El policía, ¿amigo o enemigo?
Publicado 2005/11/11 00:00:00
- Geraldine Emiliani
Desde su origen, las fuerzas policiales suscitan esperanzas y temores.
Sin importar donde vivimos, la maldad se esconde bajo una fachada de civismo. Así pues, queramos o no, necesitamos la protección de la policía. Es cierto que hay agentes acusados de brutalidad, corrupción, pasividad y abuso de poder -es parte de la debilidad humana- situación inaceptable. De mi parte, cuando veo y estoy cerca de uno de ellos, me siento protegida.
Combatir la delincuencia constituye sólo el 30% de la labor policial. También ofrecen un servicio social a la comunidad desde asistir a un enfermo de gravedad, como el de ocuparse de los accidentes automovilísticos, violencias domésticas, recuperar vehículos robados, ayudar a un anciano confundido, devolver a un niño perdido a sus padres y, hasta rescatar a un gato encaramado a un árbol; así como el de proteger a todo ciudadano en contra de manifestaciones violentas.
Desde su origen, las fuerzas policiales suscitan esperanzas y temores. Hay quienes temen que un grupo armado en manos del gobierno central coarte su libertad o que acabe convirtiéndose en una policía de espionaje militar similar al sistema francés de Joseph Fouché. Me es difícil imaginar a un agente policial panameño vestido con sombrero de copa y uniforme bien planchado y que su única arma sea una porra corta -como los policías ingleses (bobies) que no portan armas de fuego, salvo en situaciones de emergencia- enfrentándose a verdaderos homicidas en potencia, que no les importa cegar la vida de personas inocentes, ya sea por venganza, complejos, odio, diversión, o como un ritual de pandilla o por la simple emoción de hacerlo. Las causas las conocemos. La lista es interminable.
Cada vez se hace más claro que la delincuencia y los desórdenes no deben existir en una sociedad civilizada. Sin embargo, la violencia está presente, casi ninguna barriada o lugar de residencia es inmune a ella.
Respecto a la ciudad de Colón, el jefe de la Policía, Eduardo Serracín, enfatizó: "No vine aquí a negociar con ningún delincuente. Estoy para administrar el orden público. No negocio ni paz ni seguridad con nadie, sólo hago el trabajo que me corresponde". (El Panamá América, 30 de octubre). A sus palabras: ¿esperanza o temor? Lo que sí sabemos es que la escalada de violencia amenaza la economía y la salud mental de todo individuo que desea vivir en paz y tranquilidad en una ciudad que durante los años treinta, cuarenta, y aún en los sesenta, el movimiento económico de Colón era de singular prosperidad debido en gran parte, al sector agrícola y comercial. La economía reflejaba para ese entonces una importancia, mayormente en el aporte al fisco nacional. La apertura de la Zona Libre vino a beneficiar aún más la bonanza económica, razón por la cual se le denominó Costa de Oro. El Colón de ahora se debe a tres factores: la falta de los gringos, quienes con su política de dependencia crearon en el colonense una especie de mentalidad subyugada; la clase económica que se fructifica de la Zona Libre y que vive y consume en Panamá; la emigración a la capital de hombres y mujeres prominentes que dieron muestras de capacidad intelectual destacándose en lo social, en la política, en el arte, en la literatura, en el deporte, y en la más alta jerarquía eclesial; la discriminación racial y, en la falta de una educación equitativa.
Me llama la atención los programas de debate radial y televisivo, cuyo aporte son de beneficio en algunos momentos, pero en otros observo que los que participan sólo lo hacen con el deseo de criticar, y de cargarle la culpa al gobierno de turno, y de brindar soluciones a medias. Si de culpa se trata, esta actitud de indiferencia nos compete a todos, no es de unos cuantos. Ciertamente, la negligencia de algunos gobernantes y el tecnicismo jurídico ha contribuido para que este flagelo haya aumentado. No basta con solo eliminar a las personas malas y salvar a las buenas. Lo que se necesita es un cambio de mentalidad, de corazón y de conciencia.
Para resolver el problema de la criminalidad de una vez por todas, se necesita que la sociedad coopere. Siempre existirá la violencia y Panamá cuenta con gente educada, capacitada y con conocimientos especializados, que bien podrían contribuir a que los resultados sean satisfactorios para vivir en una sociedad sin delito.
(gemiliani@cableonda.net)
Su trayectoria es digna de admirar, pues ha demostrado su talento y destreza con el balón en diversos conjuntos nacionales.
Formó parte del Atlético Nacional de Panamá desde 1996 a 1999 y en el 2000 jugó para el Sporting 89.
