Desde Cuba: 1. La fe cristiana es social
Publicado 2002/06/15 23:00:00
- San José
Visito Cuba desde 1995 y uno de los adeptos más estimulantes de estas visitas son los vínculos que he podido establecer con la Iglesia Católica cubana, pues la misma se encuentra en pleno proceso de "resurrección" en el contexto de la situación a la vez ambigua y dramática que se le presenta al país después de cuarentitrés años de revolución bajo la misma conducción. El Secretario de la Comisión Episcopal para la Cultura de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, me acaba de invitar a participar en el IV Encuentro Nacional de Historia "Iglesia Católica y Nacionalista Cubana", celebrado en Camagüey del 6 al 9 de junio, con la presencia del Cardenal Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana. Debí dictar en el mismo una conferencia sobre "La Fe Cristiana y su Proyección Social". Agradecí muy especialmente poder contribuir a la reflexión sobre un tema tan crucial como el catolicismo cubano, pues en la medida en que la Iglesia ha resurgido en Cuba se le plantea el reto de lograr el espacio suficiente para su proyección social en un régimen que en muchos sentidos la restringe. Compartiré mis consideraciones sobre el tema no desde el punto de vista de la facticidad de la historia, sino más bien desde un punto de vista paradigmático, de un modelo de vida, pensamiento y acción, que responda a las exigencias de nuestros tiempos, considerados como tiempos de una profunda transformación económica, política y sobre todo cultural, que llamamos "la globalización".
La fe cristiana, especialmente en su formulación católica, es intrínsecamente social. La creencia distintiva de la fe cristiana la expresó San Juan en el prólogo a su Evangelio en estos términos: "Y la Palabra (que era Dios) se hizo carne y puso su Morada entre nosotros" (Juan 1,14). Creemos que Jesucristo es Dios hecho hombre, en toda la complejidad de ser hombre: en su contexto cósmico, es decir ubicado en el macrocosmos y no sólo en su singularidad que lo constituiría en un microcosmos aislado, en su condición inseparablemente corporal y espiritual y no como alma circunstancialmente ubicado en un cuerpo, y en su dimensión tanto personal como comunitaria y no diferentes dentro de la corriente del socialismo utópico y dentro de las expresiones del socialismo religioso, que Marx, Engels y Lenín rechazaron como parte de los "absurdos filosóficos" que a su juicio caracterizaban al socialismo en Francia en contraste con el socialismo alemán, el cual era para ellos el "verdadero".
Los integrantes de la II y III Internacionales al constatar que el cristianismo tenía como religión una dimensión pública, pero al juzgar que sus efectos como contrarios al socialismo, decidieron que era necesario privatizarla. Cuando argumentaban que la religión "era" una cuestión privada, lo que querían decir era que "debía ser" una cuestión privada, si necesario forzadamente. Pero si se adoptara este enfoque, no se lograría diferenciar entre lo fundamental del cristianismo y su realización concreta en un tiempo determinado, ni se reconocería la posibilidad de un camino intermedio entre su privatización y su politización que permitiera alguna cooperación entre cristianos y socialistas.
Sin embargo, algunas corrientes del pensamiento socialista post-marxista han comenzado a reconocer el carácter a la vez privado y público del cristianismo. Incluso, ciertas de ellas han identificado el humanismo cristiano como una de las fuentes espirituales y éticas del socialismo. Ello ha debido conducir, incluso, al socialismo marxista a modificar sus relaciones con la ciencia y con el materialismo filosófico, su posición sobre el pluralismo y la laicidad, así como su vínculo con el ateísmo y con la pervivencia de la religiosidad, tanto en su pensamiento como en la construcción del Estado socialista.
