"Choteo" a la cubana y "relajo" a la panameña
Publicado 2001/04/28 23:00:00
- San José
Recién casado con Teresita, viajamos a Miami para que yo conociera a su familia. Mi encuentro con sus parientes, amigos y conocidos se dio a través de una serie de almuerzos y comidas a los que nos invitaron. En todos ellos los participantes conversaban a la vez, con las manos en pleno ajetreo, en múltiples diálogos entrecruzados, de una rapidez asombrosa y de un uso puntiagudo del lenguaje, en los cuales la ironía, el chiste y la burla se entremezclaban con los constantes recuerdos de la Perla de las Antillas. A propósito de esta experiencia, supe por primera vez lo que era el "choteo" a la cubana. Con el tiempo leí el ensayo de Jorge Mañach sobre este rasgo cultural de la cubanía.
Mañach fue un intelectual de gran valía en su país. Nació en 1898, el año en que terminó la Guerra de la Independencia de Cuba y murió en el exilio en 1961, apenas iniciado el régimen de Castro. Su vida coincidió así casi exactamente con los primeros sesenta años de la República. Fue escritor, historiador, profesor de la Universidad de la Habana, autor de libro Martí, el Apóstol, probablemente la biografía más influyente de la personalidad tutelar de la independencia y de la nacionalidad cubanas. Fue también fundador del Partido ABC y miembro del Partido Ortodoxo, dos de las organizaciones políticas de mejor trayectoria en Cuba. Sirvió a su país con una lucidez e integridad ejemplares como Senador, Ministro de Educación y sobre todo, como miembro de la Asamblea que elaboró su mejor Constitución, la de 1940.
En 1928 pronunció una conferencia en La Habana que se publicó bajo el título de "Indagación del Choteo". Es realmente un clásico del análisis psico-cultural de la actitud y el comportamiento de uno de los pueblos hermanos de América Latina. Lo acabo de consultar a raíz de la invitación que me hizo una revista alemana para que escribiera un largo artículo sobre la actualidad cubana y me impactó cuanto el mismo es esclarecedor, por similitud y por contraste, de nuestra realidad panameña.
La Real Academia Española en su Diccionario dice del substantivo "choteo": "burla, pitorreo". Y del verbo "pitorrearse" dice: "burlarse de alguien". Mañach comenzó su estudio recordando dos expresiones conexas: "no tomar nada en serio" y "tirarlo todo a relajo", explicando que "nada" y "todo" eran en este contexto hipérboles, pues aún el espíritu más burlón toma algunas cosas en serio. En su definición inicial identificó el choteo con un hecho externo, a saber "el hábito de irrespetuosidad", es decir con una falta de atención, motivada por un mismo hecho psicológico, a saber una repugnancia a toda autoridad", ya sea porque el individuo tuviera una desmesurada auto-estima o porque en su medio social la jerarquía se hubiera perdido o falseado.
Mañach distinguió dos tipos de choteo: el meramente jocoso y el escéptico. El primero es ligero y admite que hay cosas serias, pero no las reverencia. Ello constituye una falla del comportamiento. Mientras que el segundo no encuentra nada serio en el mundo. Es "un vicio de la óptica mental o de la sensibilidad moral". Quienes practican este segundo tipo de choteo son, a su juicio, "los negadores profesionales, los descreídos a ultranza, los egoístas máximos".
El propósito del choteo sería entonces afirmar la propia individualidad contra la de otro individuo, que se supone superior y está dotado de autoridad, es decir de poder o de prestigio. Por ello, en el choteo se endereza la burla, en alguna de sus formas y grados, contra lo que la autoridad en cuestión tenga de contradictorio y por ende de cómico. Semejante contradicción, objeto de la burla, puede ser evidente aún superficialmente o puede requerir, para percibirla o para suponerla donde no la hay, de una perspicacia superior.
De hecho, como anotó Mañach, el cubano promedio posee una vena para lo cómico "como todos los pueblos de rápida actividad mental". En el caso del pueblo cubano, yo diría que tiene una extraordinaria agilidad intelectual y verbal y por eso ha sido tan dado al choteo.
