¿De qué sirve ser ciudadano?

En Latinoamérica, para los pobladores de comunidades marginales los derechos civiles y políticos que conllevan el ser ciudadanos, si bien existen y están contemplados en innumerables leyes, nunca se ejercen en su totalidad por el simple hecho de que se les ve como ciudadanos de segunda clase. Tenemos a un grupo mayoritario de la población que sigue siendo ignorado sólo por el hecho de su origen étnico, socioeconómico y de género. Esto hace que las personas en situación de extrema pobreza no puedan ejercer sus derechos.

El deber ciudadano comúnmente se confunde sólo con el voto que es, en efecto, uno de los actos más importantes de la ciudadanía, pero forma una pequeña parte de todo un universo de obligaciones y derechos, sin los cuales el voto y las elecciones terminan siendo un acto teatral.

En la mayor parte de la región centroamericana la participación ciudadana era impensable hace años; la represión de las dictaduras fue una realidad que estigmatizó el modo de actuar ciudadano de la mayoría de personas contemporáneas a esos hechos. Hoy existe una realidad diferente, donde no es la represión sino la indiferencia la que permite que millones de familias vivan en la exclusión y abandono.

Es tan sólo cuestión de hablar con los pobladores de las comunidades marginadas para notar que están cicatrizadas por la frustración, impunidad y represión, por el favoritismo político e indiferencia social, generando un círculo de exclusión que los hace ciudadanos de una clase que no merece los derechos que la sociedad, a través del estado, dice garantizarle. Es común en estas comunidades que las personas no cuenten con actas de nacimiento o documentos registrales, pero siempre se está atento a que tengan el documento para votar. El no garantizar derechos tan básicos como alimentación, vivienda, empleo, salud y educación, nos hace a todos cómplices de la destrucción de la ciudadanía y co-creadores de la exclusión que viven las familias de asentamientos.