El tema ha preocupado al socialismo latinoamericano, incluyendo al cubano. En una primera etapa del socialismo cubano asumió la posición del marxismo soviético. Sin embargo en el libro de Fray Betto Fidel y la religión (1985), el Presidente Castro afirmó que la "religión no es necesariamente opio" y en el III Congreso del Partido Comunista Cubano (1986), afirmó que en América Latina "sin los cristianos no puede construirse el socialismo", haciendo referencia positiva a la teología de la liberación, lo que condujo a su tesis de la "alianza estratégica" entre el socialismo como mero individuo ensimismado. La integralidad humana de Jesucristo es exigencia esencial del misterio de la encarnación. Creemos que lo único que Jesucristo no asumió fue el pecado del hombre (Segunda Epístola a los Corintios, V, 21), pues "ha sido probado en todo como nosotros, excepto en el pecado" (Epístola a los Hebreos, IV, 15), en la medida en que el pecado, al contrarrestar la religación del hombre a Dios conduce a su deshumanización. La fe nos enseña que Dios se hizo hombre para salvar al hombre integral de su condición de pecador y para ello se encarnó en el hombre todo, menos en su pecado.
A través del misterio de la Palabra hecha carne, el creyente logra acceso al misterio aún más primordial de Dios uno y trino, tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Ello nos revela en Dios una interrelación personal entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, es decir nos revela una realidad misteriosas de Dios-comunidad y no de Dios-individuo.
Por ello, la fe cristiana es intrínsecamente social. La oración que Jesucristo enseñó a sus discípulos y por su intermedio a todos los creyentes reza así: "Padre nuestro... venga tu Reino..." (Mateo, VI, 9-13) El resto de la oración se concentra no en el "yo-tú", sino en el "nosotros".
En consecuencia, se comprende que, según Jesús, la garantía de la presencia de Dios hecho hombre en la vida y en la historia sea social. "Os aseguro también, prometió Jesucristo a sus discípulos, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo, XVIII, 19). También se comprende que al anunciar el Juicio Final, Jesucristo haya especificado que entonces el Hijo del hombre juzgará a los seres humanos sobre la base de la solidaridad de cada cual con sus semejantes, en los siguientes términos: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mateo, XXC, 40).
Así, el anuncio evangélico consiste básicamente en la promesa de poder ingresar a una nueva realidad social, a saber el "Reino de los Cielos" (Mateo XIII) o el "Reino de Dios" (Marcos, IV). En su realización progresiva dicha comunidad de creyentes ha conllevado, a partir de la resurrección y a lo largo de la historia, nexos sociales muy fuertes tanto de identidad como de funcionalidad. Jesucristo lo afirmó con la siguiente metáfora: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos" (Juan, XV, 5). Y San Pablo lo reiteró con esta otra metáfora: "... vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno a su modo" (I Cor., XII, 27).
Este carácter social de la fe cristiana es doble. Por una parte la fe cristiana se recibe y se vive en comunidad. La Iglesia es "ecclesia" o asamblea del pueblo de Dios. Y como especificó el Concilio Vaticano II en su Constitución Pastoral "Guadium et Spes", esta "comunidad está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son dirigidos por el Espíritu Santo en su peregrinación al Reino del Padre y han recibido el mensaje de salvación para anunciarlo a todos. Por esto, la Iglesia se siente en verdad íntimamente unida con el género humano y su historia" (Introducción No. 1). Por su misión esencial, la Iglesia Católica tiene que proyectarse hacia la humanidad toda entera.
La fe cristiana conduce así a cada creyente a realizar a su manera y a su medida la "proeza" que el gran intelecto cubano Jorge Mañach le atribuía a quien él tildaba de "gran camagueyano", Enrique José Varona, a saber la proeza "de haber sabido universalizar su espíritu sin deslocalizar su destino" ("La Nación y la formación histórica" 1932).
El carácter doblemente social de la fe cristiana impide que el creyente, y más todavía la comunidad de creyentes, acepte la concepción, paradójicamente compartida por el liberalismo y el marxismo clásicos, de acuerdo con la cual la religión, incluso la cristiana, es sólo asunto privado. En la misa en la Plaza José Martí, punto culminante de su visita a Cuba en enero de 1998, Juan Pablo II afirmó: "Algunos de estos sistemas han pretendido también reducir la religión a la esfera meramente individual, despojándola de todo influjo o relevancia social.. El Estado, lejos de todo fanatismo o secularismo extremo, debe promover un sereno clima social y una legislación adecuada que permita a cada persona y a cada confesión religiosa vivir libremente su fe, expresarla en los ámbitos de la vida pública y contar con los medios y los espacios suficientes para aportar a la vida nacional sus riquezas espirituales, morales y cívicas".