En virtud de este análisis del choteo, no sorprende que para Mañach el mismo fuera visto como "enemigo del orden en todas sus manifestaciones", es decir como "confusión, subversión, desorden, en suma "relajo" ". Para él una de las causas del choteo es una tendencia socialmente niveladora que conlleva una preferencia por la familiaridad. Conduce a llamar a los demás "viejo" o "chico" y a tutearlos indiscriminadamente, para así rebajarlos al propio nivel de quien recurre al choteo.
Nacido del odio a la jerarquía, el choteo, especialmente en su versión escéptica, se manifiesta a través del "prurito de desvalorización" sobre todo del prestigio, que representa "la seriedad en la reputación". Cabe preguntarse entonces, qué relación guarda el choteo con el resentimiento. Existe una burla producto del resentimiento, la cual nace de la impotencia a realizar el valor que uno desea fuertemente poner en práctica. Pero ni el rencor ni el resentimiento son características comunes del choteo. El choteador más bien se ríe del valor que podría emular y expresa su impaciencia por toda traba a la libre expansión de su individualidad. En el choteador bulle un espíritu de independencia que se expresa a través de la rebeldía o paradójicamente a través de su contrario, la adulación.
De allí surgió una definición más acabada del choteo: "el choteo es un prurito de independencia que se exterioriza en una burla de toda forma no imperativa de autoridad". No se debe confundir con la burla o la gracia puras y simples. Se trata más bien de una forma especial y sistemática de la burla o de la gracia, que endereza la práctica de la una o la otra contra el prestigio, con miras a afirmar el valor del yo. Por ello, la familiaridad de trato y de palabra acompaña al choteo.
Para Mañach la ligereza y la independencia que caracterizan al cubano son el caldo de cultivo de su propensión al choteo. ste no respondería a una tendencia inmanente del carácter cubano, sino a la experiencia colectiva del medio. Mañach pensó que en Cuba el choteo resultaba del ambiente de improvisación de los primeros años de la República. Consideró que, junto a sus consecuencias nocivas, había ejercido una función crítica saludable "de muelle para resistir las presiones políticas demasiado gravosas y de válvula de escape para todo género de impaciencias", de cara a autoridades falsas o poco flexibles. El choteo habría servido, además, "como un descongetionador espiritual, rebelándose contra la autoridad del sentimiento...El choteo viene, entonces, a ser como un acto de pudor, un pliegue de jocosidad, que nos echamos encima para esconder nuestra tristeza íntima, por miedo a aparecer tiernos o espirituales...Por modo general pudiera decirse que el choteo ha tendido a infundir en nuestro pueblo el miedo a todas las formas nobles de distinción - el miedo a ser "demasiado" intelectual, demasiado espiritual, demasiado cortés y hasta demasiado sensato o elegante".
Este análisis psico-cultural del choteo a la cubana me ha esclarecido, por similitud y por contraste, "el relajo" que afecta tanto a nuestra vida panameña. El Diccionario de la Real Academia Española dice de la palabra "relajo": "desorden, falta de seriedad, barullo". Y tradicionalmente se ha dicho que los panameños y panameñas no tomamos nada en serio salvo el carnaval, es decir el propio relajo al máximo.
