¡Cuidado con el lagarto!
En Albrook, cerca del Colegio Saint Mary, con residencias alrededor del mismo, con una piscina muy concurrida por niños y adultos, más dos carreteras que lo demarcan, hay una pequeña laguna que cuando llueve torrencialmente pierde su insignificante dimensión para convertirse en algo más impresionante. Todos los días, muy temprano, debo pasar por allí y dejar a Silvio en la escuela. Apenas nos vamos aproximando al lugar, Silvio se empieza a emocionar y se asoma por las ventanas del auto, según él, porque debe haber lagartos. Los lagartos parecieran ser parte de su pasión. Me cansé de decirle que no era posible que allí se encontraran lagartos –en verdad caimanes o cocodrilos- dado que cuando dejaba de llover, a los pocos días, luego de intensos días de sol, la laguna se secaba.
“! Sorpresa papá ¡”, dijo uno de estos días en que su madre fue quien tuvo que ir a buscarlo a su salida del colegio. “Vimos un lagarto grande en el lago”. “No puedo creerlo, allí ni hay lagartos”. “Sí papá, sí hay”, secundó Cristian, mi más pequeño hijo, añadiendo: “Yo también lo vi”. Describieron, juntos el animal: “Era grande, negro, abría la bocota, se movía lento en las aguas” y sin que dejaran, ambos, de ocultar la inmensa alegría que los embargaba por haber divisado al reptil que por fin, luego de casi un año de pasar por el lugar, exhibía su imponente presencia.
Ayer, al llegar a casa, me recibe Silvio con una angelical carita de niño muy preocupado y me dice: “Oye papá, sabes he estado pensando que ese lagarto en el lugar es un peligro, imagínate papá que por allí hay niños que pasan y juegan, nosotros mismos en la escuela, eso es un peligro, hay que hacer algo papá, se puede llevar a un zoológico, estoy muy preocupado papá”. “Tranquilo hijo, nada va a pasar”, pero él seguía preocupado. Luego, a los minutos, me dice: “Sabes papá, deberías escribir algo en el periódico pa’ que la gente sepa que allí hay un lagarto y tengan cuidado”. Confieso que al principio, desde el óxido de mi madurez mental, consideré que a quién podría interesarle algo así “tan trivial”. Pasó la noche y noctámbulo confieso que medité en alguna hora sobre el particular. Concluí: Bueno si a Junior le interesa el tema y está muy preocupado ¿por qué no hacerlo?
Y aquí está. Sepan todos que allí, en Albrook, cerca del colegio Saint Mary, con muchas casas habitadas por nuestros niños, por donde pasan tantas personas, unos que ejercitan su cuerpo mediante caminatas por el área, otros que llegan a la piscina, ¡hay un lagarto¡ Que Silvio, una vez se publique este artículo y se lo lea, verá satisfechas sus inquietudes de que se cumplió su deseo: ¡Que se enteraran que él y su hermanito habían visto el lagarto¡ y yo, personalmente, le creo.
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