El reto de la defensa europea
Publicado 2003/04/06 23:00:00
El 31 de marzo la Unión Europea inició su primera misión militar en el exterior, en su casi medio siglo de historia. El escenario fue Macedonia, donde una reducida fuerza de mantenimiento de la paz de 350 soldados, relevó a las tropas de la OTAN desplegadas para supervisar el desarme de la guerrilla albanesa. La operación, de nombre Concordia, tiene como objetivo asegurar una pequeña presencia militar disuasoria en esta república balcánica de poco más de dos millones de habitantes de diferentes etnias, que se independizó en 1991 de la antigua Yugoslavia. Los militares se encargarán durante seis meses de vigilar las fronteras y proteger a los observadores, así como asesorarán a las autoridades en materia de seguridad y defensa. Pese a lo reducido de la operación, se trata, por su valor simbólico, de un paso importante en el proceso de construcción comunitario, que lleva a preguntarnos: ¿Cuál es el papel de la defensa europea?
En la actualidad, la Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD) dista mucho de ser una auténtica defensa. Basada en las misiones Petersberg, (humanitarias y de rescate; de mantenimiento de la paz y gestión de crisis; y de restablecimiento de la paz) la PESD ha renunciado voluntariamente a crear una suerte de ejército europeo con carácter militar estratégico, acercándose más a labores propias de "cascos azules" en territorio europeo
La idea parece loable, pero presenta varios inconvenientes. Por un lado, militarizará aún más la gestión de los escenarios postbélicos, confundiendo las necesarias labores castrenses de protección civil o de cooperantes, (abriendo corredores humanitarios en una situación de riesgo, por ejemplo) con el control de los mismos.
Asimismo, existe el riesgo de que esta fuerza se convierta en la encargada de arreglar los destrozos ocasionados por bombardeos ajenos. Es lo que Hermann Tertsch define como la "pretensión de Washington de actuar sólo en lo que le conviene para delegar a Europa todo el peso de operaciones de pacificación y sus gastos, algo poco menos que un insulto". Este nuevo reparto de papeles es especialmente visible en las diferencias entre las Fuerzas de Reacción Rápida de la UE y de la OTAN. La primera consta de 60,000 efectivos, y otros 40,000 de apoyo, capaces de desplegarse en dos meses y mantenerse en el teatro de operaciones durante al menos un año. Esta Fuerza intervendrá sólo en aplicación de misiones Petersberg. Por el contrario, la fuerza rápida de la Alianza Atlántica, la OTAN Response Force aprobada en la Cumbre de Praga de noviembre del año pasado, está destinada a misiones fuera de área.
La formarán alrededor de 21,000 soldados, capaces de desplegarse en cualquier parte del mundo en tan sólo cinco días y de mantenerse operativos en el lugar al menos durante un mes. En estas condiciones, la fuerza de respuesta de la OTAN será la encargada de atacar los objetivos con gran celeridad y contundencia, para que la "veloz" fuerza europea llegue a los dos meses del conflicto dispuesta a gestionar durante un año el escenario postbélico.
Asimismo, desde la creación de la PESD, Estados Unidos (EU) viene llamando la atención cada cierto tiempo a sus aliados europeos. Washington teme que el impulso de una defensa comunitaria vaya en detrimento del vínculo transatlántico, en vez de servir para reforzar la OTAN. Para ello se apela a "las tres "D": que no cree Duplicaciones de estructuras ni de fuerzas, que no genere una Desvinculación de los americanos y que no Discrimine a ningún país miembro de la Alianza Atlántica. "Por un lado se advierte a los europeos que se preparen para actuar solos y a la vez se les acusa de prepararse para hacerlo", en palabras de Félix Arteaga, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Carlos III de Madrid. En este sentido, la PESD es una auténtica marioneta en manos de EU: necesita los medios de la OTAN, pero la cesión de los mismos debe decidirse por unanimidad en el Consejo Atlántico. Así, Washington alberga de facto un "derecho de veto" sobre las misiones de paz europeas. Las consecuencias están cantadas: EU actuará dónde tenga intereses estratégicos y dejará a la UE resolver los conflictos en su patio trasero, dónde no haya petróleo ni recursos naturales.
Si bien la defensa europea es todavía una ilusión, la Unión Europea (excepción hecha de Reino Unido y España) trabaja lentamente para acabar con el régimen de cuasi "protectorado militar" de Washington.
La actual división interna en la UE no favorecerá a corto plazo avances en la PESD, pero el plante franco-alemán a la Casa Blanca en el ataque a Irak impulsará la intención europea de configurarse como un actor autónomo en la escena internacional también a nivel militar. Prueba de esta moderada voluntad de independencia respecto al paraguas protector del "amigo americano" es que casi la mitad del contingente de la operación Concordia la aporta Francia, históricamente el país más partidario de una defensa autónoma.