El relajo, especialmente en su forma colectiva y multitudinaria del carnaval, por ejemplo, es la experiencia del desorden, por lo menos por momentos o por algunos días. La burla en el relajo se da sin motivo. No busca irrespetar valores consagrados; tampoco tiene la intención de afirmar valores propios individuales, por prurito de independencia, y a desprestigiar la autoridad en cuestión, por vía de la familiaridad. El relajo a la panameña no tiene ese horizonte de crítica a la autoridad, sino que representa una vivencia marginada y fuera del alcance transitoriamente de la autoridad, pero sin romper los lazos de dependencia de ella. Se trata de una vivencia a través de la cual se busca un oasis de experiencia desordenada e incluso caótica en un desierto de relativo sometimiento o acomodo oportunista a la autoridad y sin un convencimiento ético de su validez. Mientras que el choteo tiene una finalidad de afirmación de la independencia propia y de la propia auto-estima, incluso exagerada, el relajo se burla de todo sin afirmarse uno mismo. En el relajo nos dejamos ir a una espontaneidad desprovista de normas y de objetivos y que nos relaja de toda disciplina normativa. El relajo es su propia finalidad y en el mismo quien lo promueve no se toma en serio ni a sí mismo. En consecuencia, no puede tener una función crítica en la sociedad. Por el contrario, el choteo tiene un propósito fuera de la misma burla como tal, lo cual le da una posibilidad de cumplir con una función social crítica.
No es accidental que en Cuba los primeros sesenta años de la República, que fueron los años del despliegue del choteo, hayan conducido, por el cúmulo de críticas a la autoridad vigente en todas sus expresiones, a una revolución. sta ha sido algo muy serio, aún cuando ha incluido un componente de improvisación burlesca. Por reacción a la desvalorización previa de la autoridad, ha llevado a un obsesiva sobrevaloración de la misma, con un ejercicio en oportunidades violento de control social. Y después de cuarenta años todavía perdura, aunque muy desgastada. En razón de la radicalidad de esta condición, no se sabe cómo será el futuro de Cuba ni si reaparecerá y bajo qué formas el choteo.
Por contraste, en Panamá los primeros sesenta años de la República, durante los cuales muchas veces predominó el relajo, condujeron a una dictadura. sta fue algo traumático, pero no serio, un revolcón y no una revolución. Tuvo un poder de hecho que intentó prestigiarse detrás de una autoridad de mentira sin ningún prestigio. Terminó en buena parte por descomposición. Su sucesión, al cabo de veintiún años, ha sido una realidad mejorada a lo que se daba antes de la dictadura, pero en la cual aún subsiste una dosis preocupante del mismo relajo.
El choteo a la cubana y el relajo a la panameña son expresiones de nuestra cultura latinoamericana. ¿Sabremos superarlos salvaguardando lo que el uno tiene de sentido crítico y el otro tiene de espontaneidad vital, sin dejar que nos atasquen como sociedades o que nos desvíen hacia tipos de sociedad que son demasiado rígidos para ser deseables? (ariyan@sinfo.net)
Mañach fue un intelectual de gran valía en su país. Nació en 1898, el año en que terminó la Guerra de la Independencia de Cuba y murió en el exilio en 1961, apenas iniciado el régimen de Castro. Su vida coincidió así casi exactamente con los primeros sesenta años de la República. Fue escritor, historiador, profesor de la Universidad de la Habana, autor de libro Martí, el Apóstol, probablemente la biografía más influyente de la personalidad tutelar de la independencia y de la nacionalidad cubanas. Fue también fundador del Partido ABC y miembro del Partido Ortodoxo, dos de las organizaciones políticas de mejor trayectoria en Cuba. Sirvió a su país con una lucidez e integridad ejemplares como Senador, Ministro de Educación y sobre todo, como miembro de la Asamblea que elaboró su mejor Constitución, la de 1940.
En 1928 pronunció una conferencia en La Habana que se publicó bajo el título de "Indagación del Choteo". Es realmente un clásico del análisis psico-cultural de la actitud y el comportamiento de uno de los pueblos hermanos de América Latina. Lo acabo de consultar a raíz de la invitación que me hizo una revista alemana para que escribiera un largo artículo sobre la actualidad cubana y me impactó cuanto el mismo es esclarecedor, por similitud y por contraste, de nuestra realidad panameña.
