Cultura popular o simplemente cultura
...en la década de los años 70 del siglo pasado, los actos culturales eran toda una onda. Recitales, obras de teatro, semanalmente, no faltaban en el Paraninfo universitario.
Un área del patio de la Facultad de Humanidades donde se desarrollaban las veladas culturales. Se observa el monumento Hacia la Luz, que representa al estudiante que, al entrar a ese centro de estudios, va en busca del conocimiento. Foto: Archivo.
La generación de secundaria y universitaria, nos desenvolvimos en un ambiente donde se respiraba cultura en todos sus géneros.
En el caso universitario (inicio de la década de los 70 del siglo pasado), los actos culturales eran toda una onda.
Recitales allá y acá; y qué decir de obras de teatro, semanalmente, no faltaban en el Paraninfo universitario.
El cine universitario, después de la película, era un recinto de diálogo y debate.
Lo mismo que la librería universitaria, que tuvo como directores sucesivos al excontralor Carlos Vallarino, al poeta Ramiro Ochoa y a Carlos Collins.
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La actual directora, Judith Martínez, justo reconocer le ha imprimido una dinámica, promoviendo la cultura y los debates.
Es un buen concepto.
Recuerdo a Sandra Cumberbatch, interpretar el tamborito Tío caimán.
Popularizó esta canción.
El patio de la Facultad de Humanidades era escenario de eventos y la concurrencia de los estudiantes era masiva.
Cómo no recordar al trío Los juglares con sus cantares de torrentes y a Pille Collado, que no fallaba. (El cantor de la soberanía).
El cine experimental, con el poeta Pedro Rivera y los hermanos Martínez.
Si no me equivoco; también está el escritor y periodista Rey Barría.
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Cuando, por alguna razón, no había una actividad cultural en la Universidad de Panamá, frecuentábamos la famosas peñas, que se organizaban cotidianamente en la parte o planta de una casa en San Felipe.
Después vino la Casa Azul; cuyos anfitriones lo eran la poetisa Esther María Osses y Carlos Wong.
Fue una época grande; estaba de Rector el Dr Rómulo Escobar, al que Omar Torrijos, encomendó que abriera la puerta de la universidad al pueblo.
Atinamente, nombró a la hermana de Omar, Aurea Torrijos, le decían la faraona, por su regia personalidad y esbeltez quien le entregó alma y corazón al tema, no solo al teatro sino a la cultura popular.
Ella solía llevar todo tipo de actividades a las comunidades.
No puedo dejar de mencionar a los hermanos Santizo; uno pintor, otro músico y gran pianista y el tercero, el amigo Horacio Cancer Ortega, juglar por excelencia.
¡Qué época aquella!
Ojalá algunos de los amigos lectores, le reenvíe estas memorias, al ministro de Cultura.
Desde una perspectivas torrijista, volver por esos caminos.
Jurista y cientista político.