Análisis
Cristianismo y el gnosticismo
- Ricardo Cochran Martínez (opinion@epasa.com) /
Licenciado en Filosofía e Historia
De la obra “El cristianismo y la filosofía patrística, la primera escolástica” extraemos estas ideas. Ciertamente, luego de la crucifixión y ascenso de nuestro Señor Jesucristo hubo toda una serie de intentos por explicar de manera racional o más humana lo acontecido con la figura y la acción del mismo Jesús.
También es cierto que el movimiento que se llamó posteriormente “cristianismo” avanzó por todo el Mediterráneo sin ser disminuido o erradicado.
Para el siglo I de nuestra era, la opresión del Imperio Romano era asfixiante, sobre todo porque era una fuerza que diezmaba a los pueblos, sus riquezas y su cultura; la ciudadanía romana era la única importante en esos tiempos, los demás pueblos estaban sometidos. El rumor de un joven israelí profeta y maestro de la ley de su religión corrió como un reguero de pólvora por el Mediterráneo y la historia ya no era una fantasía. Jesús había existido realmente y quienes lo conocieron y convivieron con él por años eran los que predicaban este nuevo pacto ético, social, político e ideológico.
La prédica de Jesús implicaba justicia social, respeto y ética a sí mismo y a los valores inspirados en un Dios trascendental que otorgó a la humanidad las leyes para convivir y sobrevivir en armonía con la naturaleza.
Desde el siglo I, luego de las “Cartas” de san Pablo, se sintió la presencia de unas comunidades que trataban de identificar a Jesús con revelaciones, visiones y argumentos de otras religiones del Mediterráneo y de las posiciones filosóficas de Platón, y trataron de reconciliar la prédica de Jesús con sus propias interpretaciones del mundo. Estas sectas o comunidades fueron llamadas gnósticos. Su principal preocupación era explicar el origen del universo, de Dios y el del bien y el mal.
Tomando a Platón como adalid filosófico estuvieron de acuerdo con la existencia de dos mundos, uno de las ideas perfectas, al que pertenecía Dios, y otro, el material, al que pertenecían Yahvé, sus ángeles y nosotros. También proclamaron que Dios no había creado el mundo, sino un demiurgo, es decir, un ser que por emanación apareció desde el mundo superior y cayó a nuestro universo, no creando la materia, sino organizándola.
Hubo escuelas gnósticas importantes: la alejandrina, la siriaca, la itálica, todas tenían una filosofía en común, que Jesús guardó para los elegidos una explicación supernatural del universo de Dios y de su mundo.
Lo que sería la religión más importante del mundo occidental empezaba con la participación de diversos sectores del temprano cristianismo que tenían su propia visión de lo que era Jesús y de su misión, pero para el siglo IV, la Iglesia católica tomó las riendas de la fe a nivel de Europa y quien tuviese una idea diferente a las de los santos padres sencillamente fue liquidado, es decir, despellejado vivo, quemado o decapitado.
Tras el mensaje de Jesús, las iglesias y sus creyentes elaboraron el misterio de su Epifanía, que aún hoy en día, para muchos de nosotros, se acepta el evangelio, pero ciertamente, como en mi caso, por fe porque por ella andamos. Estos son los orígenes del cristianismo.
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