Epicentro
Bautizado por el Cricamola
- Arnulfo Arias O./opinion@epasa.com/
Todo el margen de ese río revela esfuerzo humano, disipando el mito de la falta de iniciativa o dejadez de los originarios. En su cuenca fértil se produce aquello que el acceso les permite. Y en algunas poblaciones el arroz es fruto del esfuerzo balanceado entre aquellos que producen y una tierra generosa que no se niega a producir. En la población de Tori, por ejemplo, se siembra ese producto de manera única, esparciendo la semilla sobre un lecho trabajado de cenizas.
Creo que para el hombre hay diferentes tipos de bautizos. El que puede darse de manera ritualista en la pila bautismal y le da la bienvenida al mundo que está aún por develarse, y el bautizo, despertar o revelación de las muchas otras cosas que a lo largo de la vida comienza a comprender. Así ha sido para mí cuando me adentro en las áreas más remotas del país y comienzo por lo menos a entender las realidades de ese otro Panamá que no se mira en las postales y que parece aquella cara oculta de la luna que no se muestra al golpe de mirada. Para muchos, Cricamola es solo un nombre con el que se han cruzado en algún libro de nuestra geografía, pero para muchos otros, es el único canal de comunicación con el mundo moderno. Río extenso y caudaloso que se remonta hacia la entraña misma de Comarca Ngäbe Buglé hasta el océano atlántico. Una arteria que lleva hacia destinos que pocos conocemos y sobre los cuales todos deberíamos por lo menos adquirir conciencia. Con sus aguas turbias hacia la desembocadura, teñidas como un té por la riqueza de vegetación que abunda, se aclara más y más conforme uno se remonta hacia esos pueblos que se van mostrando río arriba. Así, abundan los tonos verdes y azulados, a veces como lupas que revelan hasta el fondo mismo de su lecho.
Desde su desembocadura, la riqueza natural de sus aguas comienza de inmediato a contrastar con las carencias humanas que desde allí también se hacen evidentes. Una humilde fonda ubicada al margen de la vía acuática, da la bienvenida al visitante. Su techo de zinc rústico oxidado; suelos y paredes hechos de tablones cortados con esmero por el esfuerzo del hombre y de la motosierra. Mujeres amables, y muy pobres, hacen su labor allí en ese punto de congregación de los viandantes. Todos los que llegan se conocen y saludan. Al latino se le trata con igual calor humano, pero es recibido con curiosidad inquisitiva por saber del mundo que muchos de ellos no conocen.
Para llegar hasta la comunidad de Kanquintú toma un aproximado de tres horas, navegando río arriba y encomendándole el camino a Dios y la pericia de buenos navegantes que saben llevar la embarcación en contra de corrientes fuertes que frustrarían cualquier esfuerzo de inexpertos. Así, a fuerza de motor y de pericia, y a veces auxiliados por unas largas varas que se asientan en el fondo para apalancarse, se llega hasta ese pueblo, asentado al margen de aguas puras y azuladas a través de las cuales claramente se vislumbra la profundidad del fondo.
Los niños, alegres todos y curiosos por naturaleza, se aproximan al desembarcadero, que carece de muelle y de facilidades. Hasta esta población, con mucho esfuerzo y la iniciativa de los que son emprendedores, llegan las piraguas a motor, cargadas de los víveres para los que muchos caminan horas, en inclusive días, para adquirir. Todo allí es un esfuerzo; pero un esfuerzo humano que habla mucho de la población entera y de la comunidad. Kankintú es un pueblo con aceras, con casas de cemento, con una planificación urbana establecida de manera inteligente; pero toda esa organización se debe nada menos que a los frutos del esfuerzo propio y del comunitario, a la voluntad del hombre por vivir mejor y al derecho mismo por mejorar en todos nuestra condición humana. Con mucho costo monetario para los usuarios, el generador de gasolina es la opción de algunos en las noches, y la gente se congrega entonces en aquellas casas que los tienen, para compartir sus realidades diarias y buscar maneras de solucionarlas.
Todo el margen de ese río revela esfuerzo humano, disipando el mito de la falta de iniciativa o dejadez de los originarios. En su cuenca fértil se produce aquello que el acceso les permite. Y en algunas poblaciones el arroz es fruto del esfuerzo balanceado entre aquellos que producen y una tierra generosa que no se niega a producir. En la población de Tori, por ejemplo, se siembra ese producto de manera única, esparciendo la semilla sobre un lecho trabajado de cenizas. Allí, abrigado el grano por los humedales, va creciendo solo, sin auxilio de esos químicos tradicionales que son parte del esfuerzo regular en otras partes. Las enfermedades de la siembra no se tratan con insecticidas. Así, el picado de víbora se convierte en individuo codiciado para tratar algunas plagas, y en forma ritualista realiza ciertas prácticas que son tan efectivas y desconocidas que prefiero dejar el curso de sus formas y de su tradición sin develar aquí.
Son tantos los lugares de nuestro país que uno no conoce. Son tantos los hermanos nuestros que a diario viven por esfuerzo propio y por cooperación comunitaria, con ausencia de servicios básicos sociales. Sirvan estas notas para recordarlos; para rendir tributo a aquellos hombres y mujeres que se remontan horas y caminan días para adquirir aquello que muchos de nosotros adquirimos simplemente en un supermercado. Son ejemplos todos de superación del ser humano y nos despiertan la conciencia de ese Panamá que tiene muchas caras y contrasta por completo con la realidad de aquellos edificios que engalanan nuestra capital.
Abogado
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