Amor difícil o corrección
Publicado 1999/09/18 23:00:00
- José Pineda
No somos ángeles. Menos santos. Mucho menos infalibles. Por el contrario falibles, pecadores y para qué seguir. Luego, siempre hay margen para la corrección. Todos tenemos algo que corregir.
Por otro lado, a quién le gusta que le corrijan. A quién le encanta que le digan que está actuando mal, cuando está actuando muy mal. A nadie. Mucho menos en la vida conyugal o su política y muchísimo menos en religión.
Sin embargo, en las empresas comerciales bien organizadas, el personal se reúne casi todos los días para ver cómo andan las cosas, quién está cumpliendo, qué está pasando y por qué está pasando, quién estaba encargado, a quién se le dio tal o cual responsabilidad, qué podemos hacer. Y en cuánto aflora algo con alguien o respecto de algo. En consenso se toma una decisión o se le amonesta al culpable o se le entrega la indeseada carta de los devotos de Santa Marta.
Entiendo que los galenos también se reúnen diariamente a revisar los casos de los enfermos y cómo se les está llevando un cauteloso seguimiento y si se descubre algo mal hecho, se le señala el error y al culpable, que incluso ha actuado de buena fe, se le amonesta muy a pesar suyo. Y se corrige, al menos eso me dicen.
En las comunidades religiosas antiguamente se tenía el capítulo, función de la vida monacal, en donde se ejercía la corrección fraterna. Los jesuitas tienen el Ejercicio de culpas o de modestia. Luego se le llamó revisión de vida. Y así muchos experimentos. Unos han dado resultado. Otros fueron contraproducentes. Se exageró y se prefirió un individuo imperfecto a uno paranoico.
La corrección cae dentro del ejercicio de la caridad. Si yo veo que a mi vecino se le está quemando el rancho, por lo menos debo avisarle y no encogerme de hombros y exclamar "es que yo no soy vida ajena".
Tenemos que ayudar a corregirse y tenemos que aceptar a que se nos corrija. Eso ocurre y debe ocurrir a nivel ya desde la escuela. Si el niño al hablar dice mal la palabra, se le corrige para que aprenda. Cuando el adulto está aprendiendo una lengua extranjera y trata de pronunciar mal, el maestro lo corrige hasta que se acerque a lo que deber ser. Cuando estás aprendiendo a manejar la computadora y te confundes y te corrigen, no te vas a disgustar, a abandonar todo y a subir al encordado, cual otro Tito Trinidad, a pelear con el instructor porque te dijo que esa no era la tecla sino la otra. Porque ilusamente tú creías que eras Bill Gates y no lo eres. Corregir a un niño no es tan fácil, pero corregir al adulto es mucho más difícil. De ahí que sea la corrección, el amor difícil.
De ahí el dicho: La letra con sangre entra y el adagio latino "Error corregitur ubi deprehenditur", la falta se corrige donde se comete. No, donde no se comete.
La corrección, decía, que es consecuencia del mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo. Afirmamos como obra de misericordia, "corregir al que yerra". Corrección inspirada por el amor al que se corrige, nunca como represalia, nunca por resaltar superioridad o por soberbia. Consiste en llamarle la atención en "privado" para apartarlo del error. Por eso hay que estar seguro de que hay un "error" objetivo, no sujetivo. No es obligatoria sino cuando es necesaria para apartar al prójimo de pecar o por el bien común; cuando se pueda hacer sin grave tropiezo y cuando haya esperanza de éxito. Como ven, difícil. Se hace por amor, pero amor difícil. Y sin embargo, hay que corregir. Debe hacerse por amor y no por otro motivo, debemos aprovechar el momento y con palabras oportunas muchas veces en forma de consejo. Yo me imagino que para eso son los asesores tan bien pagados. Los admonitores que uno escoge.
Todo cristiano tiene misión profética y debe denunciar el pecado del mundo, reconociendo su propio pecado (sin chismes) y asumiendo sus responsabilidades. El cristiano es un hombre contestatario y por tanto ejerce una función crítica y autocrítica sobre sí mismo, la sociedad y la Iglesia en vistas a una construcción de algo mejor para el nuevo milenio.
Nuestra corrección no puede ser inactiva, sino activa y comprometida, debe ir unida al testimonio de nuestro propia vida. Desaconsejo el fumar cigarrillos y resulta que soy fumador. La corrección no debe ser por su afán de imponer mi visión personal.
No se trata de mostrar la superioridad sobre los demás ni de meterse en la vida privada del otro ni de humillar al prójimo. La corrección fraterna es signo de nuestra solidaridad humana en el bien y en el mal, y la prueba de nuestro compromiso al servicio de la comunidad, el bien común de la patria y de la Iglesia. "¿Cuál es el hijo a quien el padre no corrige?" (Hebreos, 12,7) y recordamos ante todo Lucas 6,41: "¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas la viga en el tuyo?... Sácate primero la viga de tu ojo, entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.