Sobre este particular vale la pena consultar la obra del sociólogo socialista español Rafael Díaz-Salazar, intitulada La izquierda y el cristianismo (Taurus, Madrid). En la historia del socialismo y del marxismo en su relación con el cristianismo, Díaz-Salazar identifica tres posiciones: 1. La primera lleva a "considerar a al religión como una cuestión privada, es decir algo irrelevante que iba a terminar desapareciendo y a concentrar las energías en la desconfesionalización del Estado y del sistema educativo... su desaparición dependía de la extensión de la ciencia y de la extinción del capitalismo por el socialismo". Esta posición, que en alguna medida fue avalada por Engels, la profesaron socialistas como Bebel, Kautsky y Labriola. 2. La segunda posición consiste en la privatización forzada de la religión. Esta posición "rechaza explícitamente la concepción de la religión como cuestión privada, si por ella se entiende respeto o tolerancia de la religión". Marx profesó esta posición en La cuestión judía (1844) y en Crítica del Programa de Gotha (1875) y consideró que "la religión es... el espíritu de la sociedad burguesa, la expresión del divorcio y del dejamiento del hombre con respecto al hombre", es decir es causa de alienación y de mala conciencia. Por ello, "el Estado puede y debe avanzar hasta la abolición de la religión, hasta su destrucción, pero sólo como avanza hasta la abolición de la propiedad privada..." Lenín, Gramsci y Nin profesaron variantes de esta posición radical. 3. La tercera posición corresponde a una interpretación desdramatizada de las otras dos. Considera que "la religión es un hecho social que terminará siendo irrelevante, respétese como gusto personal y no se hable de ello". La profesaron entre otros Bernstein y Bauer.
En el socialismo posterior, el pensamiento de Adler contrasta. El no vinculó la instauración del socialismo con la desaparición de la religión, pues para él mientras el socialismo era un conocimiento científico de la sociedad que llevaba a la transformación de la misma, la religión se centraba en el sentido y el destino de la existencia humana. Pensaba que el socialismo liberaba al cristianismo auténtico del cristianismo tradicional, y este cristianismo auténtico constituía un modelo de revolución moral y facilitaba la realización espiritual de la religión. Jaurés, Guesde y Lafargue compartieron un pensamiento similar. Al margen de estas posiciones, se han dado otras cubano y cristianos de esta orientación (Manuel Fernández, Cronología Histórica de Cuba 1492-2000).
Pero a pesar de este cambio en la manera de concebir la relación del socialismo cubano con el cristianismo, se ha mantenido, según Díaz-Salazar, "una escisión entre convergencia práctica y divergencia teórica". En efecto, no se han dado los replanteamientos a fondo que este cambio implica en cuanto a despojarlo al marxismo de una pesada carga de rigidez metafísica con respecto a su materialismo, a su cientificismo, a su economicismo y a su concepción de la religión como forma de alienación. Además, a pesar de la convergencia práctica con ciertos cristianos, el régimen socialista cubano no ha reconocido aún la plena y franca proyección social de la fe cristiana, particularmente de la comunidad eclesial de creyentes. Su ordenamiento institucional restringe artificialmente la actividad de la comunidad de creyentes específicamente de la Iglesia Católica, en los campos "caritativo" y educacional, en los medios masivos de comunicación y demás otros medios de cultura popular y especializada, y generalmente en la vida cívico-política de Cuba.
Como resultado de esta resistencia a la transformación teórica y debido especialmente a las correspondientes restricciones prácticas, el socialismo cubano, aunque demuestra actualmente mayor tolerancia hacia la fe cristiana que en el pasado, por una parte impide que el cristianismo le proporcione un referente prepolítico y metapolítico, ético y espiritual, que le infunde un espíritu renovado y, por otra parte no facilita sino más bien obstaculiza que la fe cristiana, en concreto la comunidad eclesial de creyentes, se proyecte en la cultura y le infunda un sentido del destino de la existencia humana.
(ariyan@sinfo.net)
Consideró que hay mucha confusión entre disciplina y castigo, y prueba de ello es que muchos padres que no tienen rasgos de violencia piensan que un "chancletazo o correazo" forma parte de la crianza adecuada de los hijos.
