El volcán andino se calienta
Publicado 2000/06/29 23:00:00
- Pinerolo
Caracas (AIPE)- No ha resultado fácil para la América Latina responder creativa y eficientemente ante los retos de la globalización. Ello es explicable. Luego de 50 años de populismo, estatismo, demagogia, y desvaríos ideológicos que han incluido tragedias como las revoluciones cubana y nicaragüense, el continente al sur del Río Grande se encuentra poco preparado para asumir con la deseable rapidez los desafíos de este nuevo tiempo en las relaciones internacionales. No obstante, algunos países se han mostrado capaces de nadar en alguna medida con la corriente, y el panorama de América Latina no es uniforme sino complejo y ambiguo. Algunos países están tratando con relativo éxito de dejar atrás la nefasta herencia del colectivismo económico y el autoritarismo político, y de orientar sus sociedades y economías en el sentido de la democratización, el libre mercado y el establecimiento de gobiernos de leyes. Otros, lamentablemente, muestran inequívocos síntomas de retroceso, que se agudizan día a día.
En particular, los países del área andina están hundiéndose paulatinamente en un amenazante oscurantismo político, económico e ideológico, que de no ser adecuadamente comprendido y contenido a tiempo, podría eventualmente generar un incontrolable estallido revolucionario. Llaman la atención la miopía y el desinterés con que esta grave situación sigue siendo contemplada por numerosas personas, tanto en Latinoamérica como en Washington, así como en la propia Europa. La magnitud del peligro no ha sido calibrada adecuadamente todavía, y ello contribuye a acrecentarlo. Pareciera estar presentándose un misterioso caso de ceguera colectiva entre gente clave, con capacidad para decidir y actuar, que se niega a admitir la cruda realidad del avance de una ola revolucionaria anti-capitalista, anti-democrática y anti-norteamericana en la región andina, con potencial para un acelerado y demoledor desbordamiento.
Semejante parálisis se explica parcialmente, en lo que tiene que ver con Washington, por el hecho de encontrarse los Estados Unidos en año electoral, y por el irrefrenable deseo de la administración demócrata de "echar bajo la alfombra" los problemas a ver si de alguna manera desaparecen o se ocultan, para no perjudicar los chances de Al Gore. Pero hay más que eso: en Washington se ha instalado una actitud satisfecha y complaciente luego del fin de la Guerra Fría y del colapso soviético. Se presume que la hegemonía norteamericana carece de rivales, y que América Latina se ha transformado en una especie de "zona de paz" eterna. En cuanto a otros países del área, como Brasil, Chile y México, aparte de que deben lidiar con sus propios y serios problemas, sus dirigentes no terminan de convencerse acerca de la gravedad de la crisis andina, y continúan en no poca medida atados al chantaje del anti-yanquismo.
Este último factor ha sido hábilmente utilizado por neocaudillos como Chávez y Fujimori para debilitar la oposición y minimizar resistencias dentro y fuera de sus países. De hecho, el demagogo venezolano se ha permitido provocar sistemáticamente a Washington, hermanarse a Castro, respaldar a Fujimori y emplear territorio venezolano para alentar el vergonzoso "proceso de paz" colombiano, una trágica trampa en la que ha caído el débil gobierno de Pastrana, y en la que Chávez juega el papel de no tan secreto simpatizante de las FARC y el ELN colombianos (también autoproclamados "bolivarianos").
Si a lo anterior sumamos la crisis ecuatoriana, el surgimiento de los neogolpistas "bolivarianos" entre los militares de ese país, y las crecientes dificultades político-económicas en Bolivia, tenemos un horizonte muy poco alentador que exige, como mínimo y para comenzar, un mayor interés analítico. El volcán andino está calentándose, y tiene en la Venezuela de Chávez una base de apoyo múltiple, así como un líder mesiánico que sueña con convertirse en una especie de reencarnación de Simón Bolívar, empeñado en liberarnos por segunda vez, pero ahora frente a los "enemigos" de la globalización, el "neoliberalismo salvaje" y el "imperialismo". En pleno umbral del siglo XXI, la región andina de América Latina se empeña en retroceder al siglo XVIII,
y son pocos los que se alarman. (c) www.aipenet.com
Profesor de ciencia política, Universidad Simón Bolívar.
En particular, los países del área andina están hundiéndose paulatinamente en un amenazante oscurantismo político, económico e ideológico, que de no ser adecuadamente comprendido y contenido a tiempo, podría eventualmente generar un incontrolable estallido revolucionario. Llaman la atención la miopía y el desinterés con que esta grave situación sigue siendo contemplada por numerosas personas, tanto en Latinoamérica como en Washington, así como en la propia Europa. La magnitud del peligro no ha sido calibrada adecuadamente todavía, y ello contribuye a acrecentarlo. Pareciera estar presentándose un misterioso caso de ceguera colectiva entre gente clave, con capacidad para decidir y actuar, que se niega a admitir la cruda realidad del avance de una ola revolucionaria anti-capitalista, anti-democrática y anti-norteamericana en la región andina, con potencial para un acelerado y demoledor desbordamiento.
Semejante parálisis se explica parcialmente, en lo que tiene que ver con Washington, por el hecho de encontrarse los Estados Unidos en año electoral, y por el irrefrenable deseo de la administración demócrata de "echar bajo la alfombra" los problemas a ver si de alguna manera desaparecen o se ocultan, para no perjudicar los chances de Al Gore. Pero hay más que eso: en Washington se ha instalado una actitud satisfecha y complaciente luego del fin de la Guerra Fría y del colapso soviético. Se presume que la hegemonía norteamericana carece de rivales, y que América Latina se ha transformado en una especie de "zona de paz" eterna. En cuanto a otros países del área, como Brasil, Chile y México, aparte de que deben lidiar con sus propios y serios problemas, sus dirigentes no terminan de convencerse acerca de la gravedad de la crisis andina, y continúan en no poca medida atados al chantaje del anti-yanquismo.
Este último factor ha sido hábilmente utilizado por neocaudillos como Chávez y Fujimori para debilitar la oposición y minimizar resistencias dentro y fuera de sus países. De hecho, el demagogo venezolano se ha permitido provocar sistemáticamente a Washington, hermanarse a Castro, respaldar a Fujimori y emplear territorio venezolano para alentar el vergonzoso "proceso de paz" colombiano, una trágica trampa en la que ha caído el débil gobierno de Pastrana, y en la que Chávez juega el papel de no tan secreto simpatizante de las FARC y el ELN colombianos (también autoproclamados "bolivarianos").
Si a lo anterior sumamos la crisis ecuatoriana, el surgimiento de los neogolpistas "bolivarianos" entre los militares de ese país, y las crecientes dificultades político-económicas en Bolivia, tenemos un horizonte muy poco alentador que exige, como mínimo y para comenzar, un mayor interés analítico. El volcán andino está calentándose, y tiene en la Venezuela de Chávez una base de apoyo múltiple, así como un líder mesiánico que sueña con convertirse en una especie de reencarnación de Simón Bolívar, empeñado en liberarnos por segunda vez, pero ahora frente a los "enemigos" de la globalización, el "neoliberalismo salvaje" y el "imperialismo". En pleno umbral del siglo XXI, la región andina de América Latina se empeña en retroceder al siglo XVIII,
y son pocos los que se alarman. (c) www.aipenet.com
Profesor de ciencia política, Universidad Simón Bolívar.
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