Chisme y derecho penal
Publicado 2005/09/08 23:00:00
- Silvio Guerra Morales
El chisme que causa la muerte o daños físicos o psíquicos en la persona que los recepta en calidad de destinatario, debe ser punible.
EN DÍAS pasados, para ser más específico, el domingo 4 del mes y año en curso, en el Diario Crítica Libre leí la columna del Hermano Pablo en la que relataba cómo una joven esposa, con un hogar formado y sólido en donde se respiraba puro amor; con un devoto esposo al cual ella le profesaba amor sin límites y viceversa; con pequeños y saludables hijos que contagiaban con sus sonrisas plagadas de dulzura y cariño; había sufrido un síncope cardiaco, muriendo al instante, tras haber escuchado el nefasto comentario, por parte de una persona que se le acercó, de que su esposo le era infiel con una bella dama. El débil corazón de la mujer no pudo resistir la funesta y fatal noticia y el costo del chisme o bochinche fue la vida de esta joven, núbil esposa. Nunca fue cierta la infidelidad del esposo.
Decimos chisme, porque al final de cuentas todo resultó ser una vil patraña urdida por malos sentimientos que se cobijan en los espíritus débiles, impuros, para sembrar, allí en donde ha crecido y ha germinado el amor, el odio; allí en donde, fecundamente, se ha agigantado el cariño y la ternura, desasosiego, incertidumbre, inestabilidad, inseguridad; allí en donde reina la unión, división; en donde todo el escenario es un edén o paraíso, hacer de ello un infierno. La anécdota es cruda, triste, y merece toda nuestra repulsa para aquella persona que empujada por malos sentimientos hizo un comentario indebido, inescrupuloso, impropio, perverso, ajeno a la paz y al amor que quiere Dios reine en nuestros corazones. Ya Cristo lo ha sentenciado: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Esa es la Ley, además, consagrada en uno de los Diez Mandamientos del Señor.
Cuentan que un sabio fue visitado por uno de sus discípulos quien, entusiastamente, estaba avieso en hacerlo partícipe de una noticia, en realidad se trataba de un bochinche o chisme. Y este sabio, primeramente, inquirió paso a paso a su joven discípulo preguntándole si lo que le habría de comentar era edificante, bueno y noble. Y así, empezando por la primera pregunta en torno a la nobleza de la noticia, el discípulo terminó aceptando que la noticia que portaba ni era buena, ni noble ni edificante. Luego, no había razón alguna ni suficiente para conocer ni interesarse en la noticia. ¡Cuántas veces prestamos oídos a noticias que no llenan estos requisitos¡. ¡A comentarios destructores, verdaderamente devastadores y cuyos efectos son tan similares y hasta peores que una bomba de alta potencia y peligrosidad ¡Abrimos las ventanas de nuestros corazones y mentes para dar curso a chismes o a bochinches que llevan aparejados, como consecuencia lógica de sus contenidos, destrucción de hogares, de vidas, de honras y de la moral de mucha gente!
La Biblia condena a la lengua chismosa, a la lisonjera, zalamera. Pablo Apóstol escribió sobre el peligro de la lengua chismosa: refiriéndose a ella dijo que es un pequeño miembro que "enciende bosques".
Ahora bien, nuestros lectores se preguntarán por qué escribo sobre este tema y yo responderé, categóricamente, que lo hago por una sola razón: ¡Porque el chisme está acabando con este país!
En una ocasión, hace muchos años, vino un prestigioso predicador a Panamá y el contenido de su prédica versó en torno a los pecados que atan a nuestras naciones.
Cuando se refirió a Panamá le atribuyó a esta nación el pecado del chisme. A otras les atribuyó el de la codicia, la lujuria, la pereza, etc.
En nuestro medio, este pecado capital no respeta ni distingue a clases sociales ni a categorías de personas o niveles de instrucción. Ha venido arropando a mucha gente. En los centros de reunión, en las plazas, los parques, convenciones, congresos, reuniones de supuesta gente importante, en las universidades, etc., el chisme no pierde tiempo para inmiscuirse en conversaciones que empiezan seria y terminan en el bochinche. Pervierte muchas cosas que encuentra a su paso: tuerce el derecho y la razón; tergiversa los hechos y el derecho; niega el derecho a los justos; rechaza la simpatía de gente inocente y genera repulsa para con las personas que han sido indispuestas. Las contra monedas del chisme son la seriedad y el respeto por nuestra propia dignidad y la de los demás congéneres.
