“Aventuras en el Bosque”
Suena a cuento y precisamente eso es lo que fue, danzando a los compases de música de piano y violines se presentaron unos animalitos, duendes, hadas y princesas, sílfides de los bosques, seres ingenuos, limpios y puros, como los niños que los representaban.
Tengo que decir que no pude evitar que me corrieran algunas lágrimas, al ver la puesta en escena que presentaron en el Teatro Nacional los orgullosos, en el buen sentido de la palabra, “Club de Padres de Familia del Centro Superior de Bellas Artes y Folklore de La Chorrera”.
Casi todas niñas desde los 4 a los 15 años de edad nos deleitaron con sus danzas, en las cuales encarnaban a las más dulces criaturas de los bosques de una forma excelsa que nos transportó por unos instantes a otro “plano de la manifestación”, en el que reina la belleza, la armonía y la paz, mundo en el cual no estamos acostumbrados a estar por las urgencias de nuestra vida cotidiana.
Cuando tienes la oportunidad de reflexionar sobre lo que acabas de vivir es inevitable llenarse de preguntas como:
¿Por qué no se realizan más actividades como estas en los colegios?
¿Por qué no se dan este tipo de presentaciones más a menudo?
¿Por qué no tenemos más teatros como en las grandes capitales del mundo?
Seguramente no obtendremos respuestas para todas nuestras interrogantes y en la mayoría de los casos no nos satisfagan o simple y sencillamente no nos gusten, pues muy probablemente nosotros también tengamos algo de responsabilidad por la falta de este tipo de obras.
Es que a la hora de tomar una decisión sobre cuáles son las cosas importantes de nuestra vida y por lo tanto a cuáles les vamos a dedicar la mayor cantidad de nuestra energía y de tiempo, solemos elegir lo que la alienación de nuestros tiempos nos dice que es lo que realmente vale la pena y, por lo general, esto gira en torno a cosas materiales y no a intangibles espirituales.
Y no queremos de ninguna manera decir que los bienes materiales no son importantes, lo son. Pero en su justa medida, en nuestra vida cotidiana necesitamos dinero para procurarnos transporte, comida, vivienda, entre otras cosas; lo obtenemos para tener medios de vida, pero justamente es esto un medio para la vida y no la vida misma.
Tanto nosotros como nuestros gobernantes medimos nuestro nivel de desarrollo (si nos va bien o mal en la vida) en cuánto dinero ganamos o vamos a ganar, si tenemos un buen auto y cuán grande es nuestra casa.
Por supuesto que el teatro, la danza, la poesía, la pintura y demás manifestaciones artísticas del ser humano como son intangibles y “poco prácticas” no se les da el valor que se merecen, pero así como nuestro cuerpo se nutre de los alimentos que ingerimos en nuestras comidas; el alma también necesita alimentarse con lo que escucha, lo que ve y lo que siente.
El arte es el alimento del alma y es necesario forjar almas fuertes, esta parte de nuestro ser es la que puede lograr completura, puesto que nuestro cuerpo está destinado a envejecer y morir. Si existe algo eterno en el ser humano seguramente no es nuestro cuerpo.
Comencemos desde ahora a valorar este tipo de actividades, solicitemos a nuestros gobernantes que de ahora en adelante todos queremos ser parte de una nueva forma de encarar nuestras vidas, que todos los ciudadanos sin distinción alguna queremos gozar del arte, que ya no queremos medir nuestro bienestar y el de nuestro país tan solo con el Producto Interno Bruto sino con cuán educados, amables, corteses y nobles solemos ser en nuestro día a día. Tal vez esta sea una mejor forma de medirnos a nosotros mismos.
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