China: 1. El gigante se despertó
Publicado 1999/09/04 23:00:00
- San José
Napoleón advirtió: "China es un gigante que duerme. Hay que dejarla acostada y durmiendo, pues cuando se despierte asombrará al mundo". No cabe la menor duda que el gigante se despertó y ha comenzado a asombrar al mundo.
Una primera visita de diez días, por invitación del Departamento Internacional del Comité Central del Partido Comunista Chino, junto con mi esposa Teresita, en su calidad de Legisladora electa, y del Lic. José de los Santos Chen Barría, ex -Contralor de la República, sólo me permite impresiones provisionales. Un programa repleto, de estupenda hospitalidad, dejó poco espacio para contactos por iniciativa propia y, además, la barrera del idioma nos hacía dependientes de los servicios de intérpretes.
China no es únicamente un país lejano con un régimen socio-político distinto. Es una civilización diferente, con antecedentes milenarios. En su trasfondo se conjugan el Taoísmo, que propone una vía para ordenar la vida humana en armonía con el orden natural del universo, el Confucianismo, que define normas de conducta de acuerdo con jerarquías de respeto, partiendo de la piedad filial, abarcando el culto a los ancestros e inspirando a una elite de eruditos que administró a China, y el Budismo, venido de la India, que busca la iluminación y una felicidad -nirvana- que supere los deseos.
Sobre este trasfondo se ha dado una influencia limitada y eventualmente reprimida del Cristianismo a partir del siglo XVII y nuevamente desde fines del siglo XIX. Y en el curso del siglo XX ideales de la cultura liberal han influido y sobre todo, en el último medio siglo, el marxismo-leninismo, en versión que destaca el papel del campesinado rural, más que el del proletariado urbano, ha impactado masivamente a China.
El pueblo chino tiene una dimensión extraordinaria: aproximadamente 1,250 millones de habitantes en China continental, 21 millones en Taiwán y otros 20 millones en el sudeste asiático y en el mundo. La República Popular tuvo un producto interno bruto en 1996 de unos $906 billones, un PIB per cápita de $750 y un crecimiento anual a una tasa excepcional de 12.3% en promedio, desde 1990 hasta 1996. Con 23% de la población mundial, China sólo cuenta con 7% de la tierra cultivable. Su población tiene, además, una complejidad extraordinaria. La integran no menos de 56 etnias. Se hablan 8 dialectos mayores y numerosos menores. Y se emplea una escritura con unos 56,000 caracteres ideográficos, no alfabéticos, de modo que un chino educado de nuestro tiempo usa entre 6,000 y 8,000 de tales caracteres y para leer un periódico necesita saber unos 3,000.
China posee, por otra parte, "una de las historias más largas del mundo", como lo destaca con orgullo en la primera línea del preámbulo de su Constitución. Tiene una historia de unificaciones y fragmentaciones sucesivas a través de numerosas dinastías, desde la Xia entre 2200 y 1700 a.C. hasta la Qing de 1644 a 1911 d.C.. En este siglo experimenta cambios de transcendencia: la revolución de 1911 de Sun Yat-sen, nacionalista y democrática, que puso fin a la dinastía Manchú y fundó la República de China; la guerra civil entre el Kuomitang encabezado por Chang Kai-shek y el PCC encabezado por Mao Zedong; la guerra prolongada de los chinos contra la invasión japonesa, que desembocó en la II Guerra Mundial tal que ésta se desarrolló en el Pacífico; el triunfo de los comunistas en 1949, cuando desde la Puerta Tiananmen de la Ciudad Prohibida Mao proclamó la República Popular China, para luego realizar lo que el preámbulo de su Constitución denomina "la transición de la Nueva Democracia a la sociedad socialista", q e consolidó su poder total sobre China continental.
Por auténticamente china y revolucionaria que haya sido esta transformación, los triunfadores organizaron la sociedad a partir de esa fecha según el modelo del régimen colectivista soviético. Sin embargo, bajo este régimen, el pueblo chino continuó experimentando cambios, muchos de ellos traumáticos: la Guerra de Korea entre 1950 y 1953; el movimiento de las Cien Flores en 1956-57, seguido por la campaña Anti-derechista; el Gran Salto Adelante y el establecimiento de las comunas de 1958 a 1960, a propósito de lo cual el historiador John King Fairbanks, en su libro China, Una Nueva Historia (Harvard University Press 1992), afirma "pocas veces la búsqueda voluntaria de un ideal ha conducido a resultados tan devastadores"; la ruptura sino-soviética de 1960; la Revolución Cultural entre 1966 y 1976, con la participación de los jóvenes Guardias Rojos y de la llamada Banda de los Cuatro, la oscura muerte del dirigente militar Lin Piao y el incidente de Tiananmen de 1976, proceso que Fairbanks señala "alcanzó una espantosa destrucción"; la muerte de Zhou Enlai y de Mao Zedong el mismo 1978.
