Alto a la obscenidad e indecencia pública
Publicado 1999/01/26 00:00:00
- Carlos A. RodrÃguez/
La comunidad panameña viene padeciendo de una desproporcionada pérdida de valores espirituales y mayormente morales. El irrespeto a la integridad física y moral de las personas se manifiesta a todo momento y en todas las esferas de nuestra sociedad.
Los sociólogos que analizan esta problemática establecen como causal principal, la descomposición que se origina justamente en el seno de la propia sociedad y cuya incidencia recae preeminentemente sobre el componente, en este aspecto más vulnerable de nuestra población, los jóvenes.
Si escudriñamos sobre qué factor o agente hace posible que se conozcan en el ámbito nacional las interioridades y diferentes manifestaciones de tal descomposición e inclusive, lleguen en ocasiones a imitarse los modelos allí expuestos; lo encontraríamos en los medios de comunicación, específicamente uno, la televisión, a través de la cual se divulgan algunos programas que resultan degradantes, y en donde se rinde tributo a la mordacidad, chabacanería y obscenidad organizada.
Esta transformadora corriente degenerativa vista a través de esta vitrina, se constituye en un paradigma por quienes imbuidos en la vorágine de la ignorancia e inmoralidad, realizan execrables escenas públicas que quebrantan el orden, atentando contra el decoro y decencia de personas serias y formales de nuestro medio social.
Ejemplo de esta perversión moral a que me refiero y que comienza a ponerse en boga, la observamos a menudo cuando transitamos por nuestra principal carretera al interior del país, en donde individuos inescrupulosos, sin el menor pudor y ante la presencia cercana de niños y damas que viajan en sus respectivos transportes, bajan de sus automóviles y se "hacen aguas".
Se comprende, que por razones biológicas esta es una necesidad impostergable, sin embargo, ¿ por qué no se vuelve a la pretérita práctica de recurrir en tales ocasiones al follaje tropical que rodea algunos tramos de la carretera, o en su defecto, esperar llegar a una estación de gasolina?.
Se podría aceptar como pública esta práctica, en época de carnaval tanto en hombres como en mujeres, cuando se da el momento en que desde los carros cisternas se rocía de agua a las delirantes multitudes. De allí, que resulta a todas luces censurable que toda persona con meridiana lucidez y lógico razonamiento, adopte una actitud tan reprochable en plena vía pública sin que mediase una situación determinada o de fuerza mayor.
De igual manera, es común escuchar a adultos, jóvenes de ambos sexos y hasta a niños, proferir, con el mayor desparpajo, palabras vulgares, y hacer gestos obscenos en plazas públicas, autobuses, almacenes y hasta en reuniones, dando clara muestra de un manifiesto irrespeto y probada incultura.
Conceptuamos, que alguna autoridad competente deberá poner alto a estos excesos, tal cual se ha hecho con la aplicación de severas sanciones en contra de quienes liban licor en la vía pública o incurren en la práctica de otros antivalores dentro de nuestra sociedad.
Los sociólogos que analizan esta problemática establecen como causal principal, la descomposición que se origina justamente en el seno de la propia sociedad y cuya incidencia recae preeminentemente sobre el componente, en este aspecto más vulnerable de nuestra población, los jóvenes.
Si escudriñamos sobre qué factor o agente hace posible que se conozcan en el ámbito nacional las interioridades y diferentes manifestaciones de tal descomposición e inclusive, lleguen en ocasiones a imitarse los modelos allí expuestos; lo encontraríamos en los medios de comunicación, específicamente uno, la televisión, a través de la cual se divulgan algunos programas que resultan degradantes, y en donde se rinde tributo a la mordacidad, chabacanería y obscenidad organizada.
Esta transformadora corriente degenerativa vista a través de esta vitrina, se constituye en un paradigma por quienes imbuidos en la vorágine de la ignorancia e inmoralidad, realizan execrables escenas públicas que quebrantan el orden, atentando contra el decoro y decencia de personas serias y formales de nuestro medio social.
Ejemplo de esta perversión moral a que me refiero y que comienza a ponerse en boga, la observamos a menudo cuando transitamos por nuestra principal carretera al interior del país, en donde individuos inescrupulosos, sin el menor pudor y ante la presencia cercana de niños y damas que viajan en sus respectivos transportes, bajan de sus automóviles y se "hacen aguas".
Se comprende, que por razones biológicas esta es una necesidad impostergable, sin embargo, ¿ por qué no se vuelve a la pretérita práctica de recurrir en tales ocasiones al follaje tropical que rodea algunos tramos de la carretera, o en su defecto, esperar llegar a una estación de gasolina?.
Se podría aceptar como pública esta práctica, en época de carnaval tanto en hombres como en mujeres, cuando se da el momento en que desde los carros cisternas se rocía de agua a las delirantes multitudes. De allí, que resulta a todas luces censurable que toda persona con meridiana lucidez y lógico razonamiento, adopte una actitud tan reprochable en plena vía pública sin que mediase una situación determinada o de fuerza mayor.
De igual manera, es común escuchar a adultos, jóvenes de ambos sexos y hasta a niños, proferir, con el mayor desparpajo, palabras vulgares, y hacer gestos obscenos en plazas públicas, autobuses, almacenes y hasta en reuniones, dando clara muestra de un manifiesto irrespeto y probada incultura.
Conceptuamos, que alguna autoridad competente deberá poner alto a estos excesos, tal cual se ha hecho con la aplicación de severas sanciones en contra de quienes liban licor en la vía pública o incurren en la práctica de otros antivalores dentro de nuestra sociedad.
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