Chisme: pecado de nación
- Silvio Guerra Morales
¡Ay del chismoso! ¡Cuánta pobreza de espíritu anida en el corazón del chismoso! Alguien ha dicho que: "Ciertamente, para un hombre inteligente, la muerte es preferible al pecado, y una lengua cercenada es preferible a la mentira o a la calumnia."
Terrible cáncer social es el chisme, con qué facilidad, como una enredadera, crece en cualquier lugar y se multiplica rápidamente.
El chisme se ha definido como la noticia que puede ser verdadera o falsa, sin dejar de mencionar que ingresan, también en su definición, los comentarios con que generalmente se pretende indisponer a una persona frente a otra y las murmuraciones que se hagan sobre terceros.
En los círculos sociales, sin distingos de credos políticos o religiosos, ni de posiciones económicas, el plato en el orden del día es el chisme. ¿Cuál es la última?, suelen preguntar algunos y todos recordamos aquella expresión de que “Cuando el río suena es porque piedras trae” y con ella pretendemos inyectar alguna dosis de aparente credibilidad al chisme. “Por allí se comenta”, es otra expresión alusiva al chisme y qué decir del “Me contaron por allí, a mí no me lo creas…”, en fin, siempre pretenderemos justificar el chisme en procura de no vender el bochinche a capela, sino que proyecte cierto grado de veracidad.
De que hay chismes o bochinches que han resultado en verdad, nadie lo duda. Pero ello no justifica el chisme ni el bochinche que trasciende a la calumnia o a la injuria. El problema radica, respecto al chisme y de allí su mala y pecaminosa matriz, es que se digan cosas vox populi o vox privatae, sin que exista siquiera una prueba evidente o contundente de que realmente el contenido de lo expresado es real, cierto. Con qué facilidad crucificamos la dignidad -patrimonio invaluable, incalculable de todo ser humano- a través de un leve movimiento de la lengua que se activa para despotricar, injuriar, hablar mal de alguien y cuando las palabras gesticuladas están pletóricas de falsedades, invenciones, o que, aun cuando se diga la verdad, dicha verdad se presenta distorsionada, tergiversada, modificada con el fin de que transporte solamente lo que deseamos o queremos que los demás sepan, es decir, solo la parte mala de la información.
La sociedad panameña necesita sanearse de este terrible flagelo que tanto está dividiendo a los panameños y panameñas y a cuantos conviven en este pequeño terruño llamado el Istmo de Panamá.
Por ello, no podemos seguir desayunando chismes, almorzando chismes, cenando chismes y, como si fuera poco, teniendo como meriendas matutinas, vespertinas y nocturnas, el chisme. Hay que cambiar el menú. Solamente podemos hacerlo nosotros: excluyámonos del chisme, del bochinche; rechacemos a quienes se nos acercan auspiciando o promoviendo el chisme; defendamos la integridad y moralidad, la nuestra en primer lugar, y luego la de los demás; aborrezcamos al ser o semejante que se nos acerca para “contarnos la última”.
En lo personal, he decidido aplicar aquello de la vieja enseñanza de que: “Si no edifica, no construye ni hace bien a nadie, no debe interesarme”.
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