Por otro lado, a quién le gusta que le corrijan. A quién le encanta que le digan que está actuando mal, cuando está actuando muy mal. A nadie. Mucho menos en la vida conyugal o su política y muchísimo menos en religión.
Sin embargo, en las empresas comerciales bien organizadas, el personal se reúne casi todos los días para ver cómo andan las cosas, quién está cumpliendo, qué está pasando y por qué está pasando, quién estaba encargado, a quién se le dio tal o cual responsabilidad, qué podemos hacer. Y en cuánto aflora algo con alguien o respecto de algo. En consenso se toma una decisión o se le amonesta al culpable o se le entrega la indeseada carta de los devotos de Santa Marta.
Entiendo que los galenos también se reúnen diariamente a revisar los casos de los enfermos y cómo se les está llevando un cauteloso seguimiento y si se descubre algo mal hecho, se le señala el error y al culpable, que incluso ha actuado de buena fe, se le amonesta muy a pesar suyo. Y se corrige, al menos eso me dicen.
En las comunidades religiosas antiguamente se tenía el capítulo, función de la vida monacal, en donde se ejercía la corrección fraterna. Los jesuitas tienen el Ejercicio de culpas o de modestia. Luego se le llamó revisión de vida. Y así muchos experimentos. Unos han dado resultado. Otros fueron contraproducentes. Se exageró y se prefirió un individuo imperfecto a uno paranoico.
La corrección cae dentro del ejercicio de la caridad. Si yo veo que a mi vecino se le está quemando el rancho, por lo menos debo avisarle y no encogerme de hombros y exclamar "es que yo no soy vida ajena".
Tenemos que ayudar a corregirse y tenemos que aceptar a que se nos corrija. Eso ocurre y debe ocurrir a nivel ya desde la escuela. Si el niño al hablar dice mal la palabra, se le corrige para que aprenda. Cuando el adulto está aprendiendo una lengua extranjera y trata de pronunciar mal, el maestro lo corrige hasta que se acerque a lo que deber ser. Cuando estás aprendiendo a manejar la computadora y te confundes y te corrigen, no te vas a disgustar, a abandonar todo y a subir al encordado, cual otro Tito Trinidad, a pelear con el instructor porque te dijo que esa no era la tecla sino la otra. Porque ilusamente tú creías que eras Bill Gates y no lo eres. Corregir a un niño no es tan fácil, pero corregir al adulto es mucho más difícil. De ahí que sea la corrección, el amor difícil.
De ahí el dicho: La letra con sangre entra y el adagio latino "Error corregitur ubi deprehenditur", la falta se corrige donde se comete. No, donde no se comete.
La corrección, decía, que es consecuencia del mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo. Afirmamos como obra de misericordia, "corregir al que yerra". Corrección inspirada por el amor al que se corrige, nunca como represalia, nunca por resaltar superioridad o por soberbia. Consiste en llamarle la atención en "privado" para apartarlo del error. Por eso hay que estar seguro de que hay un "error" objetivo, no sujetivo. No es obligatoria sino cuando es necesaria para apartar al prójimo de pecar o por el bien común; cuando se pueda hacer sin grave tropiezo y cuando haya esperanza de éxito. Como ven, difícil. Se hace por amor, pero amor difícil. Y sin embargo, hay que corregir. Debe hacerse por amor y no por otro motivo, debemos aprovechar el momento y con palabras oportunas muchas veces en forma de consejo. Yo me imagino que para eso son los asesores tan bien pagados. Los admonitores que uno escoge.
Todo cristiano tiene misión profética y debe denunciar el pecado del mundo, reconociendo su propio pecado (sin chismes) y asumiendo sus responsabilidades. El cristiano es un hombre contestatario y por tanto ejerce una función crítica y autocrítica sobre sí mismo, la sociedad y la Iglesia en vistas a una construcción de algo mejor para el nuevo milenio.
Nuestra corrección no puede ser inactiva, sino activa y comprometida, debe ir unida al testimonio de nuestro propia vida. Desaconsejo el fumar cigarrillos y resulta que soy fumador. La corrección no debe ser por su afán de imponer mi visión personal.
No se trata de mostrar la superioridad sobre los demás ni de meterse en la vida privada del otro ni de humillar al prójimo. La corrección fraterna es signo de nuestra solidaridad humana en el bien y en el mal, y la prueba de nuestro compromiso al servicio de la comunidad, el bien común de la patria y de la Iglesia. "¿Cuál es el hijo a quien el padre no corrige?" (Hebreos, 12,7) y recordamos ante todo Lucas 6,41: "¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas la viga en el tuyo?... Sácate primero la viga de tu ojo, entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.
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