Equilibrio en la tríada laboral
Publicado 1999/10/15 23:00:00
- Katherine Palacio P./CrÃtica
Hace muchos años se presentó en Panamá, por primera vez, la confrontación entre los empresarios y trabajadores. Los gobiernos populistas que tuvimos en los años 70 dieron la oportunidad de que esta confrontación tomara ribetes políticos propios de la dictadura existente en aquel momento.
Lógicamente, en los primeros tiempos era un gobierno impopular y no conocido en Panamá como régimen de poder. Tuvieron la genial idea de reorganizar los sindicatos, nombrar dirigentes que respondían incondicionalmente al gobierno de turno y elaboraron las leyes que los beneficiaban en forma desequilibrada y perjudicial para el país. También era cierto que los empresarios, en su mayoría, eran contrarios al régimen militar.
Los resultados no se dejaron esperar y se alimentó la división de clases sociales basados en las diferencias entre trabajadores y empresarios. Si bien es cierto que en aquellos tiempos existía todavía explotación de los trabajadores y era necesario elaborar un Código de Trabajo, también estoy por creer que lo que se hizo entonces no fue tan altruista sino que tenía algo de interesado en lograr el apoyo de los sindicatos.
Así las cosas, se produjo un desbalance social que perjudicó de por vida, si nos descuidamos, al ámbito laboral del país. Recordemos que el Ministerio de Trabajo era un tribunal de inquisición para los empresarios que tenían poca defensa en ese momento. No haré historia de toda la época siguiente porque la conocemos de sobra. Sin embargo, a pesar de que se ha tratado de equilibrar la situación, persiste la rencilla entre ambos grupos. Fue Eddy Vallarino quien sentó por primera vez a empresarios y trabajadores (yo estuve presente), lo que trajo un período de tranquilidad. Pareciera que actualmente volvieran a recrudecer aquellas diferencias y esto es perjudicial para el desarrollo del país. Sólo tenemos que escuchar a los dirigentes sindicales para darnos cuenta que no existe nada bueno en los empresarios. Cuando digo nada es nada. Cuando escuchamos a los dirigentes de los gremios empresariales, resulta que los principales responsables de cualquier problema económico del país es culpa de los trabajadores.
Lo que no veo es la labor del Ministerio de Trabajo en esta pugna. No deben tomar partido hacia ningún lado; sólo deben servir de mediadores en beneficio del país. Deben impartir capacitación para que ambas partes comprendan su verdadero lugar y busquen acercamiento entre sí. No podrá haber tranquilidad social mientras exista esta lucha y éste debe ser el papel principal de las autoridades de trabajo.
Es un trípode cuyas patas deben reposar en el suelo a la misma altura y sin desequilibrarse. Cuando una falla se pierde la estabilidad. Quisiera que la ciudadanía dejara de escuchar las quejas, muchas justificadas, de los trabajadores por el solo hecho de que los dueños de negocio piensan más en el vil metal que en la parte humana del trabajador. Si tenemos armonía entre las partes, tendremos tranquilidad social. Si los obreros son bien recompensados, vivirán con dignidad y sin problemas. Sólo entonces querrán a la empresa.
Los ciudadanos conscientes pedimos al trío del sector laboral que se sienten y diriman de una vez por todas sus diferencias con el arbitraje imparcial del Ministerio y una comprensión entre ellos. Los dirigentes que olviden odios y amarguras para ser positivos y dar a la economía la estabilidad que necesita. Con amenazas y con huelgas no se gana; con falta de humanismo no se consigue rendimiento del sector trabajador que mueve la empresa. Piensen en lo que les solicitamos para dirimir controversias en bien del país.
Lógicamente, en los primeros tiempos era un gobierno impopular y no conocido en Panamá como régimen de poder. Tuvieron la genial idea de reorganizar los sindicatos, nombrar dirigentes que respondían incondicionalmente al gobierno de turno y elaboraron las leyes que los beneficiaban en forma desequilibrada y perjudicial para el país. También era cierto que los empresarios, en su mayoría, eran contrarios al régimen militar.
Los resultados no se dejaron esperar y se alimentó la división de clases sociales basados en las diferencias entre trabajadores y empresarios. Si bien es cierto que en aquellos tiempos existía todavía explotación de los trabajadores y era necesario elaborar un Código de Trabajo, también estoy por creer que lo que se hizo entonces no fue tan altruista sino que tenía algo de interesado en lograr el apoyo de los sindicatos.
Así las cosas, se produjo un desbalance social que perjudicó de por vida, si nos descuidamos, al ámbito laboral del país. Recordemos que el Ministerio de Trabajo era un tribunal de inquisición para los empresarios que tenían poca defensa en ese momento. No haré historia de toda la época siguiente porque la conocemos de sobra. Sin embargo, a pesar de que se ha tratado de equilibrar la situación, persiste la rencilla entre ambos grupos. Fue Eddy Vallarino quien sentó por primera vez a empresarios y trabajadores (yo estuve presente), lo que trajo un período de tranquilidad. Pareciera que actualmente volvieran a recrudecer aquellas diferencias y esto es perjudicial para el desarrollo del país. Sólo tenemos que escuchar a los dirigentes sindicales para darnos cuenta que no existe nada bueno en los empresarios. Cuando digo nada es nada. Cuando escuchamos a los dirigentes de los gremios empresariales, resulta que los principales responsables de cualquier problema económico del país es culpa de los trabajadores.
Lo que no veo es la labor del Ministerio de Trabajo en esta pugna. No deben tomar partido hacia ningún lado; sólo deben servir de mediadores en beneficio del país. Deben impartir capacitación para que ambas partes comprendan su verdadero lugar y busquen acercamiento entre sí. No podrá haber tranquilidad social mientras exista esta lucha y éste debe ser el papel principal de las autoridades de trabajo.
Es un trípode cuyas patas deben reposar en el suelo a la misma altura y sin desequilibrarse. Cuando una falla se pierde la estabilidad. Quisiera que la ciudadanía dejara de escuchar las quejas, muchas justificadas, de los trabajadores por el solo hecho de que los dueños de negocio piensan más en el vil metal que en la parte humana del trabajador. Si tenemos armonía entre las partes, tendremos tranquilidad social. Si los obreros son bien recompensados, vivirán con dignidad y sin problemas. Sólo entonces querrán a la empresa.
Los ciudadanos conscientes pedimos al trío del sector laboral que se sienten y diriman de una vez por todas sus diferencias con el arbitraje imparcial del Ministerio y una comprensión entre ellos. Los dirigentes que olviden odios y amarguras para ser positivos y dar a la economía la estabilidad que necesita. Con amenazas y con huelgas no se gana; con falta de humanismo no se consigue rendimiento del sector trabajador que mueve la empresa. Piensen en lo que les solicitamos para dirimir controversias en bien del país.
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