El dolor de una muerte
Publicado 2001/07/28 23:00:00
- Carlos A. RodrÃguez / VÃctor Santos
Cuando se habla de la muerte ella, inmediatamente, se convierte en sinónimo de dolor y pena. Aunque tengamos muy arraigada la fe en nuestro destino superior no nos podemos sustraer a la idea de que se trata de una separación permanente con el ser querido. Sentimos el temor de que sólo nos quede el recuerdo de la persona y que este recuerdo pueda con el tiempo irse desvaneciendo. El escribir sobre el fallecimiento de alguien por quien se siente hondo afecto resulta tarea difícil, pero hay casos como este en particular, en que uno encuentra alivio y complacencia en poder dibujar algunos rasgos que destacan las virtudes que adornaron la personalidad del ser que dejó la vida terrenal para subir a las alturas de la tierra prometida. En este caso, muy especial, desahogo mi inconformidad y doy rienda suelta a mis sentimientos; escribo sin que me tiemble la mano, ni se me contraiga el corazón, ni me aflore una lágrima por tratarse de Gretel Vallarino de Morgan, que tiene un sitio preferente en mis afectos.
A pesar de su corta edad, Gretel fue dueña de gran madurez, con un sentido común muy desarrollado; poseía una alegría contagiosa, una espiritualidad celestial y un estoicismo envidiable. Estas virtudes de gran señora se hicieron más palpables en los últimos años, cuando fue atacada inesperadamente por una terrible enfermedad, el cáncer. Su fortaleza espiritual y la determinación que tenía de vencer el mal que la atacaba inmisericorde, hizo posible, con la ayuda de Dios y la tenacidad y trato amoroso de su esposo Juan David sorprender los pesimistas diagnósticos de los médicos que sólo le daban seis meses de vida. Dentro de pocas semanas se hubieran cumplido tres años de su lucha tenaz contra el cáncer que, cual rayo sin presagio de tormenta, cayó un día sobre ella y todos nosotros.
Gretel era comprensiva y generosa; su familia, en especial su esposo e hijos, absorbieron todo su amor y vivía para hacerlos felices. Era bonita, alegre, con un alma con destellos celestiales, tolerante y muy compasiva. Detrás de esa dulce sonrisa que siempre adornaba su cara había inteligencia, mucho carácter y tenía gran firmeza en sus convicciones y en sus principios éticos y morales. Siempre buscaba afanosamente lo positivo de las cosas. Nunca tuvo cabida en ella lo negativo y mucho menos lo mezquino y el resquemor. Hay seres que nacen con el don divino de hacer florecer y llenar de aroma todo lo que los rodea. Gretel fue uno de esos privilegiados
Para mí, que la vi crecer, madurar y desarrollar sus cualidades humanas al convertirse de niña en mujer, continuaré guardando para Gretel, a pesar del tiempo que nos pueda separar, el recuerdo vivo de su figura y seguiré atesorando el cariño que siempre me prodigó, que yo correspondí en igual forma.
"No es morir el vivir en los corazones de los que dejamos tras nosotros". Thomas Campbell.
A pesar de su corta edad, Gretel fue dueña de gran madurez, con un sentido común muy desarrollado; poseía una alegría contagiosa, una espiritualidad celestial y un estoicismo envidiable. Estas virtudes de gran señora se hicieron más palpables en los últimos años, cuando fue atacada inesperadamente por una terrible enfermedad, el cáncer. Su fortaleza espiritual y la determinación que tenía de vencer el mal que la atacaba inmisericorde, hizo posible, con la ayuda de Dios y la tenacidad y trato amoroso de su esposo Juan David sorprender los pesimistas diagnósticos de los médicos que sólo le daban seis meses de vida. Dentro de pocas semanas se hubieran cumplido tres años de su lucha tenaz contra el cáncer que, cual rayo sin presagio de tormenta, cayó un día sobre ella y todos nosotros.
Gretel era comprensiva y generosa; su familia, en especial su esposo e hijos, absorbieron todo su amor y vivía para hacerlos felices. Era bonita, alegre, con un alma con destellos celestiales, tolerante y muy compasiva. Detrás de esa dulce sonrisa que siempre adornaba su cara había inteligencia, mucho carácter y tenía gran firmeza en sus convicciones y en sus principios éticos y morales. Siempre buscaba afanosamente lo positivo de las cosas. Nunca tuvo cabida en ella lo negativo y mucho menos lo mezquino y el resquemor. Hay seres que nacen con el don divino de hacer florecer y llenar de aroma todo lo que los rodea. Gretel fue uno de esos privilegiados
Para mí, que la vi crecer, madurar y desarrollar sus cualidades humanas al convertirse de niña en mujer, continuaré guardando para Gretel, a pesar del tiempo que nos pueda separar, el recuerdo vivo de su figura y seguiré atesorando el cariño que siempre me prodigó, que yo correspondí en igual forma.
"No es morir el vivir en los corazones de los que dejamos tras nosotros". Thomas Campbell.
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