Panamá
Detecta tu maldad
- Monseñor Rómulo Emiliani (CMF)
Ya Jesús te dijo que tuvieras cuidado con los lobos con piel de oveja. La maldad está cubierta con papel de regalo, con lazos de todos los colores.
Ya Jesús te dijo que tuvieras cuidado con los lobos con piel de oveja. La maldad está cubierta con papel de regalo, con lazos de todos los colores. Lo podrido, lo que en verdad es azufre y estiércol, huele a perfume carísimo y seduce por las voces suaves y el trato amable. Pero en el fondo el sonido es de aullidos grotescos y palabras soeces.
La tentación siempre es la misma, tanto la que se le presentó a Jesús para que saciara su hambre, adquiriera liderazgo fácil o tomara posesión de todos los reinos del mundo. Es tocar las fibras más íntimas de la persona, sus necesidades y urgencias, su ego y debilidades, La tentación comienza con la historia del ser humano, desde que la serpiente sedujo a Eva y ella a Adán, cayendo ambos en la terrible trampa de querer ser como dioses. A ese pecado, que es el de la soberbia, se le debe todo el mal del mundo. Creerse Dios hizo al ser humano un rebelde y desobediente a la voluntad del Señor.
Toda tentación nos intenta apartar del camino, y en el caso de Jesús, anular desde el principio su misión. Neutralizar sus poderes y en fondo, lo más diabólico, convertirlo en un adorador de Satanás. Las tentaciones siempre presentan el lado bueno de las cosas, haciendo hincapié en sus supuestas bondades, y garantizando sus mínimas consecuencias negativas.
En la tentación la clave consiste en tocar a la persona cuando está necesitada, cuando carece del bien que desea, y convencerla de que se puede conseguir de manera fácil, rápida y sin ningún daño para el que comete el acto delictivo. En la tentación el fin justifica cualquier medio. En la tentación se dejan por fuera todos los principios éticos y morales. Todo está justificado con tal de alcanzar la meta.
Cuando hay dudas de que nuestros actos puedan caer en algo negativo moral o legalmente, hay que pedirle al Señor la iluminación que da el Espíritu Santo para saber discernir.
No podemos dejarnos llevar por las emociones, la primera impresión, los impulsos primarios, sino por la reflexión, la oración, el análisis, la consulta, antes de decidir lo que haremos. Cuántas cosas tristes de nuestras vidas se hubieran evitado si hubiéramos pensado antes de actuar.
Las cárceles estarían vacías, menos muertos en los cementerios, se reducirían los accidentes, disminuirían los conflictos familiares, bajaría notablemente la corrupción pública y privada. Detectar la tentación y ponerse en guardia para defenderse con las armas del espíritu es camino de salvación. No se puede ser ingenuo ni descuidado en la lucha contra las tinieblas.
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