Educando para mañana
Publicado 2001/10/20 23:00:00
La célebre frase "Pienso, luego existo", es más que un erudito cliché trillado. El pensamiento es una llave maestra, quirúrgica y precisa, con facultades portentosas, capaz de abrir grilletes y cadenas. Más allá, el pensamiento educado, es el pase y contraseña hacia nuestra libertad como individuos, y la mente sedienta, en la educación sacia su sed.
Entremos en materia. Según el proyecto de presupuesto de la vigencia fiscal 2002, Panamá invertirá el 10% de su presupuesto anual en el sector educación. Y esos resultados no los veremos hoy, sino en unos veinte años, cuando quienes hoy cursan la primaria, busquen incorporarse al mercado laboral con serias limitaciones.
En el último informe de la IFC (Corporación Financiera Internacional) sobre el desarrollo de Howard, se señala que el recurso humano, en Panamá para las aplicaciones necesarias a ese desarrollo, es altamente insuficiente. Un solo ejemplo sería la necesidad imperante de mecánicos de aviación que nuestro país, en estos momentos, no posee y no está produciendo. Para esto debemos no sólo invertir en escuelas técnicas, como el INAFORP, sino también actualizarlas, haciéndolas cónsonas en tecnología y avances, a las necesidades del mercado. También la Ciudad del Saber deberá cumplir con los parámetros para los que fue creada. Desde tiempos de la Conquista, ofrecer servicios ha sido el pan nuestro de cada día: recordemos las Ferias de Portobelo, luego del Ferrocarril Transístmico, despues el Canal, la Zona Libre, el Centro Bancario, etc. Orientados siempre al servicio, no hemos tampoco dejado florecer en Panamá una cultura manufacturera, que sí existe y además florece con frutos grandes y maduros en los países centroamericanos. Hay que diversificar.
Como bien ha señalado la Dra. Paulina Franceschi, coordinadora del Informe Nacional de Desarrollo Humano del PNUD, en sus varias y magistrales conferencias sobre el tema de desarrollo humano, el problema educativo en Panamá puede resumirse en dos palabras: calidad y pertenencia. En el Informe Mundial de Desarrollo Humano 2001, donde se enfoca el tema del adelanto tecnológico, queda claro que aún cuando en Panamá tenemos un promedio de años de escolaridad superior al de Costa Rica, nación con un adelanto tecnológico característico de un país "líder potencial", como país nos posicionamos como "seguidores dinámicos", lo cual nos habla de una categoría en donde el país tiene capacidad para adaptar tecnologías, no así crearlas, y tenemos recursos humanos capacitados a un nivel sólo superior al de aquellas naciones que se catalogan como países "marginados" del adelanto tecnológico. Lo que se impone es preguntarnos como país, ¿bajo qué parámetros, de qué manera y en cuáles son las áreas en que estamos capacitando al panameño?, y, ¿hacia dónde es que queremos ir como país en el tema educativo? La meta sería lograr que el producto que salga de nuestro sistema educativo embone como la pieza justa en la demanda laboral, que encaje como anillo al dedo en las necesidades específicas del país.
La idiosincrasia del panameño, y la de otros muchos pueblos, es imitar el éxito. Es esta una de las razones por las que actualmente Panamá se ahoga en una saturación de profesiones convencionales. Este es el caso de la abogacía. La mentalidad de muchos de nuestros jóvenes se acondiciona muchas veces a generalidades en torno a profesiones específicas: "Los abogados son exitosos, los abogados ganan buenos dineros, estudiaré Derecho", asumiendo que esta ecuación automáticamente convertirá al nuevo licenciado en un profesional adinerado y exitoso, sin que en la toma de una decisión tan importante se evalúe cuáles son las profesiones que realmente necesita el mercado.