La Real Academia Española en su Diccionario dice del substantivo "choteo": "burla, pitorreo". Y del verbo "pitorrearse" dice: "burlarse de alguien". Mañach comenzó su estudio recordando dos expresiones conexas: "no tomar nada en serio" y "tirarlo todo a relajo", explicando que "nada" y "todo" eran en este contexto hipérboles, pues aún el espíritu más burlón toma algunas cosas en serio. En su definición inicial identificó el choteo con un hecho externo, a saber "el hábito de irrespetuosidad", es decir con una falta de atención, motivada por un mismo hecho psicológico, a saber una repugnancia a toda autoridad", ya sea porque el individuo tuviera una desmesurada auto-estima o porque en su medio social la jerarquía se hubiera perdido o falseado.
Mañach distinguió dos tipos de choteo: el meramente jocoso y el escéptico. El primero es ligero y admite que hay cosas serias, pero no las reverencia. Ello constituye una falla del comportamiento. Mientras que el segundo no encuentra nada serio en el mundo. Es "un vicio de la óptica mental o de la sensibilidad moral". Quienes practican este segundo tipo de choteo son, a su juicio, "los negadores profesionales, los descreídos a ultranza, los egoístas máximos".
El propósito del choteo sería entonces afirmar la propia individualidad contra la de otro individuo, que se supone superior y está dotado de autoridad, es decir de poder o de prestigio. Por ello, en el choteo se endereza la burla, en alguna de sus formas y grados, contra lo que la autoridad en cuestión tenga de contradictorio y por ende de cómico. Semejante contradicción, objeto de la burla, puede ser evidente aún superficialmente o puede requerir, para percibirla o para suponerla donde no la hay, de una perspicacia superior.
De hecho, como anotó Mañach, el cubano promedio posee una vena para lo cómico "como todos los pueblos de rápida actividad mental". En el caso del pueblo cubano, yo diría que tiene una extraordinaria agilidad intelectual y verbal y por eso ha sido tan dado al choteo.
En virtud de este análisis del choteo, no sorprende que para Mañach el mismo fuera visto como "enemigo del orden en todas sus manifestaciones", es decir como "confusión, subversión, desorden, en suma "relajo" ". Para él una de las causas del choteo es una tendencia socialmente niveladora que conlleva una preferencia por la familiaridad. Conduce a llamar a los demás "viejo" o "chico" y a tutearlos indiscriminadamente, para así rebajarlos al propio nivel de quien recurre al choteo.
Nacido del odio a la jerarquía, el choteo, especialmente en su versión escéptica, se manifiesta a través del "prurito de desvalorización" sobre todo del prestigio, que representa "la seriedad en la reputación". Cabe preguntarse entonces, qué relación guarda el choteo con el resentimiento. Existe una burla producto del resentimiento, la cual nace de la impotencia a realizar el valor que uno desea fuertemente poner en práctica. Pero ni el rencor ni el resentimiento son características comunes del choteo. El choteador más bien se ríe del valor que podría emular y expresa su impaciencia por toda traba a la libre expansión de su individualidad. En el choteador bulle un espíritu de independencia que se expresa a través de la rebeldía o paradójicamente a través de su contrario, la adulación.
De allí surgió una definición más acabada del choteo: "el choteo es un prurito de independencia que se exterioriza en una burla de toda forma no imperativa de autoridad". No se debe confundir con la burla o la gracia puras y simples. Se trata más bien de una forma especial y sistemática de la burla o de la gracia, que endereza la práctica de la una o la otra contra el prestigio, con miras a afirmar el valor del yo. Por ello, la familiaridad de trato y de palabra acompaña al choteo.
Para Mañach la ligereza y la independencia que caracterizan al cubano son el caldo de cultivo de su propensión al choteo. ste no respondería a una tendencia inmanente del carácter cubano, sino a la experiencia colectiva del medio. Mañach pensó que en Cuba el choteo resultaba del ambiente de improvisación de los primeros años de la República. Consideró que, junto a sus consecuencias nocivas, había ejercido una función crítica saludable "de muelle para resistir las presiones políticas demasiado gravosas y de válvula de escape para todo género de impaciencias", de cara a autoridades falsas o poco flexibles. El choteo habría servido, además, "como un descongetionador espiritual, rebelándose contra la autoridad del sentimiento...El choteo viene, entonces, a ser como un acto de pudor, un pliegue de jocosidad, que nos echamos encima para esconder nuestra tristeza íntima, por miedo a aparecer tiernos o espirituales...Por modo general pudiera decirse que el choteo ha tendido a infundir en nuestro pueblo el miedo a todas las formas nobles de distinción - el miedo a ser "demasiado" intelectual, demasiado espiritual, demasiado cortés y hasta demasiado sensato o elegante".
