El investigador hechizado
Publicado 2000/02/12 00:00:00
- Pastor E. Durán E.
Cuando empezamos a trabajar en septiembre de 1987 para Fe y Alegría en la Comarca Ngäbe-Bugle, los compañeros de trabajo nos sugerían que, así como nosotros escribíamos artículos periodísticos sobre el folclor mestizo y criollo de las provincias centrales, debíamos de escribir también sobre las costumbres de las comunidades indígenas Ngäbe-Buble que visitábamos y acompañábamos en giras de 25 días cada mes. Nosotros no nos atrevimos a hacer semejante cosa, porque escribir sobre una cultura que no es la propia es algo muy delicado. Se pueden cometer muchos errores cuando uno juzga con ojos latinos -en nuestro caso- los hechos de una cultura ajena.
Pero fue tanto el cuestionamiento y la insistencia de los compañeros, que comenzamos a hacerlo. El 19 de octubre de 1989 fue publicado en el diario La Prensa, un artículo nuestro titulado: "La chicería, una tradición guaymí", en el cual narrábamos nuestra participación en una chichería que se llevó a cabo en la comunidad de Corotú, distrito de San Félix, comunidad muy cercana a la carretera Interamericana. Allí señalábamos cómo esta cercanía al área latina hacía que esta comunidad estuviera muy influenciada por la cultura "occidental". Anotábamos que "desviándose de la forma tradicional", la chichería "cuya finalidad es la diversión y, donde, como su nombre lo indica, se bebe abundante chicha de maíz fermentada", tomaba otra modalidad debido a esta influencia extraña, pues se haría a beneficio del equipo de béisbol de la localidad. Y puntualizando en la influencia del capitalismo en la cultura ngäbe, decíamos que "esto significaba -para desilusión nuestra- que la chicha sería vendida y no regalada", como era la costumbre ancestral. También anotábamos con mucho sarcasmo, por cierto, que como la chicha ya no la hacen mascada, tuvimos el gran desconcierto de tener que tomar chicha "¡comprada y sin mascar!"
Este sarcasmo tuvo su precio años más tarde, aunque no sabemos si de manera fortuita o si se trató de un pase de factura. Conociendo ahora mejor a los ngäbe y bugle, nos inclinamos a creer que fue un pase fortuito, porque muy pocos ngäbe y bugle de aquella región debieron haber leído nuestro artículo. Además, algunos que lo leyeron nos comunicaron que habían gozado mucho con esa afirmación nuestra.
El asunto estuvo en que un par de años después comenzamos a padecer somnolencias y desmayos cuando el sol recalcitrante nos agobiaba subiendo algunas de esas lomas empinadas de la Comarca, donde uno casi se muerde las rodillas, a pesar de nuestras buenas condiciones físicas y a pesar de que ya estábamos acostumbrados a realizar esas caminatas. Curioseando siempre en las cosas de las costumbres ngäbe y bugle, acudimos donde un "sukia" (médico, guía espiritual y adivino), para que nos curara de ese padecimiento que, al parecer, tenía que ver con asuntos de la presión. El "sukia" nos dijo que probablemente, nos habían dado a tomar chicha mascada. Nos preguntó si habíamos estado en alguna fiesta y recordamos que sí, que habíamos estado en un "jogue". El "jogue" es una ceremonia dedicada a los niños. En aquella ocasión amanecimos bailando "jegui" y tomando chicha. Entonces, recordamos un pasaje de la historia tradicional ngäbe-bugle sobre Urracá que escuchamos de boca del señor Eladio "Layo" Tugrí, en "Meseleribotä" (Quebrada Cangrejo), sector Nedrí de la Comarca, a principios de los años 90. En el pasaje al que hacemos referencias se dice que unos norteños (ngabe de Bocas del Toro) llegaron a la comunidad de Urracá, llamada "Ki Kri" (Cerco Grande), ubicada en la cordillera de Tolé. Los norteños iban a pelear contra los "Nwife Ña" (Hombre Conejos). Estos Hombres Conejos vivían hacia el occidente. Ya para ese tiempo la gente de Urracá andaba peleando contra los españoles, pero dos guerreros se habían quedado cuidando el poblado donde sólo quedaban niños, mujeres y ancianos.
