Panamá
El problema no es el perro
- Ing. Helmut De Puy
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- Ciudadano Construyendo futuro
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A veces los mejores temas para reflexionar no nacen en una mesa de trabajo ni en un debate político, sino en algo tan cotidiano como salir a hacer ejercicio. Hoy quiero compartir una pequeña escena que viví y que, por simple que parezca, dice mucho de hacia dónde se está moviendo nuestra sociedad.
Regresaba de correr cuando, en un paso elevado, me encontré de frente con un señor que venía caminando con su perro. Yo iba por el lado derecho (como corresponde), pero al verme, el señor no solo no cedió un centímetro, sino que deliberadamente se pegó más hacia su derecha, marcando su posición con una mirada que decía, el que se tiene que mover eres tú. Y sí, me moví, porque tampoco se trata de armar una escena por cosas pequeñas. Sin embargo, al pasar al lado, la molestia pudo más y le pregunté con todo el sarcasmo, si es que él era inglés. La pregunta tenía su razón, en Inglaterra los autos van al revés y pensé que tal vez él traía esa lógica.
Pero no. Su respuesta fue que el perro se echa para el lado derecho.
Ahí entendí que no estaba discutiendo con una persona normal, sino con la nueva corriente que parece gobernar al mundo, la de justificarlo todo, incluso lo absurdo. Porque una cosa es querer a las mascotas (como muchos hacemos) y otra muy distinta es renunciar al criterio humano básico y dejar que el perro decida por uno.
La anécdota es solo un ejemplo, pero refleja la tendencia alarmante de la pérdida de sentido común. Hoy convivimos con personas que creen que su comodidad está por encima de cualquier norma de convivencia. Personas que exigen respeto, pero no lo practican. Personas que, en lugar de enseñar, se doblegan. Y lo más preocupante son las personas que delegan su criterio en impulsos ajenos, sea un perro, una emoción o una excusa.
La sociedad no se deteriora por grandes tragedias, se deteriora por pequeñas renuncias. Por cada vez que dejamos de aplicar el sentido común. Por cada momento en que evitamos el conflicto correcto. Por cada vez que aceptamos lo inaceptable por "no querer problemas".
No fue el perro quien decidió; fue el hombre quien decidió no decidir. Y allí está el verdadero problema.
En tiempos donde tanto se habla de liderazgo, vale recordar que la primera autoridad que debemos ejercer es sobre nosotros mismos. Y eso empieza, aunque parezca insignificante, por saber en qué lado del camino debemos ir. Porque cada día que pasa sin decisiones acertadas, es un día más que retrocedamos.

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