Atmósfera Pascual: alegría con Cristo
Tengo que enmarcarme en la Atmósfera Pascual que en el lenguaje litúrgico es el Ciclo Pascual que comienza con el Domingo de Pascua y termina con el Domingo de Pentecostés, es la Cincuentena Pascual. En ese periodo deberíamos interiormente vivir lo que San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales en la Cuarta Semana que pone como petición: alegría con Cristo resucitado, mayor aumento de fe, esperanza y, sobre todo, mayor amor.
Pero lo que ocurre es que todo acaba el mismo Domingo de Resurrección. Me pareció muy acertada la iniciativa episcopal, como lo reprodujo el Panorama Católico, de salir a las calles el Domingo de Resurrección, a repartir dulces en la comunidad como símbolo de alegría en un gesto nuevo entre nosotros. Era un proceso de docencia espiritual pastoral, además de otros esfuerzos que hacen otros de crear en la comunidad, sentimientos de cordialidad, de convivencia pacífica, el sentido de comunidad, ya que en nuestras barriadas si hay algo en que coinciden es en que no se conocen, lo cual enorgullece a
muchos, porque “no se meten en la vida ajena”, pero el Pontífice, en su mensaje de Cuaresma, nos pedía que “nos preocupáramos del prójimo”, que si lo hiciéramos, muchos problemas se resolverían más fácilmente.
Qué triste el reportaje del periodista internacional que apareció en el canal de televisión como investigador, comunicándonos cómo un crucero divisó a los tres pescadores que iban arrastrados por la corriente marina y que algunos que estaban en el crucero vieron por telescopio cómo agitaban sus ropas para ser avistados y que aunque los vieron, dicen que interpretaron esos gestos desesperados como advertencia de que tenían echadas las redes para pescar y por tanto el crucero se alejó de los pobres pescadores panameños de los cuales solo sobrevivió uno. Lástima de tan lamentable equivocación.
En plan literario, el otro predicador jesuita, Padre Gonzalo Coloma, hermano de Luis Coloma, autor de Pequeñeces, cuando en un sermón sobre la “pena de daño” que es según él, la condenación, el alejamiento de Dios para siempre, a un náufrago que en la noche lo tratan de rescatar, él ve a la nave, él le grita a la nave, pero el ruido de los olas, y la oscuridad impiden el acercamiento, creando una angustia: La sensación del que ve su salvación que nunca le llega. Que en Pascua, si divisamos a alguien en necesidad no lo dejemos para mañana.
Sacerdote jesuita.
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