"Muchos dicen: Yo fui criado con golpes y estoy bien y soy lo que soy gracias a eso. Es cuestión de cultura", explicó la experta.
Planteó que en el 99% de los casos de maltrato se determinó que la persona no padece ninguna enferma mental, sino que es de muy baja tolerancia a la frustración y considera que cuidar a un niño es una "gran carga".
"Son personas irritables y que fácilmente entran en ira, pero todos somos víctimas de estas situaciones, pero tenemos que aprender a controlarlas", sustentó.
Detalló que el opresor sabe controlarse, de lo contrario estaría muerto, porque se pelearía con todo el mundo cuando se enoja.
La fe cristiana, especialmente en su formulación católica, es intrínsecamente social. La creencia distintiva de la fe cristiana la expresó San Juan en el prólogo a su Evangelio en estos términos: "Y la Palabra (que era Dios) se hizo carne y puso su Morada entre nosotros" (Juan 1,14). Creemos que Jesucristo es Dios hecho hombre, en toda la complejidad de ser hombre: en su contexto cósmico, es decir ubicado en el macrocosmos y no sólo en su singularidad que lo constituiría en un microcosmos aislado, en su condición inseparablemente corporal y espiritual y no como alma circunstancialmente ubicado en un cuerpo, y en su dimensión tanto personal como comunitaria y no diferentes dentro de la corriente del socialismo utópico y dentro de las expresiones del socialismo religioso, que Marx, Engels y Lenín rechazaron como parte de los "absurdos filosóficos" que a su juicio caracterizaban al socialismo en Francia en contraste con el socialismo alemán, el cual era para ellos el "verdadero".
Los integrantes de la II y III Internacionales al constatar que el cristianismo tenía como religión una dimensión pública, pero al juzgar que sus efectos como contrarios al socialismo, decidieron que era necesario privatizarla. Cuando argumentaban que la religión "era" una cuestión privada, lo que querían decir era que "debía ser" una cuestión privada, si necesario forzadamente. Pero si se adoptara este enfoque, no se lograría diferenciar entre lo fundamental del cristianismo y su realización concreta en un tiempo determinado, ni se reconocería la posibilidad de un camino intermedio entre su privatización y su politización que permitiera alguna cooperación entre cristianos y socialistas.
Sin embargo, algunas corrientes del pensamiento socialista post-marxista han comenzado a reconocer el carácter a la vez privado y público del cristianismo. Incluso, ciertas de ellas han identificado el humanismo cristiano como una de las fuentes espirituales y éticas del socialismo. Ello ha debido conducir, incluso, al socialismo marxista a modificar sus relaciones con la ciencia y con el materialismo filosófico, su posición sobre el pluralismo y la laicidad, así como su vínculo con el ateísmo y con la pervivencia de la religiosidad, tanto en su pensamiento como en la construcción del Estado socialista.
El tema ha preocupado al socialismo latinoamericano, incluyendo al cubano. En una primera etapa del socialismo cubano asumió la posición del marxismo soviético. Sin embargo en el libro de Fray Betto Fidel y la religión (1985), el Presidente Castro afirmó que la "religión no es necesariamente opio" y en el III Congreso del Partido Comunista Cubano (1986), afirmó que en América Latina "sin los cristianos no puede construirse el socialismo", haciendo referencia positiva a la teología de la liberación, lo que condujo a su tesis de la "alianza estratégica" entre el socialismo como mero individuo ensimismado. La integralidad humana de Jesucristo es exigencia esencial del misterio de la encarnación. Creemos que lo único que Jesucristo no asumió fue el pecado del hombre (Segunda Epístola a los Corintios, V, 21), pues "ha sido probado en todo como nosotros, excepto en el pecado" (Epístola a los Hebreos, IV, 15), en la medida en que el pecado, al contrarrestar la religación del hombre a Dios conduce a su deshumanización. La fe nos enseña que Dios se hizo hombre para salvar al hombre integral de su condición de pecador y para ello se encarnó en el hombre todo, menos en su pecado.