Los norteños hablaban el idioma Ngäbe y los de Ki Kri hablaban Bugle o Sabanero. Los guerreros que cuidaban el poblado no se dejaron ver de los norteños, que cuando irrumpieron en el caserío, querían beber de una chicha que las mujeres habían hecho. Las mujeres de Ki Kri les dijeron a los norteños que no podían beber de esa chicha, porque era chicha mascada, especial para una ceremonia de mujeres, la cual si un hombre la bebe, le provoca desmayos (sic). Pero como los norteños no entendían Sabanero, bebieron. Posteriormente, al enfrentarse a los Hombres Conejos estuvieron muy débiles y perdieron la batalla. Los guerreros de Ki Kri tuvieron que auxiliarlos y pelearon contra los Hombres Conejos también. Por eso los Hombres Conejos se enemistaron con la gente de Urracá, por culpa de los norteños.
Al recordar este pasaje y recordar que no hacía mucho habíamos estado en una ceremonia especial para niños, donde probablemente había chicha especial para mujeres, no dudamos que quizás hubiéramos bebido de esa chicha, porque al amanecer, cuando la chicha escaseaba, estuvimos requiriendo chicha a las mujeres. Fue tanta la insistencia nuestra que alguien nos consiguió un poco, aunque de manera subrepticia. Lo interesante de este caso es que el "sukia" nos dio una receta sumamente extraña para curar esta especie de hechizo. Teníamos que ir donde una anciana blanquita en canas y esta anciana debía darnos muchos golpecitos con su bordón por todo el cuerpo. De esta manera, se quita el hechizo de quien haya bebido chicha mascada. Cuando salíamos a la "civilización" y sentíamos la somnolencia, íbamos al médico latino. Pero sólo nos tomaba la presión y nos decía que descansáramos un poco, que la presión estaba un poco baja, pero no como para sufrir un desmayo.
En cierta ocasión fuimos donde una anciana, en la comunidad de Chamí. Allí, la anciana nos aplicó el remedio encomendado por el "sukia" y la verdad es que no volvimos a padecer de desmayos. ¿Qué tendrán que ver unos golpecitos propinados por una anciana con su bordón con los problemas de la baja presión? No lo sabemos, pero pareciera que dio resultado. El hechizo desapareció como por encanto.
Pero fue tanto el cuestionamiento y la insistencia de los compañeros, que comenzamos a hacerlo. El 19 de octubre de 1989 fue publicado en el diario La Prensa, un artículo nuestro titulado: "La chicería, una tradición guaymí", en el cual narrábamos nuestra participación en una chichería que se llevó a cabo en la comunidad de Corotú, distrito de San Félix, comunidad muy cercana a la carretera Interamericana. Allí señalábamos cómo esta cercanía al área latina hacía que esta comunidad estuviera muy influenciada por la cultura "occidental". Anotábamos que "desviándose de la forma tradicional", la chichería "cuya finalidad es la diversión y, donde, como su nombre lo indica, se bebe abundante chicha de maíz fermentada", tomaba otra modalidad debido a esta influencia extraña, pues se haría a beneficio del equipo de béisbol de la localidad. Y puntualizando en la influencia del capitalismo en la cultura ngäbe, decíamos que "esto significaba -para desilusión nuestra- que la chicha sería vendida y no regalada", como era la costumbre ancestral. También anotábamos con mucho sarcasmo, por cierto, que como la chicha ya no la hacen mascada, tuvimos el gran desconcierto de tener que tomar chicha "¡comprada y sin mascar!"
Este sarcasmo tuvo su precio años más tarde, aunque no sabemos si de manera fortuita o si se trató de un pase de factura. Conociendo ahora mejor a los ngäbe y bugle, nos inclinamos a creer que fue un pase fortuito, porque muy pocos ngäbe y bugle de aquella región debieron haber leído nuestro artículo. Además, algunos que lo leyeron nos comunicaron que habían gozado mucho con esa afirmación nuestra.