Este análisis psico-cultural del choteo a la cubana me ha esclarecido, por similitud y por contraste, "el relajo" que afecta tanto a nuestra vida panameña. El Diccionario de la Real Academia Española dice de la palabra "relajo": "desorden, falta de seriedad, barullo". Y tradicionalmente se ha dicho que los panameños y panameñas no tomamos nada en serio salvo el carnaval, es decir el propio relajo al máximo.
El relajo, especialmente en su forma colectiva y multitudinaria del carnaval, por ejemplo, es la experiencia del desorden, por lo menos por momentos o por algunos días. La burla en el relajo se da sin motivo. No busca irrespetar valores consagrados; tampoco tiene la intención de afirmar valores propios individuales, por prurito de independencia, y a desprestigiar la autoridad en cuestión, por vía de la familiaridad. El relajo a la panameña no tiene ese horizonte de crítica a la autoridad, sino que representa una vivencia marginada y fuera del alcance transitoriamente de la autoridad, pero sin romper los lazos de dependencia de ella. Se trata de una vivencia a través de la cual se busca un oasis de experiencia desordenada e incluso caótica en un desierto de relativo sometimiento o acomodo oportunista a la autoridad y sin un convencimiento ético de su validez. Mientras que el choteo tiene una finalidad de afirmación de la independencia propia y de la propia auto-estima, incluso exagerada, el relajo se burla de todo sin afirmarse uno mismo. En el relajo nos dejamos ir a una espontaneidad desprovista de normas y de objetivos y que nos relaja de toda disciplina normativa. El relajo es su propia finalidad y en el mismo quien lo promueve no se toma en serio ni a sí mismo. En consecuencia, no puede tener una función crítica en la sociedad. Por el contrario, el choteo tiene un propósito fuera de la misma burla como tal, lo cual le da una posibilidad de cumplir con una función social crítica.
No es accidental que en Cuba los primeros sesenta años de la República, que fueron los años del despliegue del choteo, hayan conducido, por el cúmulo de críticas a la autoridad vigente en todas sus expresiones, a una revolución. sta ha sido algo muy serio, aún cuando ha incluido un componente de improvisación burlesca. Por reacción a la desvalorización previa de la autoridad, ha llevado a un obsesiva sobrevaloración de la misma, con un ejercicio en oportunidades violento de control social. Y después de cuarenta años todavía perdura, aunque muy desgastada. En razón de la radicalidad de esta condición, no se sabe cómo será el futuro de Cuba ni si reaparecerá y bajo qué formas el choteo.
Por contraste, en Panamá los primeros sesenta años de la República, durante los cuales muchas veces predominó el relajo, condujeron a una dictadura. sta fue algo traumático, pero no serio, un revolcón y no una revolución. Tuvo un poder de hecho que intentó prestigiarse detrás de una autoridad de mentira sin ningún prestigio. Terminó en buena parte por descomposición. Su sucesión, al cabo de veintiún años, ha sido una realidad mejorada a lo que se daba antes de la dictadura, pero en la cual aún subsiste una dosis preocupante del mismo relajo.
El choteo a la cubana y el relajo a la panameña son expresiones de nuestra cultura latinoamericana. ¿Sabremos superarlos salvaguardando lo que el uno tiene de sentido crítico y el otro tiene de espontaneidad vital, sin dejar que nos atasquen como sociedades o que nos desvíen hacia tipos de sociedad que son demasiado rígidos para ser deseables? (ariyan@sinfo.net)
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