Cuidados
Enfermedad viral
- Fermín Agudo Atencio /Escritor (opinion@epasa.com)
La salud y la educación son poderosos reinados, pilares de la humanidad con límites explícitos y holgados. No hay nada más terrible que el sufrimiento por una
La salud y la educación son poderosos reinados, pilares de la humanidad con límites explícitos y holgados. No hay nada más terrible que el sufrimiento por una enfermedad que nos aleja de poder llevar a efectos con entera probidad las cotidianas tareas impuestas por los diversos compromisos, que operan como diligencias obligatorias de la vida diaria.
Hoy, somos víctimas de la trágica enfermedad conocida por todos nosotros como el dengue viral, muy común en las áreas tropicales, con ataques renovados en los ambientes tórridos, causada por el virus denominado flavivirus, transmitido por mosquitos, especialmente el Aedes aegypti. El mal se presenta con generalidad acompañado de fiebre alta, vómitos, desmayos consecuentes, dolor de cabeza recurrente, respiración entrecortada y fluidos de pequeñas gotas de sangre al toser, cuadro potencialmente desolador.
Durante los últimos años la transmisión ha aumentado de manera alarmante, especialmente en zonas urbanas y semiurbanas, reflejando características calamitosas, lo que pesa sobre el renglón de la salud pública de los países, en los que la mitad de la población mundial se concentra entre las señales del daño inminente. Prevenirla y controlarla depende de las medidas aplicadas en contra del vector transmisor, insecto alado que ataca generalmente de día, especialmente en la mañana y a la puesta del Sol, los que depositan los huevos en el agua que contienen los recipientes de uso doméstico, casi siempre ubicados en el interior de las viviendas.
Algunos entendidos opinan que la primera infección es capaz de producir rápidamente el dengue hemorrágico, prácticamente letal. Uno de los principios añorados por los gobiernos progresistas descansa sobre la salud de la gente, de este modo las producciones serán más abundantes, como lo exige el mundo moderno.
La salud es la puerta de entrada en la que moran las capitalizaciones lucrativas de las naciones prósperas y civilizadas. Un pueblo enfermo desluce sus rendimientos, denunciando una precaria productividad. Conviene cuidarnos poniendo nuestras virtudes al servicio de la salud, que es el arma de resistencia empleada para protegernos sin tropiezos. El mosquito macho no nos afecta, es la picadura de las hembras infectadas; luego de un periodo de incubación de 4 a 10 días, aparece la tragedia.
En nuestras propias viviendas debemos llevar una vida de aislamiento, sujetos a no caer en los dominios del agobiante sufrimiento, con estricta autoridad de podernos decretar la muerte asoladora. Especiales instantes de altivos cuidados, en los que se debe guardar extrema discreción por tratarse de la propia felicidad, pues las fiestas deben ser apartadas a un segundo orden, en compromiso del bienestar, que es una prenda preciosa y delicada con la cual no debemos jugar, abusar sería la cruenta operación que nos llevaría a vivir hasta la eternidad en los enfadosos predios del desagradable desastre. Cambiar un pequeño instante de gozo por el permanente malestar es un mal permitido en aquellos que solo poseen dos dedos de frente. Si nos realizamos el estricto examen de conciencia, arribaremos a la contradictoria conclusión de que esta modalidad de hábitos en extremos decadentes multiplica el fruto marchito de nuestra perversa cultura, dando los consecutivos tropezones en completo deterioro alarmante.
En el pasado, los ríos, arroyos y quebradas lucían sus aguas cristalinas, hoy, algunos se secan, otros portan en su exiguo recorrido grandes bultos de basura, la que atosiga penosamente los estrechos cauces. Las calles, avenidas, veredas y parques contaban con su particular limpieza, ahora muestran gallardamente inmundicias por todos sus rincones.
Comemos y los residuales del acto los tiramos a la calle, sabiendo que no hay una autoridad que castigue con vehemencia y dignidad la horrorosa acción. Siento que en nuestros días la ignorancia arremete sin piedad al letrado, ya que al final todos tenemos que padecer la falsaria actitud desprendida del desajuste. Con el pasar del tiempo respiraremos solo la fetidez resultante de los improvisados vertederos de basura. Los perros son llevados a los parques a defecar y muy cerca los niños juegan bajo los consejos de la inocencia. Ya no hay piedad ni respeto, lo hemos perdido todo, solo el abismo extiende sus fauces insaciables, llevado de los instintos desagradables.
Los entendidos abrigamos las esperanzas en el Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud, institución que lleva a feliz término la lucha concerniente a eliminar de nuestro medio la presencia inmunda del desagradable vector alado.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.