El funcionario público tercermundista
Publicado 2000/12/19 00:00:00
- Franklin Ledezma Candanedo
Periodista y escritor
El título de nuestra columna de hoy corresponde al de un capítulo de una obra en proceso del suscrito, titulada: “El funcionario público en Panamáâ€, con vivencias personales acumuladas durante más de tres décadas en el engranaje gubernamental, el cual constituye magnífica universidad en la que no se debe permanecer más de cinco años. Las deficiencias culturales que caracterizan a los mal llamados países en vías de desarrollo, y Panamá no es la excepción, impiden una sana relación entre Estado-Servidores y concretan, en muchas regiones, un tratamiento diferente para éstos en relación con el que reciben quienes laboran en el sector privado.
Evidentemente, en pocas regiones subdesarrolladas del mundo funciona una administración científica del personal al servicio del Estado, aunque los problemas ligados a la misma son tan antiguos como las colectividades que existieron en épocas remotas. Cabe destacar que los papiros egipcios, que datan de 1300 años antes de Cristo, evidencian que en ese país existió un sistema de administración en gran escala, sistemática, aunque no siempre eficiente, comparada con la que tenían pueblos vecinos, como el Imperio Bizantino y el Imperio Otomano, observándose que este último implantó un magnífico sistema de servicio civil.
En China, por su parte, el asunto fue tema central en la filosofía de Confucio, quien escribió, entre otras, la obra “Reglas de Administración Públicaâ€. En cuanto a Roma, se destaca el establecimiento del servicio civil pagado, por el Emperador Augusto (25 A.C.) y los cambios administrativos efectuados por el Emperador Diocleciano (284-305 D.C.).
En el año 1200, Walter Henley publicó la obra Husbandry, auténtico breviario técnico y útil, por contener métodos para localizar tareas y llevar registros de las actividades de los funcionarios y jefes. El más destacado de los cameralistas del Siglo XVIII, George Zinche, escribió 500 títulos sobre Administración Financiera y 500 más sobre otros tópicos administrativos.
La Revolución Industrial le dio vigoroso impulso al desarrollo de la administración y a las técnicas administrativas. En 1903, Frederick W. Taylor dio a conocer su trabajo sobre los principios de la administración, la cual, por cierto, no pretendemos comparar con la existencia en el ámbito tercermundista. Sin lugar a dudas, le compete al Estado, y específicamente, al Gobierno, dirigir el proceso de desarrollo de todos y cada uno de los aspectos vinculados a la materia, que posibilite el diseño o construcción de una administración pública cónsona con la filosofía y principios vigentes en un mundo globalizado, puesto que en la actualidad con el imperio de la tecnociencia, la transparencia, la reingeniería y la calidad total.
Los países tercermundistas están muy lejos de alcanzar el nivel de crecimiento que muestran las regiones industrializadas, sobre todo, porque sus habitantes transfieren al espacio geográfico el subdesarrollo cultural que los caracteriza, sin que nuestro sector público sea ajeno a esta funesta realidad. Ello nos ha permitido acumular vivencias que a nadie recomendaríamos, salvo, ya así lo dejamos escrito inicialmente, como aprendizaje breve, no más de cinco años, porque un tiempo mayor anquilosa y hace vegetar, sin posibilidades de ascensos en jerarquía y salarios, a quienes no gozan de los beneficios de la influencia, esencialmente política, única que tiene carta de naturaleza propia en las naciones subdesarrolladas.
En los espacios geográficos nuestros, tan surrealistas como la vida y costumbres de sus habitantes, quien se active en el servicio público debe estar plenamente consciente de que es una especie de marioneta sin voluntad ni iniciativa propia, porque todo ello es facultad privativa del jefe de turno, aunque éste sea un advenedizo inexperto. Ante esta palpable realidad únicamente, le queda a los que tienen capacidad e inteligencia, adoptar la postura de “pecho a tierraâ€, como mecanismo de defensa y estrategia para sobrevivir en una jungla donde el poderoso e influyente impone su ley.
Nos asombra, a pesar del tiempo transcurrido, la extraordinaria capacidad que se tiene en naciones tercermundistas, para botar al tinaco de la basura cuantiosos recursos oficiales mediante la aplicación de medidas absurdas. Tomemos como ejemplo lo que se invierte en la capacitación de funcionarios que ocupan determinadas posiciones, para después, sin un detenido análisis, destituirlos o reubicarlos en cargos ajenos a la formación recibida.
Tampoco escapa a nuestro asombro, la facilidad que poseen los altos niveles jerárquicos oficiales en el Tercer Mundo, para desconocer la habilidad, transparencia, disciplina y competencia de los subalternos, por lo que no establecen incentivos ni premios, mientras son expertos en prodigar sanciones, sin investigar previamente las causas que conducen a subalternos a mostrar conductas irregulares o baja productividad.
Son tantas las actitudes y procedimientos causantes de nuestro asombro acumulado, que es posible que la obra en preparación tenga un volumen mayor que el visualizado. Para evitar que ocurra lo mismo con el presente artículo, reiteramos, la recomendación que formulamos al inicio, que aquellos que tengan la idea de ingresar al sector público tercermundista, lo asuman como una universidad en la que no deben permanecer más de cinco años.
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