Así se gestó el fin de la crisis de Honduras
- Kenibeth RÃos P.
Luego de cuatro meses de una intensa campaña internacional que provocó más de una confrontación, finalmente la noche del 28 de octubre se firmó el acuerdo entre los representantes del Presidente José Manuel Zelaya Rosales y los del Presidente del gobierno de facto, Roberto Micheletti Baín, para poner fin a la crisis originada el 28 de junio pasado, tras el golpe de Estado y el traslado a la fuerza de Zelaya a territorio de Costa Rica.
El acuerdo, impulsado a última hora por Estados Unidos, pero desarrollado con los auspicios y esfuerzos de la Organización de Estados Americanos (OEA), ha tenido otros importantes protagonistas, uno de los más destacados: el gobierno de Panamá, a través de su Presidente Ricardo Martinelli y su Vicepresidente y Canciller Juan Carlos Varela. Ambos, por su relación personal con dirigentes de todos los espectros políticos de Honduras, quienes a través de la diplomacia más eficaz -la personal y directa- facilitaron el final de la crisis que tanta convulsión ha generado en el mundo democrático.
El final esperanzador del 28 de octubre se comenzó a construir el 22 de septiembre pasado. Ese día, acompañando al Presidente a su viaje a Nueva York, el Vicepresidente Varela propuso un mecanismo para reiniciar el diálogo. A través de amigos de Micheletti que visitaban a Martinelli, quien insistió en buscar una solución, se habló con él para reiniciar el acercamiento con los mismos cancilleres que habían tratado infructuosamente de buscar una solución en agosto. Al Micheletti aceptar el regreso de los Cancilleres, contacté al Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, para trasmitir esta la iniciativa. La propuesta de Varela tomó forma luego en una nueva visita a Honduras de la Comisión de Cancilleres que produjo la instalación de la Mesa de Diálogo que terminó con el ansiado cese de hostilidades.
Aunque en el anonimato, hay otros panameños que han sido artífices directos en lo que se ha logrado. Jorge Miranda, asignado a Honduras hace dos años para representar a la OEA, sirvió de enlace y facilitador entre la sede en Washington y la clase política de Honduras. Roberto Jované, diplomático de carrera, anterior Embajador panameño en ese país, con grandes contactos allá y que, aún sin estar acreditado, el Canciller Varela lo mantuvo en Tegucigalpa. Por último, el Encargado de Negocios de Panamá en Honduras, Emilio Pascual, quien por su experiencia, supo transmitir sus conocimientos de la crisis a Cancillería. Estos panameños, se merecen un reconocimiento de nuestro Gobierno.
La principal lección de todo este prolongado episodio es que el que juega con la democracia se quema. Ojalá que otros, haciendo malabarismos para escabullirse de los principios democráticos, vayan aprendiendo la enseñanza. Y para Panamá queda la satisfacción por lo aportado y su nuevo posicionamiento como país relevante en el escenario diplomático internacional.
gcochez@covad.net
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