.
El águila arpía es considerada como el ave rapaz más grande y poderoso del mundo. Sus enormes y fuertes garras reflejan su imponencia, capaz de levantar presas de gran tamaño como monos y perezosos hacia el dosel de los cuipos, enormes árboles que son parte de la flora de Darién. Su número ha sido severamente reducido en la región de Centroamérica, debido a la caza y pérdida de su hábitat.
Este país es el último refugio de poblaciones de esta ave, que se localizan principalmente en las provincias de Darién, Panamá y Colón. Aún así, se pueden encontrar águilas arpías, pero en pequeñas cantidades, en los bosques tropicales al sur de México, a través de Centroamérica, a lo largo del norte de Argentina y en la parte sur del Brasil, sin embargo en franca desaparición. Es como si el destino de la supervivencia de esta ave le haya cedido a Panamá esa misión de ser finalmente su hogar, luego de emigrar durante centenares de años a través del continente.
Diversas organizaciones ecológicas y científicas se han hecho eco en los últimos años para salvarla, como es el caso de la creación del Fondo Peregrino del Aguila Arpía, las defensoras del medio ambiente como ANCON, y también la ayuda de la empresa privada, en colaboración con zoológicos y parques nacionales.
Ojalá que también las organizaciones educativas, civiles y los medios de comunicación nacionales promuevan su protección y exijan también que se respete fielmente su figura al confeccionarse el emblema nacional, y se le haga con su particular penacho, para no confundirla con el águila calva norteamericana. De esta forma le rendiremos homenaje y respeto como un tesoro nacional viviente.
Cuando Nicanor Villalaz ideó el Escudo Nacional y colocó su heráldica figura en la parte superior y central del mismo, fue sabio al elegir a este animal de nuestra fauna silvestre y situarlo en un lugar notable de este símbolo patrio, que fuera aprobada mediante la Ley No. 64 de 4 de junio de 1904, y adoptada finalmente mediante la Ley No. 34 de 1949; debió haber pensado en su omnipresente existencia como especie natural en nuestro territorio, pero hoy en día, la realidad es otra.
Considerada el ave y símbolo de nuestra soberanía nacional, se encuentra en peligro de desaparecer si no se toman los correctivos a tiempo. Cazadores furtivos que pululan en nuestros bosques y parques nacionales que cazan sin ningún escrúpulo, así como la tala y quema indiscriminada, producto de tradiciones en la agricultura que aún subsisten, han hecho reducir en gran medida y puesto en peligro el hábitat natural de estas águilas, principalmente en la provincia del Darién.
El águila arpía es considerada como el ave rapaz más grande y poderoso del mundo. Sus enormes y fuertes garras reflejan su imponencia, capaz de levantar presas de gran tamaño como monos y perezosos hacia el dosel de los cuipos, enormes árboles que son parte de la flora de Darién. Su número ha sido severamente reducido en la región de Centroamérica, debido a la caza y pérdida de su hábitat.
Este país es el último refugio de poblaciones de esta ave, que se localizan principalmente en las provincias de Darién, Panamá y Colón. Aún así, se pueden encontrar águilas arpías, pero en pequeñas cantidades, en los bosques tropicales al sur de México, a través de Centroamérica, a lo largo del norte de Argentina y en la parte sur del Brasil, sin embargo en franca desaparición. Es como si el destino de la supervivencia de esta ave le haya cedido a Panamá esa misión de ser finalmente su hogar, luego de emigrar durante centenares de años a través del continente.
Diversas organizaciones ecológicas y científicas se han hecho eco en los últimos años para salvarla, como es el caso de la creación del Fondo Peregrino del Aguila Arpía, las defensoras del medio ambiente como ANCON, y también la ayuda de la empresa privada, en colaboración con zoológicos y parques nacionales.
Ojalá que también las organizaciones educativas, civiles y los medios de comunicación nacionales promuevan su protección y exijan también que se respete fielmente su figura al confeccionarse el emblema nacional, y se le haga con su particular penacho, para no confundirla con el águila calva norteamericana. De esta forma le rendiremos homenaje y respeto como un tesoro nacional viviente.
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