El Senado de E.U. y el Perú
Publicado 1999/11/18 00:00:00
La Resolución 209, aprobada unánimemente por el Senado de Estados Unidos, hunde el escalpelo en los centros neurálgicos del Perú. Con el voto de senadores republicanos y demócratas, la resolución advierte que "la erosión de la independencia de los poderes judiciales y electorales del gobierno peruano y la intimidación descarada son cuestiones de seria preocupación para los Estados Unidos de América". La resolución avanza a los terrenos delicados de la economía, amonestando "el abuso sistemático contra el Estado de Derecho y las amenazas contra la democracia en el Perú pueden socavar tanto la confianza de los inversionistas extranjeros en el país como la solvencia crediticia del mismo". Copias de la resolución se enviaron al BID, el Banco de Reconstrucción y Desarrollo, la Secretaría de Estado y la OEA.
Antes de la aprobación de la importante resolución senatorial, la secretaria de Estado Madeleine Albrigth criticó, en actitud sin precedente, las violaciones a los derechos humanos en Perú, unificándose así el Ejecutivo y el Legislativo de Estados Unidos en la condena a la situación del país andino. La banca internacional pondera la política de derechos humanos de los países al momento de examinar y calificar las solicitudes de préstamos en los organismos financieros internacionales en los que Estados Unidos tiene influencia determinante.
Agravando la situación, en el plano interno, las entidades empresariales peruanas están elevando el tono crítico al gobierno por la aguda recesión que inmoviliza la producción desde hace varios años y demandan, por ende, una concertación que supere las discordancias entre el gobierno y el sector privado en la definición de políticas macro y microeconómicas.
La conjuración de la crisis peruana reclama entendimientos de plazo perentorio en lo económico para destrampar la acentuación de la corriente recesiva imperante en un país que, al principio, dio pasos vigorosos en el entorno de la economía de libre mercado, privatizando empresas estatales y alentando inversiones extranjeras. ¿Qué ha pasado en el Perú para que se pierda el ímpetu de la primera época? Al parecer, se olvidó que en nuestros tiempos, economía y política deben conjugarse armónicamente para que compaginen prosperidad y libertad. En el caso peruano, por lo que cuestiona Estados Unidos, una y otra brillan por su ausencia, presentándose un cuadro sui géneris de recesión global que no sólo se critica en el exterior sino que en el propio país de los incas, repudian empresarios y trabajadores, partidos políticos y organizaciones de derechos humanos. Cuando se llega a este nivel de descaecimiento internacional e interno no hay otra alternativa que generar cambios en profundidad en el escenario gubernamental, sobre todo teniendo a la vista próximas elecciones. Los ciudadanos peruanos tienen la última palabra para salir de la recesión por vía democrática.
Antes de la aprobación de la importante resolución senatorial, la secretaria de Estado Madeleine Albrigth criticó, en actitud sin precedente, las violaciones a los derechos humanos en Perú, unificándose así el Ejecutivo y el Legislativo de Estados Unidos en la condena a la situación del país andino. La banca internacional pondera la política de derechos humanos de los países al momento de examinar y calificar las solicitudes de préstamos en los organismos financieros internacionales en los que Estados Unidos tiene influencia determinante.
Agravando la situación, en el plano interno, las entidades empresariales peruanas están elevando el tono crítico al gobierno por la aguda recesión que inmoviliza la producción desde hace varios años y demandan, por ende, una concertación que supere las discordancias entre el gobierno y el sector privado en la definición de políticas macro y microeconómicas.
La conjuración de la crisis peruana reclama entendimientos de plazo perentorio en lo económico para destrampar la acentuación de la corriente recesiva imperante en un país que, al principio, dio pasos vigorosos en el entorno de la economía de libre mercado, privatizando empresas estatales y alentando inversiones extranjeras. ¿Qué ha pasado en el Perú para que se pierda el ímpetu de la primera época? Al parecer, se olvidó que en nuestros tiempos, economía y política deben conjugarse armónicamente para que compaginen prosperidad y libertad. En el caso peruano, por lo que cuestiona Estados Unidos, una y otra brillan por su ausencia, presentándose un cuadro sui géneris de recesión global que no sólo se critica en el exterior sino que en el propio país de los incas, repudian empresarios y trabajadores, partidos políticos y organizaciones de derechos humanos. Cuando se llega a este nivel de descaecimiento internacional e interno no hay otra alternativa que generar cambios en profundidad en el escenario gubernamental, sobre todo teniendo a la vista próximas elecciones. Los ciudadanos peruanos tienen la última palabra para salir de la recesión por vía democrática.
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