Causas y efectos de las inundaciones
- Franklin Ledezma Candanedo
Todo desastre provocado por la naturaleza o por la propia acción del hombre, constituye un hecho lamentable por las secuelas que deja a su paso, en pérdida de vidas y patrimonio de los asociados, eventos que, por regla general, afectan principalmente a personas de escasos recursos económicos.
La ciudad capital, con inusitada frecuencia, se ha visto -y se ve- duramente golpeada por los rigores de una naturaleza en desenfreno, representados por inundaciones, incendios, tornados y otras muestras evidentes que Panamá no está exonerada de tales sucesos, como antaño se pensaba.
La periodicidad con la que se dan esos funestos hechos, condujo al gobierno del ex presidente Guillermo Endara Galimany, a inicios de la década del noventa, a darle cumplimiento efectivo a la ley No. 22 de 15 de noviembre de 1982, mediante la cual se creó el Sistema Nacional de Protección Civil (SINAPROC), con el lema "No espere que sucedan".
A través de esa norma de carácter social y genuinamente humanitaria, se puso en funcionamiento la estructura necesaria para prevenir o atenuar las consecuencias de desastres de cualquier origen y se estableció estrecha coordinación interinstitucional, con el fin de unificar esfuerzos y recursos.
Si bien es cierto que la inmensa mayoría de los desastres naturales no se pueden pronosticar con suficiente antelación, para adoptar las medidas del caso, también lo es el hecho que muchos ocurren por negativas prácticas de personas irresponsables.
Ello sucede, por ejemplo, cuando se producen inundaciones en la ciudad capital, no sólo por la existencia de un sistema de alcantarillado totalmente obsoleto, sino porque el mismo se ha convertido en el basurero comunal de no pocos ciudadanos.
Común es observar en las alcantarillas, en los cauces de ríos y quebradas y en cualquier área de nuestra ciudad, artefactos eléctricos, colchones, camas y toda clase de bienes desechados de los hogares panameños, lo que evidencia ausencia de higiene y civismo, en quienes cometen tan funesta acción.
La inconsciencia que muestra número plural de ciudadanos los lleva, además, a arrojar desperdicios en cualquier lugar, aunque tengan a mano un tinaco, lo que hacen como peatones, conductores o pasajeros.
A quienes así actúan, no les importa causar daños a terceros, ni a sí mismos y, menos aún, destruir los esfuerzos que realiza el Gobierno Nacional, a través de entidades dinámicas, como el ministerio de Obras Públicas, para mejorar el aseo y ornato en la urbe metropolitana.
La semana anterior, por ejemplo, una torrencial lluvia de temporada hizo realidad las públicas y reiteradas advertencias formuladas por el Ministro Juliao, hechas al mejor estilo de García Márquez, en "crónicas de inundaciones anunciadas", debido a la acumulación de basura en los drenajes pluviales, en quebradas, ríos y alcantarillas, negativa acción que siguen cometiendo quienes no aprecian a su familia, vecinos, ni a sí mismos y que tampoco les interesa que nuestra ciudad tenga una cara bonita y saludable.
111 La inconsciencia que muestra número plural de ciudadanos los lleva, además, a arrojar desperdicios en cualquier lugar, aunque tengan a mano un tinaco...
De todo lo expuesto anteriormente acumulé suficiente vivencia personal, en el corregimiento de Juan Díaz, donde de nada servía -ni sirve- nuestro esfuerzo en pro del aseo y el ornato, puesto que una masa inconsciente, autóctona o no, destruye todo intento aislado en ese sentido.
Y lo que es más condenable, después que se inundan barriadas enteras, se culpa al gobierno de las desgracias que provocaron y se le exige que limpie lo que ensuciaron hombres, mujeres y niños por igual, carentes de toda formación cívica. Sólo nos resta esperar que destierren hábitos tan perjudiciales para la seguridad personal, familiar y social.
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