Al término de estos eventos, después de haber sufrido tres experiencias de desgracia política, Deng Xioping se impuso como "máximo líder" a partir de 1978 e inició un nuevo rumbo, visionario, valiente, esperanzador y, sin embargo, limitado. Mao terminó de eliminar el pasado feudal y colonial de China, pero es Deng Xiaoping quien le abrió las puertas a un futuro moderno. En efecto, emprendió la política de "reforma y apertura", con las llamadas "cuatro modernizaciones": en agricultura, industria, ciencia y tecnología y defensa. Reconoció que el comunismo había propiciado pobreza y no bienestar, aceptó la validez del enriquecimiento personal y acogió la economía de mercado en toda su dinámica. El resultado hasta ahora es una experiencia de desarrollo económico asombroso a lo largo de la costa occidental, sobre todo en las cuatro zonas seleccionadas para ser motor de la modernización del resto de China.
Pero al mismo tiempo Den Xiaoping emprendió la restauración relativa del papel preeminente del Partido Comunista Chino y la reafirmación, por vía de la Comisión Central Militar del Comité Central del Partido, de su control de las Fuerzas Armadas (3 millones de personas en armas). Sólo el Partido, a su juicio, sería capaz de proporcionarle a China una fuerte dirección y de garantizarle su unitaria cohesión, condiciones de su modernización. Por ello proclamó también, en difícil interacción con la reforma anterior, los "cuatro principios cardinales": China debería seguir una vía socialista y mantener la dictadura del proletariado, el liderazgo del Partido y el marxismo-leninismo junto con el pensamiento de Mao. El 4 de junio de 1989 asumió la responsabilidad por la dura represión de los estudiantes que manifestaban en la Plaza Tiananmen a favor de libertades y democracia, contra la corrupción y la inflación, y aceptó que China pagara un alto precio por ello.
Los dirigentes actuales de China no tienen en mente una democracia representativa. Su proyecto es el de un "socialismo con características chinas" o sea una "economía socialista de mercado", como lo establecen en su Constitución. Pero no sabemos cuán estable y duradera es esta vinculación entre capitalismo y leninismo, en la forma reactiva y selectiva, más que militante y total, en que parece ejercerse el colectivismo hoy en día. Personalmente estoy convencido de que los cambios económicos exigen cambios políticos correspondientes. Y espero que la China encuentre su vía para realizarlos sin trastornos incontrolables. Continuaré estas impresiones la próxima semana.
Una primera visita de diez días, por invitación del Departamento Internacional del Comité Central del Partido Comunista Chino, junto con mi esposa Teresita, en su calidad de Legisladora electa, y del Lic. José de los Santos Chen Barría, ex -Contralor de la República, sólo me permite impresiones provisionales. Un programa repleto, de estupenda hospitalidad, dejó poco espacio para contactos por iniciativa propia y, además, la barrera del idioma nos hacía dependientes de los servicios de intérpretes.
China no es únicamente un país lejano con un régimen socio-político distinto. Es una civilización diferente, con antecedentes milenarios. En su trasfondo se conjugan el Taoísmo, que propone una vía para ordenar la vida humana en armonía con el orden natural del universo, el Confucianismo, que define normas de conducta de acuerdo con jerarquías de respeto, partiendo de la piedad filial, abarcando el culto a los ancestros e inspirando a una elite de eruditos que administró a China, y el Budismo, venido de la India, que busca la iluminación y una felicidad -nirvana- que supere los deseos.
Sobre este trasfondo se ha dado una influencia limitada y eventualmente reprimida del Cristianismo a partir del siglo XVII y nuevamente desde fines del siglo XIX. Y en el curso del siglo XX ideales de la cultura liberal han influido y sobre todo, en el último medio siglo, el marxismo-leninismo, en versión que destaca el papel del campesinado rural, más que el del proletariado urbano, ha impactado masivamente a China.
El pueblo chino tiene una dimensión extraordinaria: aproximadamente 1,250 millones de habitantes en China continental, 21 millones en Taiwán y otros 20 millones en el sudeste asiático y en el mundo. La República Popular tuvo un producto interno bruto en 1996 de unos $906 billones, un PIB per cápita de $750 y un crecimiento anual a una tasa excepcional de 12.3% en promedio, desde 1990 hasta 1996. Con 23% de la población mundial, China sólo cuenta con 7% de la tierra cultivable. Su población tiene, además, una complejidad extraordinaria. La integran no menos de 56 etnias. Se hablan 8 dialectos mayores y numerosos menores. Y se emplea una escritura con unos 56,000 caracteres ideográficos, no alfabéticos, de modo que un chino educado de nuestro tiempo usa entre 6,000 y 8,000 de tales caracteres y para leer un periódico necesita saber unos 3,000.