No pocas veces algunos medios de comunicación divulgan la noticia que se cobija, perfectamente, en el chisme. Y es que todo chisme es sensacionalista, impresionante, tiene el poder de despertar sentimientos y pensamientos adormecidos. Sin embargo, una vez derramada el agua ésta corre y no se pude recoger. Por mucha réplica y contrarréplica que exista de por medio, ya se ha sembrado en la psiquis de la persona o de la gente la incertidumbre o el cuestionamiento en torno a la integridad o contextura moral de la persona. A los chismosos, la ley penal los califica con el nombre de "injuriadores" o "calumniadores". ¡Vaya nombrecitos para ocultar a personalidades chismosas!
Todo lo anterior converge en un solo concepto: dignidad humana como patrimonio más valioso de un ser humano. Nadie tiene el derecho de pisotear la honra o la dignidad de otro. Aun en materia jurídica penal, siempre se tiene por inocente al acusado. Nadie puede condenar a otro sin haberlo escuchado, sin oír sus razones, conocer sus pruebas. Recuerdo un pensamiento que aprendí desde los años de mocedad: "El que sentencia una causa sin oír a la parte opuesta, aunque sentencie lo justo injustamente sentencia".
Esposas, autoridades, jueces, todas las personas, exhorto a que, primero, conozcamos razones y pruebas, antes de emitir juicios o criterios destructivos respecto a la honra y dignidad de una persona.
El chisme que causa la muerte o daños físicos o psíquicos en la persona que los recepta en calidad de destinatario, debe ser punible: No encuentro razones para negar la posibilidad de que quien hace el comentario injusto, perverso de la supuesta infidelidad del consorte de una persona y con ello causa su muerte, como el ejemplo inicial, no pueda ser sindicada penalmente a título de homicidio doloso -dolo eventual-Tampoco encuentro razones para no sindicar, penalmente, a quien tras el chisme que ha transportado genera o produce una acción criminal en el receptor.
Por ejemplo: María, al enterarse del chisme que le confía su mejor amiga Ana, cegada por la pasión, corre y mata su esposo. ¿Acaso no existe de por medio un autor que provoca la actuación de alguien? ¡Cuidado con los chismosos, pues pueden terminar en la cárcel!
Decimos chisme, porque al final de cuentas todo resultó ser una vil patraña urdida por malos sentimientos que se cobijan en los espíritus débiles, impuros, para sembrar, allí en donde ha crecido y ha germinado el amor, el odio; allí en donde, fecundamente, se ha agigantado el cariño y la ternura, desasosiego, incertidumbre, inestabilidad, inseguridad; allí en donde reina la unión, división; en donde todo el escenario es un edén o paraíso, hacer de ello un infierno. La anécdota es cruda, triste, y merece toda nuestra repulsa para aquella persona que empujada por malos sentimientos hizo un comentario indebido, inescrupuloso, impropio, perverso, ajeno a la paz y al amor que quiere Dios reine en nuestros corazones. Ya Cristo lo ha sentenciado: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Esa es la Ley, además, consagrada en uno de los Diez Mandamientos del Señor.
Cuentan que un sabio fue visitado por uno de sus discípulos quien, entusiastamente, estaba avieso en hacerlo partícipe de una noticia, en realidad se trataba de un bochinche o chisme. Y este sabio, primeramente, inquirió paso a paso a su joven discípulo preguntándole si lo que le habría de comentar era edificante, bueno y noble. Y así, empezando por la primera pregunta en torno a la nobleza de la noticia, el discípulo terminó aceptando que la noticia que portaba ni era buena, ni noble ni edificante. Luego, no había razón alguna ni suficiente para conocer ni interesarse en la noticia. ¡Cuántas veces prestamos oídos a noticias que no llenan estos requisitos¡. ¡A comentarios destructores, verdaderamente devastadores y cuyos efectos son tan similares y hasta peores que una bomba de alta potencia y peligrosidad ¡Abrimos las ventanas de nuestros corazones y mentes para dar curso a chismes o a bochinches que llevan aparejados, como consecuencia lógica de sus contenidos, destrucción de hogares, de vidas, de honras y de la moral de mucha gente!