A través del misterio de la Palabra hecha carne, el creyente logra acceso al misterio aún más primordial de Dios uno y trino, tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Ello nos revela en Dios una interrelación personal entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, es decir nos revela una realidad misteriosas de Dios-comunidad y no de Dios-individuo.
Por ello, la fe cristiana es intrínsecamente social. La oración que Jesucristo enseñó a sus discípulos y por su intermedio a todos los creyentes reza así: "Padre nuestro... venga tu Reino..." (Mateo, VI, 9-13) El resto de la oración se concentra no en el "yo-tú", sino en el "nosotros".
En consecuencia, se comprende que, según Jesús, la garantía de la presencia de Dios hecho hombre en la vida y en la historia sea social. "Os aseguro también, prometió Jesucristo a sus discípulos, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo, XVIII, 19). También se comprende que al anunciar el Juicio Final, Jesucristo haya especificado que entonces el Hijo del hombre juzgará a los seres humanos sobre la base de la solidaridad de cada cual con sus semejantes, en los siguientes términos: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mateo, XXC, 40).
Así, el anuncio evangélico consiste básicamente en la promesa de poder ingresar a una nueva realidad social, a saber el "Reino de los Cielos" (Mateo XIII) o el "Reino de Dios" (Marcos, IV). En su realización progresiva dicha comunidad de creyentes ha conllevado, a partir de la resurrección y a lo largo de la historia, nexos sociales muy fuertes tanto de identidad como de funcionalidad. Jesucristo lo afirmó con la siguiente metáfora: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos" (Juan, XV, 5). Y San Pablo lo reiteró con esta otra metáfora: "... vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno a su modo" (I Cor., XII, 27).
Este carácter social de la fe cristiana es doble. Por una parte la fe cristiana se recibe y se vive en comunidad. La Iglesia es "ecclesia" o asamblea del pueblo de Dios. Y como especificó el Concilio Vaticano II en su Constitución Pastoral "Guadium et Spes", esta "comunidad está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son dirigidos por el Espíritu Santo en su peregrinación al Reino del Padre y han recibido el mensaje de salvación para anunciarlo a todos. Por esto, la Iglesia se siente en verdad íntimamente unida con el género humano y su historia" (Introducción No. 1). Por su misión esencial, la Iglesia Católica tiene que proyectarse hacia la humanidad toda entera.
La fe cristiana conduce así a cada creyente a realizar a su manera y a su medida la "proeza" que el gran intelecto cubano Jorge Mañach le atribuía a quien él tildaba de "gran camagueyano", Enrique José Varona, a saber la proeza "de haber sabido universalizar su espíritu sin deslocalizar su destino" ("La Nación y la formación histórica" 1932).
El carácter doblemente social de la fe cristiana impide que el creyente, y más todavía la comunidad de creyentes, acepte la concepción, paradójicamente compartida por el liberalismo y el marxismo clásicos, de acuerdo con la cual la religión, incluso la cristiana, es sólo asunto privado. En la misa en la Plaza José Martí, punto culminante de su visita a Cuba en enero de 1998, Juan Pablo II afirmó: "Algunos de estos sistemas han pretendido también reducir la religión a la esfera meramente individual, despojándola de todo influjo o relevancia social.. El Estado, lejos de todo fanatismo o secularismo extremo, debe promover un sereno clima social y una legislación adecuada que permita a cada persona y a cada confesión religiosa vivir libremente su fe, expresarla en los ámbitos de la vida pública y contar con los medios y los espacios suficientes para aportar a la vida nacional sus riquezas espirituales, morales y cívicas".
