El derecho de las minorías
Publicado 2002/08/16 23:00:00
- Katherine Palacio P./CrÃtica
En todas las sociedades existen minorías cuya existencia refleja una verdadera democracia. Hay minorías étnicas, de género, aunque las mujeres seamos la mitad de los habitantes de la tierra, de privilegios, de edades, políticas. Esas minorías tienen derechos que son necesarios respetar para justificar la existencia de esa democracia. Los partidos mayoritarios en este país tienen el privilegio del poder y de manejar la política a su antojo. Por esto, es justa la presencia y el protagonismo de los partidos pequeños para equilibrar el exceso de poder. La actual ley electoral beneficia enormemente a los partidos grandes en perjuicio de los pequeños. Con una ley justa no existirían muchos legisladores que hoy en día tienen curules en la Asamblea. Es probable que los partidos minoritarios tuvieran un mayor número de legisladores que cambiarían el rumbo de la organización.
En las discusiones del actual proyecto, a pesar de la mayoría numérica de los representantes de los colectivos pequeños, dos voluntades imponían sus conveniencias. Igualmente tiene artículos que llevan nombres propios para perjudicar a posibles candidatos. Por injusto debiera revisarse nuevamente ese anteproyecto y permitir un mejor equilibrio, más democrático a lo que puede ser la nueva ley electoral. Repito, sin el respeto por el derecho de las minorías, no puede haber democracia. Quienes crean que democracia es sólo elecciones limpias y libertad de expresión, así como falta de dictadura, están equivocados. Ella es participación proporcional, es respeto a los derechos ajenos y permitir a las minorías ser escuchadas en sus opiniones. Sin la participación total de las mujeres en igualdad de proporciones, no existirá democracia. Sin el reconocimiento de las minorías y su manera de pensar, tampoco la habrá.
Me alegro que la Sra. Presidenta no haya enviado aún el proyecto de Ley Electoral. Personalmente considero que faltan muchos cambios que beneficien a las minorías y les permitan una mayor participación. No comprendo cómo fue la votación; si fue por consenso, no lo hubo; si fue por mayoría, los partidos pequeños eran cinco y los grandes dos, lo que indicaba el triunfo de los pequeños. Hay que tener cuidado de lo que se haga en materia de leyes y de estudios participativos que dejan mucho que hablar de la democracia. Esto nos confirma, una vez más, el poder excesivo de los dos colectivos grandes sobre sus hermanos pequeños y las arbitrariedades que se cometen en nombre de un número grande de personas inscritas en esos partidos. Pero, es hora de que sus dirigentes analicen los últimos acontecimientos políticos en Panamá y tengan en cuenta la gran cantidad de panameños que no están inscritos en ningún partido.
¿Les gustaría que ese conglomerado los tratara como minoría? Pues, que pongan sus bardas en remojo porque esa mayoría decide unas elecciones, como lo ha hecho en los últimos años.
La presencia de partidos pequeños es saludable en una democracia. Permite una mayor inscripción y participación de más gente en diferentes partidos. Pero, ¿qué harán aquellos que no comulgan con los dos partidos grandes? Quedarán fuera de la jugada y de una actividad política participativa. Esto es injusto con nosotros a quienes nos picó el bicho de la política y no sabríamos qué hacer ni dónde ir.
No sería extraño encontrar arreglos entre los grandes partido sin necesitar de los pequeños. Entonces que no lloren aquellos que no hacen nada para reforzar los pequeños o propugnan por su desaparición. Nuestra cultura política no nos permite aún el respeto que debe existir en ese campo. Tengamos, pues, presente el derecho de las minorías.
Los valores no se adquieren en charlas, talleres ni conferencia, están en la escénica humana pura de su naturaleza, se experimenta en el infante inocente que tenemos que contaminarlo para protegerlo de quienes quieren hacerle daño, en el niño que no diferencia clase, raza hasta que les señalamos el blanco del negro; del niño que no diferencia entre hombre y mujer hasta que con todo nuestro tabú le hablamos de cosita. Son pocos los padres que pudieran sentirse orgullosos de que a su hijo le llaman el sapo de la clase, por decir la verdad, o el que a cada rato llega golpeado porque no se sabe defender.