La Biblia condena a la lengua chismosa, a la lisonjera, zalamera. Pablo Apóstol escribió sobre el peligro de la lengua chismosa: refiriéndose a ella dijo que es un pequeño miembro que "enciende bosques".
Ahora bien, nuestros lectores se preguntarán por qué escribo sobre este tema y yo responderé, categóricamente, que lo hago por una sola razón: ¡Porque el chisme está acabando con este país!
En una ocasión, hace muchos años, vino un prestigioso predicador a Panamá y el contenido de su prédica versó en torno a los pecados que atan a nuestras naciones.
Cuando se refirió a Panamá le atribuyó a esta nación el pecado del chisme. A otras les atribuyó el de la codicia, la lujuria, la pereza, etc.
En nuestro medio, este pecado capital no respeta ni distingue a clases sociales ni a categorías de personas o niveles de instrucción. Ha venido arropando a mucha gente. En los centros de reunión, en las plazas, los parques, convenciones, congresos, reuniones de supuesta gente importante, en las universidades, etc., el chisme no pierde tiempo para inmiscuirse en conversaciones que empiezan seria y terminan en el bochinche. Pervierte muchas cosas que encuentra a su paso: tuerce el derecho y la razón; tergiversa los hechos y el derecho; niega el derecho a los justos; rechaza la simpatía de gente inocente y genera repulsa para con las personas que han sido indispuestas. Las contra monedas del chisme son la seriedad y el respeto por nuestra propia dignidad y la de los demás congéneres.
No pocas veces algunos medios de comunicación divulgan la noticia que se cobija, perfectamente, en el chisme. Y es que todo chisme es sensacionalista, impresionante, tiene el poder de despertar sentimientos y pensamientos adormecidos. Sin embargo, una vez derramada el agua ésta corre y no se pude recoger. Por mucha réplica y contrarréplica que exista de por medio, ya se ha sembrado en la psiquis de la persona o de la gente la incertidumbre o el cuestionamiento en torno a la integridad o contextura moral de la persona. A los chismosos, la ley penal los califica con el nombre de "injuriadores" o "calumniadores". ¡Vaya nombrecitos para ocultar a personalidades chismosas!
Todo lo anterior converge en un solo concepto: dignidad humana como patrimonio más valioso de un ser humano. Nadie tiene el derecho de pisotear la honra o la dignidad de otro. Aun en materia jurídica penal, siempre se tiene por inocente al acusado. Nadie puede condenar a otro sin haberlo escuchado, sin oír sus razones, conocer sus pruebas. Recuerdo un pensamiento que aprendí desde los años de mocedad: "El que sentencia una causa sin oír a la parte opuesta, aunque sentencie lo justo injustamente sentencia".
Esposas, autoridades, jueces, todas las personas, exhorto a que, primero, conozcamos razones y pruebas, antes de emitir juicios o criterios destructivos respecto a la honra y dignidad de una persona.
El chisme que causa la muerte o daños físicos o psíquicos en la persona que los recepta en calidad de destinatario, debe ser punible: No encuentro razones para negar la posibilidad de que quien hace el comentario injusto, perverso de la supuesta infidelidad del consorte de una persona y con ello causa su muerte, como el ejemplo inicial, no pueda ser sindicada penalmente a título de homicidio doloso -dolo eventual-Tampoco encuentro razones para no sindicar, penalmente, a quien tras el chisme que ha transportado genera o produce una acción criminal en el receptor.
Por ejemplo: María, al enterarse del chisme que le confía su mejor amiga Ana, cegada por la pasión, corre y mata su esposo. ¿Acaso no existe de por medio un autor que provoca la actuación de alguien? ¡Cuidado con los chismosos, pues pueden terminar en la cárcel!
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