Panamá
Ellas son nuestras heroínas
- Mons. Rómulo Emiliani cmf
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La mujer, ser creado por Dios, es un ser excepcional. Como el varón ambos vienen de la misma fuente. Diferentes biológica, mental, emocional y espiritualmente. Y complementarios. Lógicamente destaca en una historia escrita por hombres las hazañas de los varones, sobre todo por las guerras, los descubrimientos de tierras, las construcciones, el arte, la investigación científica y por supuesto las luchas por el poder en todos los campos. En todo ese trayecto la mujer ha estado en las cuevas al comienzo de la historia, en sus casas, cuidando de los niños, atendiendo rodo lo doméstico, inclusive parte de los cultivos, animales de carga y algo la ganadería. Por eso sobrevivió el ser humano. Desde siempre han sido las transmisoras de la cultura, de las historias, del tratamiento y cuidado de los alimentos en torno al fuego; han moldeado los sentimientos y emociones de los críos, han transmitido la fe y los valores familiares. Conservan la memoria de la vida familiar y social. El varón ha aportado lo suyo que es muy peculiar, sobre todo la protección y manutención del clan familiar.
Pero el ser femenino, sobre todo por su maternidad, ha influido en la psicología social dándole a todo un sentido humano, de sosiego, de sentimiento compasivo, de estabilidad. La guarida, desde sus elementos más primitivos hasta la casa de hoy, tiene la particularidad de la receptividad, de la acogida como la del vientre y la creatura que la habita. El calor de hogar, donde se refugia y descansa a lo largo de la historia el recolector del campo, el cazador, el guerrero, el trabajador, el habitante de la comuna, es el lugar más habitable y humano. Los clanes, las tribus, antiguas y modernas giran en torno a la mujer y la casa. Querer suplantarlas, por más que el varón se opere e imite ser mujer, es desde todo punto de vista aborrecible, porque no puede aportar la esencia femenina a nivel biológico, psicológico, social, cultural. La impronta femenina es singular e irremplazable. Es única.
Y hay un rasgo que comparte con las madres de todas las especies de mamíferos, su instinto de protección al extremo. Y en la mujer más radical aun, quedarse sin comer, luchar y dar la vida por sus criaturas, inmolarse. Por su amor maternal, algo mucho más que el instinto, llegar a los niveles de heroísmo más grandes. Y no solamente un día, o diez, sino toda una vida, como madre, como abuela, sacrificándose en todo. Sirviendo día y noche, desvelándose por el hijo o el nieto enfermo, preocupándose por sus carencias, problemas, cargando con ellos no importa la edad, cuidándolos en el hospital, o haciendo fila para visitarlo en la cárcel, rezando por ellos. Sufriendo todo por ellos.

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