Sobre este particular vale la pena consultar la obra del sociólogo socialista español Rafael Díaz-Salazar, intitulada La izquierda y el cristianismo (Taurus, Madrid). En la historia del socialismo y del marxismo en su relación con el cristianismo, Díaz-Salazar identifica tres posiciones: 1. La primera lleva a "considerar a al religión como una cuestión privada, es decir algo irrelevante que iba a terminar desapareciendo y a concentrar las energías en la desconfesionalización del Estado y del sistema educativo... su desaparición dependía de la extensión de la ciencia y de la extinción del capitalismo por el socialismo". Esta posición, que en alguna medida fue avalada por Engels, la profesaron socialistas como Bebel, Kautsky y Labriola. 2. La segunda posición consiste en la privatización forzada de la religión. Esta posición "rechaza explícitamente la concepción de la religión como cuestión privada, si por ella se entiende respeto o tolerancia de la religión". Marx profesó esta posición en La cuestión judía (1844) y en Crítica del Programa de Gotha (1875) y consideró que "la religión es... el espíritu de la sociedad burguesa, la expresión del divorcio y del dejamiento del hombre con respecto al hombre", es decir es causa de alienación y de mala conciencia. Por ello, "el Estado puede y debe avanzar hasta la abolición de la religión, hasta su destrucción, pero sólo como avanza hasta la abolición de la propiedad privada..." Lenín, Gramsci y Nin profesaron variantes de esta posición radical. 3. La tercera posición corresponde a una interpretación desdramatizada de las otras dos. Considera que "la religión es un hecho social que terminará siendo irrelevante, respétese como gusto personal y no se hable de ello". La profesaron entre otros Bernstein y Bauer.
En el socialismo posterior, el pensamiento de Adler contrasta. El no vinculó la instauración del socialismo con la desaparición de la religión, pues para él mientras el socialismo era un conocimiento científico de la sociedad que llevaba a la transformación de la misma, la religión se centraba en el sentido y el destino de la existencia humana. Pensaba que el socialismo liberaba al cristianismo auténtico del cristianismo tradicional, y este cristianismo auténtico constituía un modelo de revolución moral y facilitaba la realización espiritual de la religión. Jaurés, Guesde y Lafargue compartieron un pensamiento similar. Al margen de estas posiciones, se han dado otras cubano y cristianos de esta orientación (Manuel Fernández, Cronología Histórica de Cuba 1492-2000).
Pero a pesar de este cambio en la manera de concebir la relación del socialismo cubano con el cristianismo, se ha mantenido, según Díaz-Salazar, "una escisión entre convergencia práctica y divergencia teórica". En efecto, no se han dado los replanteamientos a fondo que este cambio implica en cuanto a despojarlo al marxismo de una pesada carga de rigidez metafísica con respecto a su materialismo, a su cientificismo, a su economicismo y a su concepción de la religión como forma de alienación. Además, a pesar de la convergencia práctica con ciertos cristianos, el régimen socialista cubano no ha reconocido aún la plena y franca proyección social de la fe cristiana, particularmente de la comunidad eclesial de creyentes. Su ordenamiento institucional restringe artificialmente la actividad de la comunidad de creyentes específicamente de la Iglesia Católica, en los campos "caritativo" y educacional, en los medios masivos de comunicación y demás otros medios de cultura popular y especializada, y generalmente en la vida cívico-política de Cuba.
Como resultado de esta resistencia a la transformación teórica y debido especialmente a las correspondientes restricciones prácticas, el socialismo cubano, aunque demuestra actualmente mayor tolerancia hacia la fe cristiana que en el pasado, por una parte impide que el cristianismo le proporcione un referente prepolítico y metapolítico, ético y espiritual, que le infunde un espíritu renovado y, por otra parte no facilita sino más bien obstaculiza que la fe cristiana, en concreto la comunidad eclesial de creyentes, se proyecte en la cultura y le infunda un sentido del destino de la existencia humana.
(ariyan@sinfo.net)
Consideró que hay mucha confusión entre disciplina y castigo, y prueba de ello es que muchos padres que no tienen rasgos de violencia piensan que un "chancletazo o correazo" forma parte de la crianza adecuada de los hijos.
"Muchos dicen: Yo fui criado con golpes y estoy bien y soy lo que soy gracias a eso. Es cuestión de cultura", explicó la experta.
Planteó que en el 99% de los casos de maltrato se determinó que la persona no padece ninguna enferma mental, sino que es de muy baja tolerancia a la frustración y considera que cuidar a un niño es una "gran carga".
"Son personas irritables y que fácilmente entran en ira, pero todos somos víctimas de estas situaciones, pero tenemos que aprender a controlarlas", sustentó.
Detalló que el opresor sabe controlarse, de lo contrario estaría muerto, porque se pelearía con todo el mundo cuando se enoja.

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