Definitivamente, mientras estemos en diversas posiciones, así mismo pondremos en nuestra escala el orden de los valores; por lo que, como sociedad adulta, debemos actuar de forma constante, por el bien de esta generación y la futura que son, y serán nuestros herederos.
En las discusiones del actual proyecto, a pesar de la mayoría numérica de los representantes de los colectivos pequeños, dos voluntades imponían sus conveniencias. Igualmente tiene artículos que llevan nombres propios para perjudicar a posibles candidatos. Por injusto debiera revisarse nuevamente ese anteproyecto y permitir un mejor equilibrio, más democrático a lo que puede ser la nueva ley electoral. Repito, sin el respeto por el derecho de las minorías, no puede haber democracia. Quienes crean que democracia es sólo elecciones limpias y libertad de expresión, así como falta de dictadura, están equivocados. Ella es participación proporcional, es respeto a los derechos ajenos y permitir a las minorías ser escuchadas en sus opiniones. Sin la participación total de las mujeres en igualdad de proporciones, no existirá democracia. Sin el reconocimiento de las minorías y su manera de pensar, tampoco la habrá.
Me alegro que la Sra. Presidenta no haya enviado aún el proyecto de Ley Electoral. Personalmente considero que faltan muchos cambios que beneficien a las minorías y les permitan una mayor participación. No comprendo cómo fue la votación; si fue por consenso, no lo hubo; si fue por mayoría, los partidos pequeños eran cinco y los grandes dos, lo que indicaba el triunfo de los pequeños. Hay que tener cuidado de lo que se haga en materia de leyes y de estudios participativos que dejan mucho que hablar de la democracia. Esto nos confirma, una vez más, el poder excesivo de los dos colectivos grandes sobre sus hermanos pequeños y las arbitrariedades que se cometen en nombre de un número grande de personas inscritas en esos partidos. Pero, es hora de que sus dirigentes analicen los últimos acontecimientos políticos en Panamá y tengan en cuenta la gran cantidad de panameños que no están inscritos en ningún partido.
¿Les gustaría que ese conglomerado los tratara como minoría? Pues, que pongan sus bardas en remojo porque esa mayoría decide unas elecciones, como lo ha hecho en los últimos años.
La presencia de partidos pequeños es saludable en una democracia. Permite una mayor inscripción y participación de más gente en diferentes partidos. Pero, ¿qué harán aquellos que no comulgan con los dos partidos grandes? Quedarán fuera de la jugada y de una actividad política participativa. Esto es injusto con nosotros a quienes nos picó el bicho de la política y no sabríamos qué hacer ni dónde ir.
No sería extraño encontrar arreglos entre los grandes partido sin necesitar de los pequeños. Entonces que no lloren aquellos que no hacen nada para reforzar los pequeños o propugnan por su desaparición. Nuestra cultura política no nos permite aún el respeto que debe existir en ese campo. Tengamos, pues, presente el derecho de las minorías.
Los valores no se adquieren en charlas, talleres ni conferencia, están en la escénica humana pura de su naturaleza, se experimenta en el infante inocente que tenemos que contaminarlo para protegerlo de quienes quieren hacerle daño, en el niño que no diferencia clase, raza hasta que les señalamos el blanco del negro; del niño que no diferencia entre hombre y mujer hasta que con todo nuestro tabú le hablamos de cosita. Son pocos los padres que pudieran sentirse orgullosos de que a su hijo le llaman el sapo de la clase, por decir la verdad, o el que a cada rato llega golpeado porque no se sabe defender.
Definitivamente, mientras estemos en diversas posiciones, así mismo pondremos en nuestra escala el orden de los valores; por lo que, como sociedad adulta, debemos actuar de forma constante, por el bien de esta generación y la futura que son, y serán nuestros herederos.
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