Panamá
A Carlos Alberto Montaner
No llegué a conocer personalmente a Carlos Alberto Montaner, no pude hacer un hueco en mi agenda para visitarlo, o eso quiero hacerme creer.
- Alonso Correa
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- - Actualizado: 05/7/2023 - 12:00 am
El pasado fin de semana sufrí una de las enseñanzas que te da la vida, una de esas demostraciones en las que se te demuestra que tus ideas, ingenuas y erradas; tus pretensiones y esperanzas muchas veces no tienen cabida en la inabarcable, inalterable e inentendible corriente de la vida. El pasado fin de semana sufrí uno de esos momentos que te demuestran que nada es seguro y que el mañana siempre esconde algo distinto.
El pasado fin de semana el destino, la injerencia divina, la suerte o el azar me volvieron a enseñar la fragilidad de la vida, lo incierto del ahora y lo opaco del futuro. Ahora, en este momento en el que escribo esto, no me queda por hacer nada más que reflexionar y aprender que muchas veces, más de las que nos gustaría, las pretensiones del destino están alejadas de los anhelos y de los planes de la consciencia.
No llegué a conocer personalmente a Carlos Alberto Montaner, no pude hacer un hueco en mi agenda para visitarlo, o eso quiero hacerme creer. Ahora me arrepiento, ahora me pregunto acerca de todo lo que pude haber hecho diferente, porque Carlos, ahora en la distancia de una vida, se merecía esa visita y mucho más.
Porque, así como pido congruencia en los actos de los políticos y politicuchos, de artistas y de artistuchos, de personas y de personajes; es necesario que haga lo mismo y le dedique unas palabras, aunque solo sea para apaciguar mi propia consciencia. Porque ahora no tengo forma de pedir perdón por haber dado por sentado que la vida me esperaría.
Carlos, desde la lejanía de una fructífera y reconocida carrera literaria, vio algo en estas columnas. El señor Montaner me dio la oportunidad de publicar mis columnas bajo el sello de Firma Press, me otorgó la curiosa y esquiva capacidad de llevar mis escritos a una audiencia fuera de las fronteras físicas y eso es algo que jamás podré agradecerle lo suficiente. Porque aunque haya sido un gesto fútil e insustancial para una firma mucho más grande que un novato en el arte, fue el espacio que necesité, más de una vez, para descubrir que este acto de colocar una letra detrás de otra es, sin duda, algo en lo que encuentro placer. Y esa es otra cosa que jamás podré agradecerle.
Pero ahora entiendo, o eso quiero creer, que los escritores viven de otra manera. Porque la muerte física, el fallecimiento carnal, no es más que un obstáculo a superar. Los escritores, así como demás artistas, legan parte de su propia esencia a lo que dejan a la posterioridad. Las letras, expuestas en el blanco lienzo de una hoja, son piezas de un alma eterna. Carlos, mientras tus textos sigan leyendo en los confines del mundo libre, mientras tu mensaje siga resonando en las mentes de los que luchan por la libertad, mientras se te siga recordando, tendrás un espacio para seguir educando, guiando y señalando las injusticias que corrompen al mundo libre.
Y, estas últimas palabras que me quedan, solo puedo regocijarme de haberme podido codear con un escritor como Carlos Alberto Montaner, apuntar a poder demostrar mi calidad, agradecerle su ayuda y apoyo y seguir trabajando por un mundo libre. Porque la vida vista desde la vida misma no llega a llenar la inmensa imagen que un grande puede llegar a crear, la vida vista desde la inmortalidad de las obras es mucho más descomunal, mucho más sólida y más cercana a la realidad. Tu trabajo está hecho, Carlos, ahora es labor de los que quieran educarse, encontrar en tus textos la enseñanza.
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