El consenso y el disenso
Publicado 2007/02/03 00:00:00
El concepto de paz no incluye en sí mismo únicamente la falta de guerra. También debe ser sinónimo de armonía social y desarrollo humano. La consolidación de esta armonía de la que hablamos, pasa irremediablemente por la búsqueda del consenso, entendido como una forma útil y sana de solucionar conflictos y, más importante aún en una democracia, tomar decisiones.
Alcanzar consensos requiere de una activa participación ciudadana para que se convierta gradualmente en una conducta cotidiana que privilegie lo que une sobre lo que divide.
Ahora bien, si es cierto que el consenso es muy importante en las relaciones personales, comunitarias y sociales, también es crucial que se acepte el disenso, que es la discrepancia o falta de acuerdo entre las partes.
Tanto el consenso como el disenso son necesarios en una verdadera democracia, pues el ciudadano debe sentirse libre para estar o no de acuerdo. Esa es la importancia del consentimiento y la divergencia, ya que no se puede esperar -ni es deseable- que todas las personas piensen igual.
Pretender que en una democracia viva todo el mundo esté de acuerdo es iluso. Cuidado que hasta perverso. Para que la transparencia y la libertad abran sus alas en un sistema como el que aspiramos tener en Panamá, se necesita un cambio de actitud que lleve a no simplemente pensar "tú contra mí", sino en términos de "nosotros contra el problema".
Es este tipo de reflexión el que debe imperar en estos momentos cuando tantos aspectos de la vida nacional parecen rodeados de espinas y malas hierbas, y requieren el quehacer de todos para emprender reformas. Lo que está en juego es el futuro, el de nuestros hijos, y no se vale cerrar los puños.
Alcanzar consensos requiere de una activa participación ciudadana para que se convierta gradualmente en una conducta cotidiana que privilegie lo que une sobre lo que divide.
Ahora bien, si es cierto que el consenso es muy importante en las relaciones personales, comunitarias y sociales, también es crucial que se acepte el disenso, que es la discrepancia o falta de acuerdo entre las partes.
Tanto el consenso como el disenso son necesarios en una verdadera democracia, pues el ciudadano debe sentirse libre para estar o no de acuerdo. Esa es la importancia del consentimiento y la divergencia, ya que no se puede esperar -ni es deseable- que todas las personas piensen igual.
Pretender que en una democracia viva todo el mundo esté de acuerdo es iluso. Cuidado que hasta perverso. Para que la transparencia y la libertad abran sus alas en un sistema como el que aspiramos tener en Panamá, se necesita un cambio de actitud que lleve a no simplemente pensar "tú contra mí", sino en términos de "nosotros contra el problema".
Es este tipo de reflexión el que debe imperar en estos momentos cuando tantos aspectos de la vida nacional parecen rodeados de espinas y malas hierbas, y requieren el quehacer de todos para emprender reformas. Lo que está en juego es el futuro, el de nuestros hijos, y no se vale cerrar los puños.
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