¿Capitalismo estatal regulado?
- César Quintero Sánchez
La teoría neoliberal desde hace muchas décadas ha propugnado porque el gobierno que regenta al Estado en cada uno de los 200 países del orbe, debe permanecer como un indiferente espectador de la actividad económica en las diferentes naciones.
Lamentablemente, en la realidad cotidiana, los empresarios sólo han sabido sacar riquezas a expensas de los bienes y recursos que le pertenecen a todos los ciudadanos. Los contratos leoninos en donde todas las cláusulas están hechas para asegurar ganancias del sector privado, antes con la premisa de que se arriesgaban los capitales en los diferentes proyectos de inversión, pero ahora vemos que son los propios gobiernos los que aportan los fondos y avalan las obras con préstamos blandos y regalías excesivas
Desde los comienzos de la República son muy pocas las grandes fortunas que se han acumulado en este terruño, lejos de la mano protectora de los regentes de turno.
La catástrofe financiera de Estados Unidos no ha hecho más que comprobar que no existen los genios financieros, sino tan sólo personas que se las han pasado socializando los riesgos, pero privatizando las ganancias sobre las diversas actividades del diario acontecer.
No creo que exista más gente ingenua sobre este planeta azul que vuelva a confiar en las excelentes teorías del capitalismo que jamás se han implementado de acuerdo a la libre oferta y demanda y a la competencia verdadera.
Lo que sí es cierto que somos los de la clase media, los que siempre cargamos con la pesada carga de la incapacidad administrativa y de la nefasta mano invisible de Adam Smith y Milton Friedman que sólo saben encausar la riqueza hacia los que más tienen.
¿Por qué será que cada vez que privatizamos una entidad pública, sólo obtenemos servicios más costosos, menos eficientes y más inaccesibles?
¿Por qué será que cada vez que decimos que lo que queremos es brindar más servicios de salud a nuestras comunidades, creamos bolsones de postergación a donde no llegan los procesos y actividades de nuestras políticas, planes, programas y proyectos sanitarios.
Yo no he escuchado ninguna voz plañidera que grite a los cuatro vientos qué cómo es posible que se destinen miles de millones de dólares a empresas que no supieron hacer sus balances financieros. Pero qué alto gritan cuando los gobiernos destinan fondos para aplacar el hambre, la enfermedad, el analfabetismo y la pobreza de más de la mitad de la población en cada uno de nuestros países.
A esos últimos se les tilda de socialistas, comunistas y paternalistas.
¿A los gobiernos que regalan nuestros recursos naturales y bienes estatales y a los que obsequian billones de dólares a las empresas y hombres más ricos del mundo, cómo se les llamará?
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