En el exterior, el Envigado FC de Colombia, Independiente de Medellín (Colombia), el Gremio FC de Brasil y el Atlético Paranaense de Brasil, le ofrecieron la oportunidad de triunfar en este deporte.
Por supuesto, tanto Solís como Baloy pertenecen a la Selección de Fútbol de Panamá.
Combatir la delincuencia constituye sólo el 30% de la labor policial. También ofrecen un servicio social a la comunidad desde asistir a un enfermo de gravedad, como el de ocuparse de los accidentes automovilísticos, violencias domésticas, recuperar vehículos robados, ayudar a un anciano confundido, devolver a un niño perdido a sus padres y, hasta rescatar a un gato encaramado a un árbol; así como el de proteger a todo ciudadano en contra de manifestaciones violentas.
Desde su origen, las fuerzas policiales suscitan esperanzas y temores. Hay quienes temen que un grupo armado en manos del gobierno central coarte su libertad o que acabe convirtiéndose en una policía de espionaje militar similar al sistema francés de Joseph Fouché. Me es difícil imaginar a un agente policial panameño vestido con sombrero de copa y uniforme bien planchado y que su única arma sea una porra corta -como los policías ingleses (bobies) que no portan armas de fuego, salvo en situaciones de emergencia- enfrentándose a verdaderos homicidas en potencia, que no les importa cegar la vida de personas inocentes, ya sea por venganza, complejos, odio, diversión, o como un ritual de pandilla o por la simple emoción de hacerlo. Las causas las conocemos. La lista es interminable.
Cada vez se hace más claro que la delincuencia y los desórdenes no deben existir en una sociedad civilizada. Sin embargo, la violencia está presente, casi ninguna barriada o lugar de residencia es inmune a ella.
Respecto a la ciudad de Colón, el jefe de la Policía, Eduardo Serracín, enfatizó: "No vine aquí a negociar con ningún delincuente. Estoy para administrar el orden público. No negocio ni paz ni seguridad con nadie, sólo hago el trabajo que me corresponde". (El Panamá América, 30 de octubre). A sus palabras: ¿esperanza o temor? Lo que sí sabemos es que la escalada de violencia amenaza la economía y la salud mental de todo individuo que desea vivir en paz y tranquilidad en una ciudad que durante los años treinta, cuarenta, y aún en los sesenta, el movimiento económico de Colón era de singular prosperidad debido en gran parte, al sector agrícola y comercial. La economía reflejaba para ese entonces una importancia, mayormente en el aporte al fisco nacional. La apertura de la Zona Libre vino a beneficiar aún más la bonanza económica, razón por la cual se le denominó Costa de Oro. El Colón de ahora se debe a tres factores: la falta de los gringos, quienes con su política de dependencia crearon en el colonense una especie de mentalidad subyugada; la clase económica que se fructifica de la Zona Libre y que vive y consume en Panamá; la emigración a la capital de hombres y mujeres prominentes que dieron muestras de capacidad intelectual destacándose en lo social, en la política, en el arte, en la literatura, en el deporte, y en la más alta jerarquía eclesial; la discriminación racial y, en la falta de una educación equitativa.
Me llama la atención los programas de debate radial y televisivo, cuyo aporte son de beneficio en algunos momentos, pero en otros observo que los que participan sólo lo hacen con el deseo de criticar, y de cargarle la culpa al gobierno de turno, y de brindar soluciones a medias. Si de culpa se trata, esta actitud de indiferencia nos compete a todos, no es de unos cuantos. Ciertamente, la negligencia de algunos gobernantes y el tecnicismo jurídico ha contribuido para que este flagelo haya aumentado. No basta con solo eliminar a las personas malas y salvar a las buenas. Lo que se necesita es un cambio de mentalidad, de corazón y de conciencia.
Para resolver el problema de la criminalidad de una vez por todas, se necesita que la sociedad coopere. Siempre existirá la violencia y Panamá cuenta con gente educada, capacitada y con conocimientos especializados, que bien podrían contribuir a que los resultados sean satisfactorios para vivir en una sociedad sin delito.
(gemiliani@cableonda.net)
Su trayectoria es digna de admirar, pues ha demostrado su talento y destreza con el balón en diversos conjuntos nacionales.
Formó parte del Atlético Nacional de Panamá desde 1996 a 1999 y en el 2000 jugó para el Sporting 89.
En el exterior, el Envigado FC de Colombia, Independiente de Medellín (Colombia), el Gremio FC de Brasil y el Atlético Paranaense de Brasil, le ofrecieron la oportunidad de triunfar en este deporte.
Por supuesto, tanto Solís como Baloy pertenecen a la Selección de Fútbol de Panamá.
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