El asunto estuvo en que un par de años después comenzamos a padecer somnolencias y desmayos cuando el sol recalcitrante nos agobiaba subiendo algunas de esas lomas empinadas de la Comarca, donde uno casi se muerde las rodillas, a pesar de nuestras buenas condiciones físicas y a pesar de que ya estábamos acostumbrados a realizar esas caminatas. Curioseando siempre en las cosas de las costumbres ngäbe y bugle, acudimos donde un "sukia" (médico, guía espiritual y adivino), para que nos curara de ese padecimiento que, al parecer, tenía que ver con asuntos de la presión. El "sukia" nos dijo que probablemente, nos habían dado a tomar chicha mascada. Nos preguntó si habíamos estado en alguna fiesta y recordamos que sí, que habíamos estado en un "jogue". El "jogue" es una ceremonia dedicada a los niños. En aquella ocasión amanecimos bailando "jegui" y tomando chicha. Entonces, recordamos un pasaje de la historia tradicional ngäbe-bugle sobre Urracá que escuchamos de boca del señor Eladio "Layo" Tugrí, en "Meseleribotä" (Quebrada Cangrejo), sector Nedrí de la Comarca, a principios de los años 90. En el pasaje al que hacemos referencias se dice que unos norteños (ngabe de Bocas del Toro) llegaron a la comunidad de Urracá, llamada "Ki Kri" (Cerco Grande), ubicada en la cordillera de Tolé. Los norteños iban a pelear contra los "Nwife Ña" (Hombre Conejos). Estos Hombres Conejos vivían hacia el occidente. Ya para ese tiempo la gente de Urracá andaba peleando contra los españoles, pero dos guerreros se habían quedado cuidando el poblado donde sólo quedaban niños, mujeres y ancianos.
Los norteños hablaban el idioma Ngäbe y los de Ki Kri hablaban Bugle o Sabanero. Los guerreros que cuidaban el poblado no se dejaron ver de los norteños, que cuando irrumpieron en el caserío, querían beber de una chicha que las mujeres habían hecho. Las mujeres de Ki Kri les dijeron a los norteños que no podían beber de esa chicha, porque era chicha mascada, especial para una ceremonia de mujeres, la cual si un hombre la bebe, le provoca desmayos (sic). Pero como los norteños no entendían Sabanero, bebieron. Posteriormente, al enfrentarse a los Hombres Conejos estuvieron muy débiles y perdieron la batalla. Los guerreros de Ki Kri tuvieron que auxiliarlos y pelearon contra los Hombres Conejos también. Por eso los Hombres Conejos se enemistaron con la gente de Urracá, por culpa de los norteños.
Al recordar este pasaje y recordar que no hacía mucho habíamos estado en una ceremonia especial para niños, donde probablemente había chicha especial para mujeres, no dudamos que quizás hubiéramos bebido de esa chicha, porque al amanecer, cuando la chicha escaseaba, estuvimos requiriendo chicha a las mujeres. Fue tanta la insistencia nuestra que alguien nos consiguió un poco, aunque de manera subrepticia. Lo interesante de este caso es que el "sukia" nos dio una receta sumamente extraña para curar esta especie de hechizo. Teníamos que ir donde una anciana blanquita en canas y esta anciana debía darnos muchos golpecitos con su bordón por todo el cuerpo. De esta manera, se quita el hechizo de quien haya bebido chicha mascada. Cuando salíamos a la "civilización" y sentíamos la somnolencia, íbamos al médico latino. Pero sólo nos tomaba la presión y nos decía que descansáramos un poco, que la presión estaba un poco baja, pero no como para sufrir un desmayo.
En cierta ocasión fuimos donde una anciana, en la comunidad de Chamí. Allí, la anciana nos aplicó el remedio encomendado por el "sukia" y la verdad es que no volvimos a padecer de desmayos. ¿Qué tendrán que ver unos golpecitos propinados por una anciana con su bordón con los problemas de la baja presión? No lo sabemos, pero pareciera que dio resultado. El hechizo desapareció como por encanto.
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