Economías de escala
- Jaime Figueroa Navarro
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Durante las clases de Economía 101 en las frígidas aulas de la Universidad de Nebraska, las mismas en la urbe de su capital Lincoln en que circuló el muy célebre inversionista Warren Buffett, más conocido por su motete "Oracle of Omaha", magnate quien recientemente anunció su retiro de la firma Berkshire Hathaway, donde logró amasar una fortuna personal de 168.2 billones de dólares, el doctor Wallace Peterson nos remachó el concepto de "economía de escalas".
Las economías de escala, según Wikipedia, se refieren a la disminución del costo promedio por unidad de producción a medida que una empresa aumenta su volumen de producción. Esto significa que, a medida que una empresa produce más, el costo total de producción no aumenta proporcionalmente, lo que permite reducir el costo por unidad.
Nebraska, que rima con Alaska y es igual de frío, es un estado geográficamente ubicado en el mero centro de Estados Unidos, en su medio oeste, donde la agricultura y la industria de seguros puntualmente sobresalen. Fue por su ubicación, el donaire de la mayoría de su población de origen europeo nórdico, vikingos, germanos y cosacos y su acierto por hacer las cosas bien la primera vez que le seleccioné como alma mater, posterior a mis estudios de preparatoria en la costa este.
Intuía el profesor Peterson, como ejemplo, que los graneros del medio oeste, área de mayor producción de maíz del mundo, donde sus previamente áridas planicies, debidamente abonadas y equipadas con complejos sistemas de irrigación, invento y fabricación de Valmont Industries en Valley, Nebraska, permitían la optimización del uso del agua a través de sensores a lo largo de sus vastas extensiones, abarataba el costo del grano, a tal punto que la mayoría de su producción se utilizaba para el engorde de vacunos y cerdos en esas latitudes.
Rascaba mi cerebro aquel ejemplo, a tal punto que, en lugar de formular la pregunta en aulas, concerté una cita con el dilecto maestro quien me recibió en su despacho con pipa en mano y afable confianza, introduciéndome con credenciales istmeñas. De economía era erudito, pero de Panamá no sabía ni hostia el ilustre mentor. En aquellos tiempos lo único que se conocía de Panamá en Nebraska era su canal, la fértil producción de bananos Chiquita por United Fruit Company, los puños de Roberto Durán y el pueblito de Panamá, Nebraska.
Nuestras reuniones, a partir de ese momento, fueron más frecuentes y su merodeo le obligó a empaparse, como buen maestro, buen alumno, en las vísceras del istmo. "¡Cáspita, señor Figueroa Navarro!", me infirió en una ocasión, "proviene usted de un paraíso sin germinar."
Quiso el hado que los años más productivos de mi carrera, precisamente por aquello y por la ausencia de oportunidades fecundas en tierras aún no aradas, los pasara allá en lugar de acá.
Ahora, Panamá se cierne en una coyuntura única en su historia donde verdaderamente pudiese convertirse en "puente del mundo, corazón del universo". ¿Quién pensaría en aquellos momentos que la obra más magnánima del siglo XXI en la bolita del mundo sería la expansión del canal de Panamá? El doctor Peterson falleció en 2012, sin palparla, pero estoy seguro de que utilizaría ese ejemplo al referirse a economía de escalas en sus aulas, más aún siendo fraguada por su anfitrión, diminuto istmo, en vez de otras potencias.
Asimismo, podemos deshilar las inmensas oportunidades que nos brinda el acontecer económico y político de un mundo cambiante donde nuestra estratégica situación geográfica fulgura por su llamado a la acción para de una vez por todas ocupar el sitial que nos corresponde. No sería descabellado el reto de tocar la puerta al señor Buffet para que venga, nos haga migas y comparta sus sapiencias para el beneficio istmeño, tal vez de la misma manera que nos iluminó el catedrático Peterson hace tantas décadas.
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