China posee, por otra parte, "una de las historias más largas del mundo", como lo destaca con orgullo en la primera línea del preámbulo de su Constitución. Tiene una historia de unificaciones y fragmentaciones sucesivas a través de numerosas dinastías, desde la Xia entre 2200 y 1700 a.C. hasta la Qing de 1644 a 1911 d.C.. En este siglo experimenta cambios de transcendencia: la revolución de 1911 de Sun Yat-sen, nacionalista y democrática, que puso fin a la dinastía Manchú y fundó la República de China; la guerra civil entre el Kuomitang encabezado por Chang Kai-shek y el PCC encabezado por Mao Zedong; la guerra prolongada de los chinos contra la invasión japonesa, que desembocó en la II Guerra Mundial tal que ésta se desarrolló en el Pacífico; el triunfo de los comunistas en 1949, cuando desde la Puerta Tiananmen de la Ciudad Prohibida Mao proclamó la República Popular China, para luego realizar lo que el preámbulo de su Constitución denomina "la transición de la Nueva Democracia a la sociedad socialista", q e consolidó su poder total sobre China continental.
Por auténticamente china y revolucionaria que haya sido esta transformación, los triunfadores organizaron la sociedad a partir de esa fecha según el modelo del régimen colectivista soviético. Sin embargo, bajo este régimen, el pueblo chino continuó experimentando cambios, muchos de ellos traumáticos: la Guerra de Korea entre 1950 y 1953; el movimiento de las Cien Flores en 1956-57, seguido por la campaña Anti-derechista; el Gran Salto Adelante y el establecimiento de las comunas de 1958 a 1960, a propósito de lo cual el historiador John King Fairbanks, en su libro China, Una Nueva Historia (Harvard University Press 1992), afirma "pocas veces la búsqueda voluntaria de un ideal ha conducido a resultados tan devastadores"; la ruptura sino-soviética de 1960; la Revolución Cultural entre 1966 y 1976, con la participación de los jóvenes Guardias Rojos y de la llamada Banda de los Cuatro, la oscura muerte del dirigente militar Lin Piao y el incidente de Tiananmen de 1976, proceso que Fairbanks señala "alcanzó una espantosa destrucción"; la muerte de Zhou Enlai y de Mao Zedong el mismo 1978.
Al término de estos eventos, después de haber sufrido tres experiencias de desgracia política, Deng Xioping se impuso como "máximo líder" a partir de 1978 e inició un nuevo rumbo, visionario, valiente, esperanzador y, sin embargo, limitado. Mao terminó de eliminar el pasado feudal y colonial de China, pero es Deng Xiaoping quien le abrió las puertas a un futuro moderno. En efecto, emprendió la política de "reforma y apertura", con las llamadas "cuatro modernizaciones": en agricultura, industria, ciencia y tecnología y defensa. Reconoció que el comunismo había propiciado pobreza y no bienestar, aceptó la validez del enriquecimiento personal y acogió la economía de mercado en toda su dinámica. El resultado hasta ahora es una experiencia de desarrollo económico asombroso a lo largo de la costa occidental, sobre todo en las cuatro zonas seleccionadas para ser motor de la modernización del resto de China.
Pero al mismo tiempo Den Xiaoping emprendió la restauración relativa del papel preeminente del Partido Comunista Chino y la reafirmación, por vía de la Comisión Central Militar del Comité Central del Partido, de su control de las Fuerzas Armadas (3 millones de personas en armas). Sólo el Partido, a su juicio, sería capaz de proporcionarle a China una fuerte dirección y de garantizarle su unitaria cohesión, condiciones de su modernización. Por ello proclamó también, en difícil interacción con la reforma anterior, los "cuatro principios cardinales": China debería seguir una vía socialista y mantener la dictadura del proletariado, el liderazgo del Partido y el marxismo-leninismo junto con el pensamiento de Mao. El 4 de junio de 1989 asumió la responsabilidad por la dura represión de los estudiantes que manifestaban en la Plaza Tiananmen a favor de libertades y democracia, contra la corrupción y la inflación, y aceptó que China pagara un alto precio por ello.
Los dirigentes actuales de China no tienen en mente una democracia representativa. Su proyecto es el de un "socialismo con características chinas" o sea una "economía socialista de mercado", como lo establecen en su Constitución. Pero no sabemos cuán estable y duradera es esta vinculación entre capitalismo y leninismo, en la forma reactiva y selectiva, más que militante y total, en que parece ejercerse el colectivismo hoy en día. Personalmente estoy convencido de que los cambios económicos exigen cambios políticos correspondientes. Y espero que la China encuentre su vía para realizarlos sin trastornos incontrolables. Continuaré estas impresiones la próxima semana.
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