Anécdotas
Candelario, el aserrador de San LuisTelpa
- Stanley Heckadon-Moreno/[email protected]
El 1 de diciembre de 1988, conocí a Candelario Martínez del Municipio de San Luis Tempa, Departamento de La Paz. Hablamos de su vida campesina y de su trabajo como aserrador de madera, de las especies de árboles, sus usos y de cómo la luna influencia los árboles y las maderas.
A fines de la década de 1980, trabajé con el CATIE, Costa Rica, con el proyecto forestal Madeleña, basado en árboles de rápido crecimiento y usos múltiples. Especies que en poco tiempo pudiesen dar al campesino centroamericano madera, leña y carbón. El eje eran los viveros comunales donde los campesinos participantes se distribuían los plantones para plantar en sus finquitas.
Primero abordé la experiencia de El Salvador. Vital fue el apoyo de los técnicos Hugo Zambrana, Humberto Franco y Modesto Juárez del Ministerio de Agricultura y Ganadería.
Con 21,000 km², Salvador tenía, a inicios del siglo XX, un millón de habitantes. Para 1980, eran 4.5 millones. Su densidad, 257 habitantes por km2. Ese año estalla la guerra civil. Desplazando su gente dentro del país y disparando la diáspora externa.
Astronómico era el consumo de leña, 7 de cada 10 hogares la consumía en fogones abiertos que desperdiciaban 90% del calor. Según la Comisión del río Lempa el país consumía 3.6 millones toneladas al año. También la usaban 400 ladrilleras, 30 hornos de cal y las salinas.
Así recorrí diversos departamentos, cantones y municipios. Entre los temas que me interesaba conocer eran los conocimientos de la gente del campo sobre los árboles y plantas nativas y sus usos. Eduardo Cañas Goens me comentó de la influencia de la luna sobre árboles y maderas. En 1971 se había graduado de agrónomo en Estados Unidos. Laboró en el servicio forestal a cargo de permisos de tala y quema e inventarios forestales. Luego en la reforma agraria en la dura tarea de intervenir haciendas expropiadas en la zona oriental donde la guerra civil era cruenta.
“Ellos creen mucho en la luna-me comentó- para sembrar el maíz, cortar la fruta. En la costa creen que la luna influye en la marea y la marea en la duración de la madera. Madera cortada en buena luna, dura más y más fácil aserrarla. La durabilidad y trabajabilidad de la madera va con la luna. No tanto en la siembra, sino en la corta. Creen que la milpa sembrada el tres o cuatro de luna es el favorito. Es decir de luna nueva, el cuarto día, la fruta madura más rápido.”
“Al mismo árbol lo llaman diferente de región en región, a pesar de ser regiones pequeñas. El árbol no lo ven negativo. El campesino es piromaniaco pero con el fin de sembrar su grano, por necesidad. El aprecia las bondades del bosque, la leña, la madera. Es adicto a comerse su garrobo, su cusuco. Sabe que al talar, los manantiales se secan”.
El 1 de diciembre de 1988, conocí a Candelario Martínez del Municipio de San Luis Tempa, Departamento de La Paz. Hablamos de su vida campesina y de su trabajo como aserrador de madera, de las especies de árboles, sus usos y de cómo la luna influencia los árboles y las maderas.
“Yo asierro más madera en verano. En invierno trabajo la agricultura, la milpa.”
“Lo que daña la madera es el agua. Se considera que en la noche el árbol se sustenta con el agua de las raíces. Cuando la marea está llena, trepa el agua por el palo y cuando está de vaciante está el agua debajo de las raíces. En la luna se conoce la marea. Cuarto menguante es el mejor tiempo de cortar, ocho días después de la llena.”
“La madera blanca es la que no tiene corazón, como el amate blanco, el aceituno, es madera suave, no es fina. La ceiba se usa para hacer carretas, cajas de ataúdes. La madera de corazón es oscura, más dura de aserrar y dura más.”
“Lo que más aserramos son el copinol, chichupate, cenízaro, zoma, caoba y chapulaltapa.”
“El árbol se consigue asegún el trato. A veces el árbol lo dan botado, otros no, yo los boto. Prefiero que me den el palo botado, así se molesta uno menos. Botar el palo es lo más duro. A veces pasa uno dos días botándolo con hacha.”
“Lo primero que se hace es la aserradera, la fosa. La aserradera siempre se hace a la sombra. Lleva seis varas de largo por cinco cuartas de ancho y dos varas de alto. La hacemos asegún el terreno y en un diya. Dos o tres, si se encuentra piedra en el terreno. Después se cortan las vigas para montar las trozas, eso toma un diya. Después se traen las trozas al puesto, que ya están cortadas con motosierra o hacha. Después se monta la troza con palancas a las vigas o almuadas, que son cuatro cargadoras y dos alzadoras”.
“Trabajé tres años en La Cangrejera donde habían diez manacuernas de aserradores. Era para la hacienda que era grande y vendía madera también. Entonces, todo eran grandes montañas. Ahora no.”
Antropólogo
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