Crecimiento económico, reducción de la pobreza y educación
Una propuesta al futuro gobierno. Por razones de mis ocupaciones profesionales, he participado con alguna frecuencia en reuniones internacionales sobre temas de reducción de la pobreza, competitividad y financiamiento del desarrollo, entre otros. De manera constante escucho en esos foros comentarios favorables sobre el desempeño económico del país, en los últimos años, como si fuese un hecho repentino e inesperado. Tal como hace muchos años se comentaba el milagro brasileño o el chileno. También he comentado en alguna ocasión que el crecimiento del país no es casual ni repentino, sino el resultado de aciertos y errores de las distintas generaciones que se han sucedido.
Las elevadas tasas de desempleo estructurales de la economía panameña se han reducido sensiblemente, gracias a la dinámica de los sectores en expansión, tales como la construcción. La pobreza extrema se ha mitigado con base a los programas de atención a los sectores más vulnerables. Con todo, la pobreza en general y la desigualdad, siguen siendo temas pendientes de solución. Presentar indicadores de robustez macroeconómica, tasas de crecimiento impresionantes, no alivia la escasez de quienes no participan de los frutos de ese crecimiento. La pregunta relevante es, entonces, ¿cómo hacer que los sectores más pobres tengan acceso a los beneficios del crecimiento económico? Hay acaso, soluciones de corto plazo?
En primer lugar, no hay soluciones de corto plazo. En segundo lugar, las actividades económicas con alto valor agregado implican generalmente salarios más elevados, y consecuentemente, mejores niveles de ingreso para la población trabajadora. Con base a estas premisas claramente el camino para lograr mejores ingresos para la población trabajadora pasa por la generación de actividades económicas de alto valor agregado, las que a su vez demandan mayores niveles de educación formal y técnica de los trabajadores.
Para ello, propongo al futuro gobierno liderar una reforma profunda del sistema educativo panameño, empezando con los educadores, a la vez que se mantenga un perfil humanista, que preserve los valores culturales y éticos de una sociedad sana. Propongo que el gobierno establezca convenios con las universidades más prestigiosas en Estados Unidos, México, Argentina, Chile y Europa, en investigación, metodologías de la enseñanza, currícula, implementación tecnológica, administración educativa, etc. Que los docentes panameños aspiren a esas universidades y que los seleccionados por las universidades, sean becados con sus familias y se vayan a estudiar postgrados en estas áreas. Que con los mejores se constituya la base gerencial del Ministerio de Educación. Recursos existen. El IFARHU, los programas de competitividad del gobierno, cuentan con suficientes fondos para cubrir esta inversión. Además, se crea una base tecnocrática, profesional y humanista, que diseminaría a su vez estos conocimientos al resto del magisterio panameño. Esta no es una solución nueva. Los fundadores de la Patria enviaron al exterior jóvenes panameños a formarse, a la vez que trajeron educadores de distintos países. Con la diáspora republicana española llegaron a Panamá educadores que contribuyeron a mejorar la calidad de la educación nacional. Y más recientemente, el Ministerio de Planificación, entonces dirigido por el Dr. Ardito Barletta, nos envió a panameños al exterior a mejorar nuestra formación.
Que la globalización no sea solamente de productos y de mano de obra inmigrante. Hagámosla que también sea del conocimiento, a favor de nuestra población, de manera masiva. Pienso que así establecemos las bases para un Panamá próspero, igualitario en oportunidades y más decente para el siglo XXI.
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