Formación.
Educación humanística como beneficio colectivo
Siempre se ha sostenido que la educación constituye un bien en sí misma, en la medida en que contribuye a un “cambio” positivo en la naturaleza intrínseca
Siempre se ha sostenido que la educación constituye un bien en sí misma, en la medida en que contribuye a un “cambio” positivo en la naturaleza intrínseca del educando, considerado como un ser en desarrollo. Desde hace varias décadas se ha planteado que la educación es un “derecho básico” y, por otro lado, que es un “requisito” para el progreso económico. Sin embargo, nos seguimos preguntando ¿Cuáles son los beneficios que aporta la educación; qué vínculo hay entre las inversiones en educación y la contribución que esta hace al desarrollo económico? ¿De qué manera se corresponden los valores difundidos por la educación y los que la sociedad se formula para el presente y para el futuro? O sea, ¿cuál es el rendimiento externo de la educación y de sus beneficiarios como individuos en términos de bienes y servicios? ¿Cuáles son los beneficios que la gente puede producir gracias a la educación que ha recibido?
A finales del siglo XX, la planeación educativa suponía la de un fácil vínculo entre la expansión de oportunidades de empleo y un sistema educativo de escasa cobertura y nivel, cuyos egresados encontraron siempre la oportunidad de trabajar. Sin embargo, los cambios tecnológicos, el aumento de expectativas en torno a la educación, los altibajos de la economía y el mercado de trabajo, el crecimiento demográfico y la globalización, han modificado las estrategias, los planes de estudio, el quehacer educativo, de modo tal que si no se han modificado los planes de estudios fundamentalmente los correspondientes al área humanística, el resultado sería inoperante y el avance no se dará.
En el mismo sentido, la esfera de la planeación humanística abarca también un cambio de actitud que consiste en armonizar con el desarrollo económico todos los modelos educativos a objeto de formar a la población con las necesidades de mano de obra.
Son estas circunstancias concretas de cambio en el desarrollo nacional las que justifican las nuevas modalidades, nuevas carreras, nuevos planes de estudios cónsonos con las necesidades reales del país.
Claro está que la relación de condicionamiento mutuo entre la dinámica y estructura del desarrollo, por un lado, y las de la educación, por el otro, es complejo, particularmente en países de América Latina, donde se condiciona la insuficiencia dinámica, con la inadecuación instrumental de economías dependientes, sometidas al cambio y al libre ejercicio de las ideas.
La tarea compleja consiste en idear un modelo de desarrollo económico capaz de acercarse progresivamente a la meta y absorber, con beneficio individual y colectivo, social y económico, el potencial de personas educadas pertenecientes a la clase académica que intente vincular el crecimiento de la educación y el de la economía. Ello evitará los grandes desajustes que hoy día son palpables en la realidad nacional.
Se trata de la búsqueda de una interrelación entre economía y proceso educativo, de manera tal que el educando garantice que su esfuerzo intelectual lleve implícito un “cargo”, un trabajo que le permita solucionar su situación económica.
Es indiscutible que si los nuevos planes de estudios; las nuevas carreras son “consultados” con los diversos sectores productivos, el resultado será útil y el empleo estará garantizado. Esto no significa anular las ciencias humanísticas, muy por el contrario, la formación integral, la cuestión cultural, en tanta identidad, es fundamental. Hay que evaluar y revalorar las humanidades; hay que “humanizar” el sistema, la sociedad clama por ello.
Catedrática de la Universidad de Panamá.
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