Panamá no se ha diversificado. Se sigue preparando al profesional en los mismos campos que se le preparaba hace 40 años, y en un mundo en constante cambio, las necesidades de 40 años después, son otras. Vale preguntarnos si como país estamos preparados para esa nueva "era de las redes" y la informática, como bien indica el Informe Mundial de Desarrollo Humano 2001, y vale preguntarnos, ¿cuántas de nuestras escuelas cuentan con laboratorios de informática que enseñan a nuestros estudiantes el uso de esta herramienta del mundo de hoy? Sólo el 8%. Cabe, igualmente, preguntarnos: ¿Cómo es la educación que reciben los estudiantes de áreas marginadas? En esas zonas, la mayoría son escuelas multigrados; allí los panameños dejamos de ganar y el país pierde oportunidades, ¿y en las áreas indígenas? Allá, además de escuelas multigrados, tampoco hemos sabido manejar la interculturalidad, y la formación adecuada para esos panameños es muy pobre; y finalmente, debemos preguntarnos si estamos dándole a nuestros jóvenes la oportunidad de ser individuos competentes para el mundo laboral que se impone.
Nuevamente, nuestro vecino directo, Costa Rica, nos aventaja en sus estrategias educativas: invierte desde la década del "70 en formación al más alto nivel y en disciplinas de investigación. Allí se fomenta la curiosidad a temprana edad; a niveles primarios, se talan mentes inquisitivas en la educación superior y finalmente se forman investigadores. Consecuentemente, esto lleva a que se adquieran metodologías científicas para probar cosas nuevas o innovar, y que las carreras en ciencias y tecnología despunten. Con esto, Costa Rica, con un promedio de sólo 6.1 años de escolaridad en su población por arriba de los 15 años (Panamá tiene un promedio superior al de ellos con 8.6 años para este grupo/edad), ha logrado ubicarse como un país líder potencial en adelanto tecnológico. Tiene 532 científicos generando tecnología por cada 100,000 habitantes. Aún cuando Panamá no registra cifras en este aspecto en el Informe Mundial de Desarrollo, citado anteriormente, el país sí cuenta con científicos e investigadores, pero en su vasta mayoría, terminan dedicándose a otra actividad porque, lamentablemente, aquí la investigación como tal no tiene la legitimidad social para equipararla con un alto salario, además de que no hay muchos espacios en las industrias locales.
El gasto público en educación tiende a concentrarse en los niveles primarios. Hay que buscar y garantizar que la población complete ambos niveles, primario y secundario. A los docentes hay que pagarles más, para equipararlos con otras profesiones, pero hay que capacitarlos para facilitar el conocimiento y transmitir las herramientas y actitudes correctas. La calidad de docencia tiene que reflejar en el éxito de los estudiantes. Actualmente, la mayor parte del gasto en educación se va para cubrir salarios. Hay que destinar mayores fondos a la inversión en escuelas, reparaciones, actualizaciones, seminarios para incentivar al docente. Una fuente posible pudieran ser los dineros del Fondo Fiduciario. Además, hay que buscar que de aquí a una década, la preparación del docente cambie, ya que no sólo basta ser maestro o egresar de la Normal, se necesita que quienes le enseñan a las nuevas generaciones posean además de un título pedagógico, uno universitario, y que éste sea pertinente a la materia que imparten. Cabe preguntarnos nuevamente, ¿cuántos de nuestros docentes tienen la formación pedagógica y profesional que se requiere? ¿Cuántos de nuestros docentes son facilitadores del conocimiento?.
Si se hacen cambios en el sistema educativo, y asumiendo que el sistema cambie para bien, nuestros estudiantes estarán aproximándose a ventajas competitivas en el mercado laboral en unos 20 años, no antes. Significa esto que tendremos un rezago enorme de 20 años, con el resto de los países donde la educación sí funciona de manera efectiva. Además, no podemos vaticinar con exactitud cuáles serán las exigencias educativas de aquí a 20 años.
Hay que hacer muchas cosas, -y aunque necesario no todo compete a mayores aportes a ese sector-, desde desburocratizar y descentralizar el sistema educativo, dándole mayor autonomía administrativa a los centros regionales y locales, hasta empujar un cambio de mentalidad en las aspiraciones del propio panameño. Como dice la Dra. Franceshi, "no hay varitas mágicas, son procesos y toman tiempo, por ende, tomar hoy las decisiones correctas en el tema educativo es crucial para el desarrollo de nuestro país".