Europa es frecuentemente calificada como "un gigante en lo económico, un enano en lo político y un gusano en lo militar". Con todos sus errores y dependencias de Washington, la todavía embrionaria Política Europea de Seguridad y Defensa busca acabar con esta idea. Sólo queda saber si la UE tendrá la valentía y cohesión necesarias para impulsar este proceso y, lo que es más importante, ejercer su condición de potencia desde la responsabilidad y el diálogo, frente al unilateralismo y el desprecio a la legalidad internacional.
*De la Agencia de Información Solidaria.
(pitajim@terra.es)
En la actualidad, la Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD) dista mucho de ser una auténtica defensa. Basada en las misiones Petersberg, (humanitarias y de rescate; de mantenimiento de la paz y gestión de crisis; y de restablecimiento de la paz) la PESD ha renunciado voluntariamente a crear una suerte de ejército europeo con carácter militar estratégico, acercándose más a labores propias de "cascos azules" en territorio europeo
La idea parece loable, pero presenta varios inconvenientes. Por un lado, militarizará aún más la gestión de los escenarios postbélicos, confundiendo las necesarias labores castrenses de protección civil o de cooperantes, (abriendo corredores humanitarios en una situación de riesgo, por ejemplo) con el control de los mismos.
Asimismo, existe el riesgo de que esta fuerza se convierta en la encargada de arreglar los destrozos ocasionados por bombardeos ajenos. Es lo que Hermann Tertsch define como la "pretensión de Washington de actuar sólo en lo que le conviene para delegar a Europa todo el peso de operaciones de pacificación y sus gastos, algo poco menos que un insulto". Este nuevo reparto de papeles es especialmente visible en las diferencias entre las Fuerzas de Reacción Rápida de la UE y de la OTAN. La primera consta de 60,000 efectivos, y otros 40,000 de apoyo, capaces de desplegarse en dos meses y mantenerse en el teatro de operaciones durante al menos un año. Esta Fuerza intervendrá sólo en aplicación de misiones Petersberg. Por el contrario, la fuerza rápida de la Alianza Atlántica, la OTAN Response Force aprobada en la Cumbre de Praga de noviembre del año pasado, está destinada a misiones fuera de área.
La formarán alrededor de 21,000 soldados, capaces de desplegarse en cualquier parte del mundo en tan sólo cinco días y de mantenerse operativos en el lugar al menos durante un mes. En estas condiciones, la fuerza de respuesta de la OTAN será la encargada de atacar los objetivos con gran celeridad y contundencia, para que la "veloz" fuerza europea llegue a los dos meses del conflicto dispuesta a gestionar durante un año el escenario postbélico.
Asimismo, desde la creación de la PESD, Estados Unidos (EU) viene llamando la atención cada cierto tiempo a sus aliados europeos. Washington teme que el impulso de una defensa comunitaria vaya en detrimento del vínculo transatlántico, en vez de servir para reforzar la OTAN. Para ello se apela a "las tres "D": que no cree Duplicaciones de estructuras ni de fuerzas, que no genere una Desvinculación de los americanos y que no Discrimine a ningún país miembro de la Alianza Atlántica. "Por un lado se advierte a los europeos que se preparen para actuar solos y a la vez se les acusa de prepararse para hacerlo", en palabras de Félix Arteaga, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Carlos III de Madrid. En este sentido, la PESD es una auténtica marioneta en manos de EU: necesita los medios de la OTAN, pero la cesión de los mismos debe decidirse por unanimidad en el Consejo Atlántico. Así, Washington alberga de facto un "derecho de veto" sobre las misiones de paz europeas. Las consecuencias están cantadas: EU actuará dónde tenga intereses estratégicos y dejará a la UE resolver los conflictos en su patio trasero, dónde no haya petróleo ni recursos naturales.
Si bien la defensa europea es todavía una ilusión, la Unión Europea (excepción hecha de Reino Unido y España) trabaja lentamente para acabar con el régimen de cuasi "protectorado militar" de Washington.
La actual división interna en la UE no favorecerá a corto plazo avances en la PESD, pero el plante franco-alemán a la Casa Blanca en el ataque a Irak impulsará la intención europea de configurarse como un actor autónomo en la escena internacional también a nivel militar. Prueba de esta moderada voluntad de independencia respecto al paraguas protector del "amigo americano" es que casi la mitad del contingente de la operación Concordia la aporta Francia, históricamente el país más partidario de una defensa autónoma.
Europa es frecuentemente calificada como "un gigante en lo económico, un enano en lo político y un gusano en lo militar". Con todos sus errores y dependencias de Washington, la todavía embrionaria Política Europea de Seguridad y Defensa busca acabar con esta idea. Sólo queda saber si la UE tendrá la valentía y cohesión necesarias para impulsar este proceso y, lo que es más importante, ejercer su condición de potencia desde la responsabilidad y el diálogo, frente al unilateralismo y el desprecio a la legalidad internacional.
*De la Agencia de Información Solidaria.
(pitajim@terra.es)
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