Lectura
‘Entre zurrones y enjalmas’
opinion@epasa.com Pocas veces recomiendo una lectura, porque como toda actividad humana, ese acto debe ser libre, pero esta vez me atrevo por dos razones: la calidad
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Pocas veces recomiendo una lectura, porque como toda actividad humana, ese acto debe ser libre, pero esta vez me atrevo por dos razones: la calidad del escrito y el sabor del interior. “Entre zurrones y enjalmas”, de Luis Barahona González, lo recibí como un obsequio decembrino. Me lo regaló una persona muy especial. Confieso que me lo leí de un tirón. Es fácil digerirlo, sabroso; además, lo que nunca imaginé era que, después, me llegaría una invitación de la UTP, de los alumnos de la prof. Leda María Herrera, de la Facultad de Ingeniería Eléctrica, para conversar sobre mi experiencia como lector.
Me puse a pensar qué decir, y salió algo como esto: Luis Barahona González, ingeniero y docente universitario, nos ofrece unos personajes que giran en torno a uno: Eduviges Barahona, cuyas cualidades nos sumergen a El Carate, que como otros pueblos del interior, mantienen una acendrada tradición. Así, entre las páginas, se da cita a ocurrencias, humanos consejos, quehaceres y un largo etcétera, que incluye, por más decir, el alma de un pueblo, de un hombre que nos ofrece una mejor visión de nuestra realidad, una visión del campesino interiorano, y con esta nos deja ver dos procesos, el histórico y el sociológico; pues, a la par de unos relatos documentados en historias reales que terminan convirtiéndose en literatura, así como los testimonios lingüísticos de la gente sencilla, se encuentran, de igual modo y solo por mencionar algunos hechos, el combate a duelo entre dos jóvenes enamorados de una mujer, uno pobre y otro rico, o la contienda entre un chico y un hombre hecho y derecho, en el campo de trabajo, sin discutir, por ejemplo, varios factores, como el tan gustado rebusque de manteca, que nos lleva a reflexionar, ¡sin que eso no deje de divertir!, sobre la búsqueda de la personalidad del campesino santeño, insisto. Ahora, pocos libros recogen en esencia las costumbres y valores culturales de un pueblo, y menos de manera tan amena y agradable al oído; al oído porque más que leer es escuchar: escuchar anécdotas, cuentos pícaros y expertas sentencias, es remontarse a la casa del abuelo que, a la luz de la guaricha, cuenta experiencias, ideales, muchos veces locos, y lidias cotidianas a las que hay que enfrentarse.
Encuentro en Luis Barahona González al niño que escuchó las historias contadas por su abuelo, Duvige, como una entretención nocturna tal vez, que comprendió en su sentido más amplio y que ahora comparte con quienes hemos tenido la oportunidad de leerlo.
Profesor de Español.
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