Finalmente recordemos que el mayor activo que tiene un país es su gente, y que si estas personas están educadas y capacitadas, entonces este activo, exponencialmente, se multiplicará.
Entremos en materia. Según el proyecto de presupuesto de la vigencia fiscal 2002, Panamá invertirá el 10% de su presupuesto anual en el sector educación. Y esos resultados no los veremos hoy, sino en unos veinte años, cuando quienes hoy cursan la primaria, busquen incorporarse al mercado laboral con serias limitaciones.
En el último informe de la IFC (Corporación Financiera Internacional) sobre el desarrollo de Howard, se señala que el recurso humano, en Panamá para las aplicaciones necesarias a ese desarrollo, es altamente insuficiente. Un solo ejemplo sería la necesidad imperante de mecánicos de aviación que nuestro país, en estos momentos, no posee y no está produciendo. Para esto debemos no sólo invertir en escuelas técnicas, como el INAFORP, sino también actualizarlas, haciéndolas cónsonas en tecnología y avances, a las necesidades del mercado. También la Ciudad del Saber deberá cumplir con los parámetros para los que fue creada. Desde tiempos de la Conquista, ofrecer servicios ha sido el pan nuestro de cada día: recordemos las Ferias de Portobelo, luego del Ferrocarril Transístmico, despues el Canal, la Zona Libre, el Centro Bancario, etc. Orientados siempre al servicio, no hemos tampoco dejado florecer en Panamá una cultura manufacturera, que sí existe y además florece con frutos grandes y maduros en los países centroamericanos. Hay que diversificar.
Como bien ha señalado la Dra. Paulina Franceschi, coordinadora del Informe Nacional de Desarrollo Humano del PNUD, en sus varias y magistrales conferencias sobre el tema de desarrollo humano, el problema educativo en Panamá puede resumirse en dos palabras: calidad y pertenencia. En el Informe Mundial de Desarrollo Humano 2001, donde se enfoca el tema del adelanto tecnológico, queda claro que aún cuando en Panamá tenemos un promedio de años de escolaridad superior al de Costa Rica, nación con un adelanto tecnológico característico de un país "líder potencial", como país nos posicionamos como "seguidores dinámicos", lo cual nos habla de una categoría en donde el país tiene capacidad para adaptar tecnologías, no así crearlas, y tenemos recursos humanos capacitados a un nivel sólo superior al de aquellas naciones que se catalogan como países "marginados" del adelanto tecnológico. Lo que se impone es preguntarnos como país, ¿bajo qué parámetros, de qué manera y en cuáles son las áreas en que estamos capacitando al panameño?, y, ¿hacia dónde es que queremos ir como país en el tema educativo? La meta sería lograr que el producto que salga de nuestro sistema educativo embone como la pieza justa en la demanda laboral, que encaje como anillo al dedo en las necesidades específicas del país.
La idiosincrasia del panameño, y la de otros muchos pueblos, es imitar el éxito. Es esta una de las razones por las que actualmente Panamá se ahoga en una saturación de profesiones convencionales. Este es el caso de la abogacía. La mentalidad de muchos de nuestros jóvenes se acondiciona muchas veces a generalidades en torno a profesiones específicas: "Los abogados son exitosos, los abogados ganan buenos dineros, estudiaré Derecho", asumiendo que esta ecuación automáticamente convertirá al nuevo licenciado en un profesional adinerado y exitoso, sin que en la toma de una decisión tan importante se evalúe cuáles son las profesiones que realmente necesita el mercado.
