"El gato en la sacristía"
Publicado 2003/02/22 00:00:00
"El gato en la sacristía" (Editorial Santillana, 2002), obra meritísima de Francisco Pérez de Antón, ha producido en mí una especie de catarsis. En mi juventud fui devoto católico; iba a misa casi a diario en la escuela católica en que tuve la buena fortuna de estar interno casi cuatro años, y solía soñar con ser sacerdote. Joven adulto sufrí, como tantos otros según nos ilustra Paco en su libro, una decepción con la iglesia católica similar a la que él también sufrió después de ponderar las implicaciones de la pregunta que vio en el cartel al salir de la iglesia: "¿Y lo tuyo, es tuyo?"
Con el tiempo comprendí la diferencia entre religión e iglesia. Me quedé con la religión y descarté la iglesia, pues francamente era difícil mantener una actitud de simpatía ante la decepción que el clero me causaba con todas sus prédicas y actitudes, que yo percibía como destructivas de la familia, la sociedad, la dignidad y hasta la religión. Por supuesto, la decepción fue terminante cuando fui testigo de la participación de la curia en el movimiento subversivo comunista en Centro América que cautivó a tanto joven ingenuo y cuyos efectos dañinos aún persisten. Mucha gente fue sacrificada por el engaño, inducida por el camino de la violencia con falsificadas posturas del Cristianismo, sobre lo que ahora me ilustro gracias a Paco. Me conforta el haber permanecido Cristiano a pesar de la Iglesia Católica Romana ("Romana" también lo eliminó el Concilio Vaticano II, hasta del Credo).
Yo, menos disciplinado que Paco, simplemente confíe y di como hecho que la predominante opinión de la curia era el fiel pensamiento de la iglesia. Decepcionado, ya no quería ser miembro de tal iglesia. Consciente de la superficialidad de mis conocimientos religiosos desconfiaba de mis propias conclusiones y en consecuencia no quería influir negativamente en mis hijos y amigos. Permanecería neutro. Tenía otras prioridades. Me interesaba más la moral que la religión: por ejemplo, insistía que se incluyera en los estudios universitarios el libro "Fundamentos de la moral" de Henry Hazlitt y recomendaba la "Teoría de sentimientos morales" de Adam Smith. No me interesó examinar a fondo, como sí lo ha hecho Paco, el conflicto entre la iglesia, el deísmo, el agnosticismo, la religión, la tradición, lo genuino y lo falso. El ateísmo lo descarté, pues, sostener que uno sabe que no existe algo es una pretenciosa estupidez. Lo más que uno puede decir con lógica es que no sabe que exista Dios. Lo que rehusaba y rehúso aguantar es oír a curas ignorantes de economía pontificar sobre el tema. Por eso dejé de ir a misa. Aún detesto esa arrogancia y falta de honestidad que por un lado desdeña el estudio de la ciencia económica y por otro, en contra de las enseñanzas del Papa León XIII, erosionan la propiedad privada y su libre disposición -el mercado-, pontificando sobre ello los domingos y aprovechando una audiencia cautivada por su fe.
En la calle tienen derecho a sus opiniones económicas, pero no en el púlpito. Si fuesen humildes la estudiarían o se abstendrían. Esta nueva obra de Francisco Pérez de Antón es fascinante por lo ameno y exhaustivo de su investigación, obviamente producto de muchos años de paciente estudio, de ordenar documentos sobre el genuino pensamiento de los buenos y de los malos católicos. Muchas gracias, Paco.
Post scriptum: Estoy seguro que te gustará saber que un resultado de tu libro es haber reconfortado en mí la genuina fe cristiana, que los malos e intelectualmente perezosos representantes de la iglesia me habían debilitado.
*Ing. y empresario guatemalteco.
(c) www.aipenet.com
Con el tiempo comprendí la diferencia entre religión e iglesia. Me quedé con la religión y descarté la iglesia, pues francamente era difícil mantener una actitud de simpatía ante la decepción que el clero me causaba con todas sus prédicas y actitudes, que yo percibía como destructivas de la familia, la sociedad, la dignidad y hasta la religión. Por supuesto, la decepción fue terminante cuando fui testigo de la participación de la curia en el movimiento subversivo comunista en Centro América que cautivó a tanto joven ingenuo y cuyos efectos dañinos aún persisten. Mucha gente fue sacrificada por el engaño, inducida por el camino de la violencia con falsificadas posturas del Cristianismo, sobre lo que ahora me ilustro gracias a Paco. Me conforta el haber permanecido Cristiano a pesar de la Iglesia Católica Romana ("Romana" también lo eliminó el Concilio Vaticano II, hasta del Credo).
Yo, menos disciplinado que Paco, simplemente confíe y di como hecho que la predominante opinión de la curia era el fiel pensamiento de la iglesia. Decepcionado, ya no quería ser miembro de tal iglesia. Consciente de la superficialidad de mis conocimientos religiosos desconfiaba de mis propias conclusiones y en consecuencia no quería influir negativamente en mis hijos y amigos. Permanecería neutro. Tenía otras prioridades. Me interesaba más la moral que la religión: por ejemplo, insistía que se incluyera en los estudios universitarios el libro "Fundamentos de la moral" de Henry Hazlitt y recomendaba la "Teoría de sentimientos morales" de Adam Smith. No me interesó examinar a fondo, como sí lo ha hecho Paco, el conflicto entre la iglesia, el deísmo, el agnosticismo, la religión, la tradición, lo genuino y lo falso. El ateísmo lo descarté, pues, sostener que uno sabe que no existe algo es una pretenciosa estupidez. Lo más que uno puede decir con lógica es que no sabe que exista Dios. Lo que rehusaba y rehúso aguantar es oír a curas ignorantes de economía pontificar sobre el tema. Por eso dejé de ir a misa. Aún detesto esa arrogancia y falta de honestidad que por un lado desdeña el estudio de la ciencia económica y por otro, en contra de las enseñanzas del Papa León XIII, erosionan la propiedad privada y su libre disposición -el mercado-, pontificando sobre ello los domingos y aprovechando una audiencia cautivada por su fe.
En la calle tienen derecho a sus opiniones económicas, pero no en el púlpito. Si fuesen humildes la estudiarían o se abstendrían. Esta nueva obra de Francisco Pérez de Antón es fascinante por lo ameno y exhaustivo de su investigación, obviamente producto de muchos años de paciente estudio, de ordenar documentos sobre el genuino pensamiento de los buenos y de los malos católicos. Muchas gracias, Paco.
Post scriptum: Estoy seguro que te gustará saber que un resultado de tu libro es haber reconfortado en mí la genuina fe cristiana, que los malos e intelectualmente perezosos representantes de la iglesia me habían debilitado.
*Ing. y empresario guatemalteco.
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