Panamá
Cuando la razón no encuentra eco
- Ing. Helmut De Puy / Ciudadano construyendo futuro
La semana pasada, escribí sobre la urgente necesidad de equilibrio entre el derecho a la protesta y el deber de proteger sectores vitales de nuestra economía. Hoy, el conflicto bananero en Bocas del Toro no solo persiste, sino que se agrava tras el rechazo de los trabajadores a la propuesta presentada por el Ejecutivo.
Es evidente que hay heridas abiertas, acumuladas por años posiblemente por abandono, promesas rotas y condiciones laborales que no siempre han sido dignas. Nadie con sensibilidad social puede ignorarlo. Pero también es evidente que el país no puede avanzar si cada intento de solución razonable es descartado sin disposición al diálogo real.
La pérdida de las 450,000 cajas de banano no es solo una cifra. Representa ingresos que no llegaron a miles de hogares, empleos en riesgo y una señal peligrosa a los inversionistas internacionales. Si Panamá proyecta una imagen de inestabilidad y falta de resolución, estaremos cerrando puertas que nos costará años volver a abrir.
Esto no es un llamado contra los trabajadores. Es, más bien, un grito a favor del sentido común. El gobierno ha hecho su parte proponiendo una salida, una base para el consenso. Rechazarla sin siquiera sentarse con voluntad verdadera a negociar es, en este momento, más dañino que constructivo.
La protesta tiene su lugar, pero también sus límites. Cuando la protesta se convierte en obstáculo sistemático para la solución, deja de ser herramienta de justicia y empieza a ser un arma de desgaste nacional.
No se trata solo de la bananera o de una empresa extranjera. Se trata de la imagen del país, de nuestra capacidad de resolver conflictos sin autodestruirnos en el proceso. Se trata de decidir si vamos a construir o a seguir estancados en un ciclo donde todos pierden.
Exhorto al gobierno a que insista en la vía del diálogo, mostrando también firmeza. Y a los líderes sindicales, que recuerden que liderar no es incendiar, sino guiar. Porque si esta crisis se prolonga, no solo se marchita el banano. Se marchita también la esperanza de que algún día podamos avanzar como país. Porque cada día que pasa sin decisiones acertadas, es un día más que retrocedemos.
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