Panamá no se ha diversificado. Se sigue preparando al profesional en los mismos campos que se le preparaba hace 40 años, y en un mundo en constante cambio, las necesidades de 40 años después, son otras. Vale preguntarnos si como país estamos preparados para esa nueva "era de las redes" y la informática, como bien indica el Informe Mundial de Desarrollo Humano 2001, y vale preguntarnos, ¿cuántas de nuestras escuelas cuentan con laboratorios de informática que enseñan a nuestros estudiantes el uso de esta herramienta del mundo de hoy? Sólo el 8%. Cabe, igualmente, preguntarnos: ¿Cómo es la educación que reciben los estudiantes de áreas marginadas? En esas zonas, la mayoría son escuelas multigrados; allí los panameños dejamos de ganar y el país pierde oportunidades, ¿y en las áreas indígenas? Allá, además de escuelas multigrados, tampoco hemos sabido manejar la interculturalidad, y la formación adecuada para esos panameños es muy pobre; y finalmente, debemos preguntarnos si estamos dándole a nuestros jóvenes la oportunidad de ser individuos competentes para el mundo laboral que se impone.
Nuevamente, nuestro vecino directo, Costa Rica, nos aventaja en sus estrategias educativas: invierte desde la década del "70 en formación al más alto nivel y en disciplinas de investigación. Allí se fomenta la curiosidad a temprana edad; a niveles primarios, se talan mentes inquisitivas en la educación superior y finalmente se forman investigadores. Consecuentemente, esto lleva a que se adquieran metodologías científicas para probar cosas nuevas o innovar, y que las carreras en ciencias y tecnología despunten. Con esto, Costa Rica, con un promedio de sólo 6.1 años de escolaridad en su población por arriba de los 15 años (Panamá tiene un promedio superior al de ellos con 8.6 años para este grupo/edad), ha logrado ubicarse como un país líder potencial en adelanto tecnológico. Tiene 532 científicos generando tecnología por cada 100,000 habitantes. Aún cuando Panamá no registra cifras en este aspecto en el Informe Mundial de Desarrollo, citado anteriormente, el país sí cuenta con científicos e investigadores, pero en su vasta mayoría, terminan dedicándose a otra actividad porque, lamentablemente, aquí la investigación como tal no tiene la legitimidad social para equipararla con un alto salario, además de que no hay muchos espacios en las industrias locales.
El gasto público en educación tiende a concentrarse en los niveles primarios. Hay que buscar y garantizar que la población complete ambos niveles, primario y secundario. A los docentes hay que pagarles más, para equipararlos con otras profesiones, pero hay que capacitarlos para facilitar el conocimiento y transmitir las herramientas y actitudes correctas. La calidad de docencia tiene que reflejar en el éxito de los estudiantes. Actualmente, la mayor parte del gasto en educación se va para cubrir salarios. Hay que destinar mayores fondos a la inversión en escuelas, reparaciones, actualizaciones, seminarios para incentivar al docente. Una fuente posible pudieran ser los dineros del Fondo Fiduciario. Además, hay que buscar que de aquí a una década, la preparación del docente cambie, ya que no sólo basta ser maestro o egresar de la Normal, se necesita que quienes le enseñan a las nuevas generaciones posean además de un título pedagógico, uno universitario, y que éste sea pertinente a la materia que imparten. Cabe preguntarnos nuevamente, ¿cuántos de nuestros docentes tienen la formación pedagógica y profesional que se requiere? ¿Cuántos de nuestros docentes son facilitadores del conocimiento?.
Si se hacen cambios en el sistema educativo, y asumiendo que el sistema cambie para bien, nuestros estudiantes estarán aproximándose a ventajas competitivas en el mercado laboral en unos 20 años, no antes. Significa esto que tendremos un rezago enorme de 20 años, con el resto de los países donde la educación sí funciona de manera efectiva. Además, no podemos vaticinar con exactitud cuáles serán las exigencias educativas de aquí a 20 años.
Hay que hacer muchas cosas, -y aunque necesario no todo compete a mayores aportes a ese sector-, desde desburocratizar y descentralizar el sistema educativo, dándole mayor autonomía administrativa a los centros regionales y locales, hasta empujar un cambio de mentalidad en las aspiraciones del propio panameño. Como dice la Dra. Franceshi, "no hay varitas mágicas, son procesos y toman tiempo, por ende, tomar hoy las decisiones correctas en el tema educativo es crucial para el desarrollo de nuestro país".
Finalmente recordemos que el mayor activo que tiene un país es su gente, y que si estas personas están educadas y capacitadas, entonces este activo, exponencialmente, se multiplicará.
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